Dejo caer la cucharilla azul cuando el techo de la cocina comienza a moverse freneticamente. Miro a mi hija quien no llora aún con el ruido de las ventanas. Sacude las manitas buscando el resto de su almuerzo, pero no se lo doy. La levanto de su silla e intento invocar un hechizo de escape. Me es imposible aún con la luz rosada saliendo de mis dedos. Un ruido aún más intenso hace que la cocina caiga y que yo salga corriendo lo más rapido posible.