Flores de primavera en la arena

Skate Parks en una tarde de primavera en Nueva York

Lovers Rock

TV Girl

𝐎𝐥𝐢𝐯𝐢𝐚

And the music is right, she might let you stay...

Pasaba algunas imágenes que tenía guardadas en la memoria de mi cámara a la laptop mientras tarareaba la canción. Era lunes, y para ser inicio de semana, andaba de muy buen humor.

Debía de admitir que mi gusto musical había variado un poco. Bianchi se había encargado de que se expandiera, y con canciones que al menos el ritmo provocara energía. La letra... La letra no me importaba. Había dejado de prestarles atención y solo las disfrutaba.

Si me gustaba, me gustaba. Así de simple.

Deslizaba las fotografías que se mostraban en la pantalla para elegir las que se quedaban cuando Bianchi me quitó los audífonos. Bajé la cabeza hacia atrás para verlo y él me dio una sonrisa nerviosa desde arriba.

—El plan de hoy será un poco diferente.

Fruncí las cejas al ver que no traía nada para sentarse conmigo y comer, como veníamos haciendo durante las últimas semanas. Me giré hacia él con intriga y quedé inmóvil cuando vi a una niña de cabellos rubios a su lado.

—Ella es Aurora, mi hija.

La niña me sonrió cuando yo hice lo mismo. Tenía los mismos rasgos de Nico y la misma sonrisa encantadora. Era preciosa.

—Hola, Aurora, soy Olivia.

—Es un nombre muy bonito, al igual que sus ojos.

La pequeña me extendió su mano para saludarla, como si fuera una persona adulta a quien estaba conociendo. Junté nuestras manos y la de ella se escondió en la mía. Nico nos vio con curiosidad cuando nos tomamos la mano, y podía jurar que hasta soltó un pequeño suspiro cuando vio que nos sonreíamos. Le solté la mano y ambas lo miramos a él a la espera de que dijera algo.

—¿Logan está en tu casa? —preguntó algo totalmente fuera de lo que esperaba.

—Salió esta mañana a casa de sus padres y vendrá en la tarde a recogerme —hablé con cierta duda.

Se me hacía extraño el plan de hoy. No involucraba tazas con platillos italianos, como tampoco conversaciones sobre música o listas de deseos.

—Entonces nos saltaremos tus clases.

—¿Cómo?

—Tengo el día libre y Aurora quiere aprender a patinar. —Ambos se miraron con complicidad—. ¿Pensabas que la patineta era de adorno, Livvie?

Intercalé la vista entre los dos Bianchi e intenté procesar todo lo que estaba pasando. ¿Acababa de decir que íbamos a salir de la facultad? ¿Qué íbamos a hacer planes por fuera? ¿Qué debía ir a casa con él para recoger la patineta...?

—Es... es una mala idea —dije en voz baja. Aurora frunció las cejas con lástima y se me arrugó el corazón por quitarle la ilusión—. Es decir, me encantaría enseñarte, pero no puedo salir de la facultad.

—¿No puedes o no te dejan? —Nico preguntó con otro sentido.

Claro que podía irme si quisiera, pero prefería no hacerlo... Me daba pánico que Miller apareciera por aquí —aunque nunca lo había hecho— y yo no estuviera en el instituto. Después de lo que pasó el día de la emergencia, mi visión sobre muchas cosas cambió. Y mi miedo sobre esas mismas incrementó.

Aparté la mirada de Nico y él se sentó a mi lado para que lo mirara.

—Podemos salir solo si tú quieres. Ni Aurora ni yo vamos a obligarte a nada, ¿cierto? —Se dirigió a su hija y ella asintió con la cabeza—. Solo nos saltaremos las clases que tienes después del almuerzo y, antes de que sea tu hora de salida, te dejaremos de nuevo aquí como si nada hubiera pasado.

Volví a intercalar la vista entre ambos, dudosa.

—¿Qué dices, Livvie?

¿Una tarde en algún Skate Park de Nueva York? Sonaba buen plan, para alguien a quien le valía las consecuencias. La Olivia adolescente posiblemente ni siquiera lo hubiera pensado. ¿La Olivia de ahora? Esa no estaba tan segura, pero cerró el portátil de todos modos.

—Son muy manipuladores ambos, ¿lo sabían?

—El abuelo lo llama «ser persuasivos por un bien común» —interrumpió Aurora.

Nico le pellizcó la mejilla con los nudillos y se levantó de mi lado para ayudarme a guardar mis cosas. Tomó la cámara y yo sentí los nervios de punta cuando pensé que la podía dejar caer.

—La cámara en el estuche, por favor. —Intenté quitársela, pero él la subió a una altura que no llegaba—. Nico, aún tengo que hacer mi proyecto antes de vacaciones, ni te atrevas a dejarla caer.

—¿Es eso lo que te da miedo o las fotos que pueda encontrar aquí? —indagó de modo burlón.

—No tengo fotos extrañas —dije de mala gana.

—¿Tienes fotos de adolescente? Me encantaría ver a una Livvie rebelde de dieciséis en el Skate Park con sus amigos.

Salté y tomé la correa de la cámara, obligándolo a bajar el brazo para quitársela.

—No tengo nada de mi infancia o adolescencia. Algunas de mis fotografías quedaron en Montana y las demás desaparecieron cuando... —Me callé de golpe cuando iba a dar un dato innecesario.

Nico me miró con curiosidad, pero lo dejó pasar cuando su hija soltó una pequeña risilla.

—¿Y a ti que se te hace tan gracioso? —Bajó hasta quedar a su altura.

—Qué te quejas de que Mason y yo peleamos y tú eres igual.

—Hay niveles. —Le tocó la punta de la nariz—. Olivia y yo lo hacemos de broma. Tú y Mason si pelean de verdad.

Los vi con una sonrisa nostálgica al recordar las pocas veces que papá y yo nos vimos de esa manera. Si era que esas veces existieron, o solo eran creaciones de mi cabeza para hacerme sentir amada de alguna manera.

Me limité a terminar de guardar mis cosas y los seguí al estacionamiento. Salimos de la facultad y nos mezclamos con los demás autos en las calles de Nueva York, con destino a mi apartamento en Chelsea. Nico esperó a unos metros de la entrada y yo entré rápido por la recepción para ocultarme del portero.

Subí las escaleras como si fuera una misión secreta y abrí la puerta con cuidado. Entré en silencio y me aseguré de que Logan no estuviera por ninguna parte. Horus se levantó de mi sofá cuando me vio caminar por el salón y vino corriendo hacia mí.




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