La curiosidad de Minerva, por conocer el mundo humano, la llevó sólo a enfocarse en el amor entre hombre y mujer y el desenvolvimiento de sus más profundas intimidades sexuales; por lo que sintió la necesidad de explorar otros hombres diferentes a Zeus.
Es así como conoció a Júpiter, un hombre de contextura media, de una sonrisa encantadora y cabello ondulado, quien la halagó desde el primer momento que la vio.
Minerva conoció a Júpiter una noche del mes de diciembre, mientras se tomaba un café en un establecimiento comercial, cerca de su casa. Ella disfrutaba saborear cada sorbo del café y observar a las personas que ingresaban a ese lugar, cuando de repente, entró Júpiter con su sonrisa pícara y solicitó igualmente un café marrón espumoso; tal cual, como Minerva lo prefería. La joven que atendía el mostrador se le concedió y éste no ubicó más espacio donde poder sentarse, por lo que le preguntó a Minerva si podía compartir la mesa, a lo que ella accedió gustosamente.
Esa noche, entablaron una conversación amena y Minerva no dejaba de observar su rostro, sus manos y su sonrisa, igualmente percibió su aroma y le fascinó; de una vez, se lo imaginó lujuriosamente y con un gesto suave de coqueteo, le pasó su mano por su brazo y sintió como Júpiter se erizó.
Minerva no sólo utilizaba sus dones felinos, sino también usaba magia blanca. Ésta magia era muy peculiar, porque no se basaba en pócimas para beber o echar; sólo eran encantamientos lanzados al aire.
En el caso particular, Minerva quiso seguir conociendo a Júpiter, por lo que le tocó el brazo y lanzó al elemental del aire, su petición y tal fue, que a la noche siguiente, de nuevo Júpiter y Minerva, estaban hablando en el mismo lugar.
A medida que pasaban esos encuentros, se fueron compenetrando hasta llegar a unir sus cuerpos; y de esa experiencia Minerva solo le gustó el gesto de abrazo hasta quedarse ambos dormidos, posterior al acto, ya que el acto íntimo como tal, no lo disfrutaba al pleno; sólo le gustaban sus besos, y sus abrazos, pero de allí no trascendió. Ella sabía que todas sus experiencias vividas y las que le queda por conocer, sólo serán pasajeras. No obstante, le colocaba su toque personal a cada situación y la deleitaba al máximo.
Minerva no compaginaba con Júpiter, porque a medida que lo conocía lo consideraba como un Minotauro, lo veía salvaje y sin compasión, y esa furia no le agradaba, ya que por más que Minerva, trataba de sugerirle aspectos positivos de la vida, éste no los tomaba en cuenta, siendo un hombre calculador y melodramático; por lo que cierto día, Minerva sólo se alejó y ya.
Júpiter ante esta situación, trató de ubicarla, insistiéndole que lo intentaran nuevamente, a lo que Minerva rotundamente se negó.
De esta experiencia, de Minerva y Júpiter; Galilea, sintió la crueldad de Júpiter, porque lo conoció en su salón de clases, y al igual, que Minerva le llamó la atención; sin embargo, la relación que tuvo con Galilea sólo fue de compañeros de estudios; Minerva no cedió espacio para otra cosa diferente, porque observó en sus ojos, siempre un interés malsano en su interior; y por ello, no se atrevió a sucumbir en sus encantos.