Había conocido a Mark desde muy chica, o mejor dicho desde que tengo memoria y eso fue hace dieciocho años.
A causa del trabajo de nuestros padres, mi hermano y yo la pasábamos solo en casa la mayor parte del tiempo; y Mark también, aunque es hijo único y su padre había recientemente enviudado no tenía a nadie cuando se mudaron al lado de nuestra casa. Cuando éramos niños solíamos verlo en la ventana que daba a la calle y al pequeño parque de arboledas y hamacas empujadas por el viento, sin rastro de alguien que las disfrutará. Era obvio que estuvieran inhabitadas, ya que los únicos tres chicos del barrio que podrían hacer uso de ellas estaban sin sus padres para que los acompañaran a jugar afuera, cuidando de la casa.
Había veces en las que mi hermano se empeñaba en invitarlo a jugar o para quedarse a comer y dormir, sabiendo lo que era estar solo, de las pocas veces que aceptaba su invitación permanecía serio, callado y muy correcto para alguien tan joven. Pero continúe fue pasando el tiempo fuimos creando buenos recuerdos y a abrirse a nosotros como más que un amigo sino como parte de nuestra familia.
Y me pregunto, ¿en qué momento todo entre nosotros cambio? Quiero decir entre Mark y yo, que solo tal vez, actué diferente conmigo. Distante, distinto a como el tierno niño de ojos castaños claros como las hojas de las árboles en otoño, su cabello corto con un oscuro negros a una noche de invierno estrellada, con esa sonrisa que me regalaba mostrando sus dientes blancos como una nevada esperada y esas mejillas con pequeños hoyuelos enrojecidas por un calor de verano. Ese niño sobreprotector como un segundo hermano mayor, haciéndome reír cuando mis padres discutían, me abrazaba cuando lloraba y que me dice tiernamente...
-Ann...- Alguien me estaba despertando del sueño del recuerdo de un Mark que me gustaba. -Ann!-
-¿Qué?- Estaba desorientada y enojada con mi hermano que me había zamarreado el hombro para despertarme. -¿Qué quieres?-
-Me voy.- Me informo tomando su sudadera. –Me voy a ver a mi novia...-
-¡¿Tienes novia?!- Lo interrumpí, ciertamente sabía que tarde o temprano tendría una pero... bueno es mi hermano, no dudaba de que le pareciera atractivo para alguna chica pero la mayor parte del tiempo era muy pesado con sus bromas tontas, algo machista en diferentes aspectos y no muy colaborador cuando se trataba de ayudar (especialmente cuando se trataba de los quehaceres de la casa).
Mirándome con su cara de odio desde su hombro solo levante las manos en signo de disculpa... pero ciertamente no me había dado cuenta. Y por un momento, en signo de broma, pensé que debía tener mucha paciencia aquella chica.
-Sí, tonta. Me voy, Mark se queda a cubrirme. Vuelvo en la mañana o en la tarde.-
-Ok.- Ya me había despertado del todo pero me levanté a regañadientes.
Cuando baje mis pies del sillón, pensé tocar el suelo, pero no fue el cerámico fresco con que hice contacto sino con una sábana azul marino, pensando que mi hermano me había cubierto con ella aunque de igual manera no le veía sentido si tendría que zamarrearme para que me despertara.
Los ruidos en la cocina hicieron que desviara mi atención caminando al sector más allá del lugar donde estaba la gran mesa que solo en ocasiones de más de tres personas invitadas a comer se usaba, las cuales eran muy raras porque en la mayoría solo éramos Ewin, Mark y yo.
Antes solía burlarme que Mark llevará un delantal tan femenino siendo un chico, y él se vengaba tirándome harina, las cáscaras de huevo, o lo que fuera que tuviera cerca que en su cumpleaños N°12 le regale uno en verde, tan natural como las hojas de los árboles, su color favorito, para no tener la necesidad de usar el mío. Pero la mayoría de las veces alternaba a usar entre uno y otro, con la excusa de que tomaba el que más a la mano tuviera. Que en mi opinión, tanto el verde como el rosa pastel le quedan bien. Ja ja ja.
A medida que fuimos creciendo fuimos cambiando, él se volvió más serio conmigo y muy pocas veces me hacía bromas tontas. A veces me molestaba pero sabía que solo quería hacerme reír. Y ahora, cuando estábamos solos se sentía un silencio incomodo que me obligaba a esperar por él.
-No me comas.- Me dice de espaldas cuando me oye bostezar.-Ya le falta poco.-
-¿Qué haces?- Refiriéndome a lo que cocina.
-Omelette.- "Que bien." –¿Me pasas la sal?-
Me adentro a la cocina hasta las alacenas en busca de la sal, pero solo veo un paquete y no el salero.
-No encontré el...- Se lo tiendo, haciéndole un pequeño corte al paquete para que la usara.
-Está bien, creo que use todo lo que había del salero ayer.-
Editado: 28.04.2018