Flores de primavera en la arena

Existían muchas piñatas, no solo con dulces adentro

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Men I Trust

𝐍𝐢𝐜𝐨

Llevaban más de una hora dentro de mi despacho.

Las propias paredes de mi casa empezaban a asfixiarme. No era una persona que se desesperara fácil, pero ¿tanto era la historia detrás para durar tal cantidad de minutos?

Desde la cocina vi como la puerta de mi despacho se abrió y ellos salieron hablando como si fueran viejos amigos. Livvie se mostraba sonriente y caminaba con seguridad mientras le hablaba de algo a Jacob. Se notaba más tranquila, más relajada.

Se detuvo a mi lado y me sonrió. Tenía unos manchones negros alrededor de los ojos. Aun así, con el maquillaje corrido, seguían viéndose preciosa.

—¿Has pensado alguna vez en ser modelo?

—No muestres compasión, sé que luzco terrible.

—No, de hecho, me asombra lo bien que una persona puede verse después de llorar.

Me empujó con el hombro y tomó una servilleta de la isla para limpiarse las gotas secas. Después suspiró y me sonrió con diversión.

—No creo que ninguna de tus conquistas haya dejado maquillaje por tu habitación, ¿cierto?

—Me sorprende que tengas esa perspectiva de mí.

—Solo hace falta ver cómo te miran las enfermeras que trabajan contigo...

—¿Para eso si estabas bien en tus visitas al hospital?

—Soy una persona observadora.

—Ya.

Adoraba cuando sacaba ese lado extrovertido y divertido. Era muy diferente al estado en que nos habíamos conocido. Era como si esa fuera su verdadera personalidad, esa que ella creía que había olvidado, pero que en realidad seguía escondida por ahí.

—No tengo conquistas, para tu información, pero tengo una amiga latina con complejos de Miss Universo.

—Esa soy yo. —Johana apareció detrás de mí con una abierta sonrisa—. Soy Johana, la prometida del hombre que te encerró por más de una hora en ese despacho. —La sonrisa de Livvie desapareció—. Pero no te preocupes por eso, agradezco los minutos de libertad que me diste.

—Lo dice como si no saliera por ahí con frecuencia —Jacob interfirió.

Ambas rieron y se vieron entre ellas como cuando sabes que alguien te va a agradar. Johana la tomó de la mano y se la llevó hacia una de las habitaciones para ayudarle con el desastre que según Olivia Moore tenía en la cara.

Baker y yo quedamos solos en la cocina. Lo miré un segundo de reojo, él apartó su mirada de mí y la enfocó en cualquier cosa que no fuera yo.

—No voy a hablar nada contigo, Bianchi.

—No iba a preguntarte nada.

—Excelente.

—Bien.

«Traidor».

Me incliné sobre la isla y guardé silencio. Mi boca no quería guardar silencio, claramente. Jacob soltó una pequeña risa.

—Me agrada verte molesto, no sucede mucho.

—No estoy molesto, estoy... pensando.

—Eso tampoco sucede mucho.

Iba a tirarle un pastelillo en la cara, pero la voz entusiasmada de su prometida me detuvo.

—La quiero en mi boda.

Ambos nos giramos hacia ella y la vimos con la cámara de Olivia colgada en el cuello y unas fotografías en la mano. Olivia, detrás de ella, traía en sus manos la carpeta de esta mañana y no le despegaba la mirada a la cámara. Era como su objeto más preciado.

—Mira las fotografías. —Me rodeó para enseñarle las fotos a Baker—. Son increíbles. Necesito que las de mi boda sean así.

—Nuestra —la corrigió. Eso la hizo sonreír.

—¿Es una sonrisa?

—Cállate, Bianchi.

Jacob tomó las fotografías y comenzó a pasarlas una por una. Sentí como Livvie se pegó a mí y miraba a los Baker con curiosidad. Se había puesto más maquillaje del que usualmente usaba. Siempre iba con las pestañas levantadas y una leve capa de algo parecido a bálsamo en los labios, pero Johana la había dejado totalmente diferente a la Olivia que veía todos los días.

Y se veía hermosa.

—Son increíbles, Olivia —dijo Jacob con sorpresa.

Vi las fotos de reojo y sí, eran increíbles. ¿Por qué nunca me las había mostrado?

—Yo... no lo sé. No son las mejores que he tomado.

—Y mira estas —Johana ignoró lo que decía. No por malos modales, sino porque ella creía totalmente lo contrario. Y mira que impresionar a Johana era difícil—. Son preciosas.

Tomé la cámara de Livvie y pasé las fotos para que los cuatro las viéramos. Olivia intercalaba la mirada entre mis ojos y la cámara, como esperando una reacción. Pasé algunas fotografías de personas que supongo que ella había tenido que fotografiar para trabajos escolares, algunas de un gato gris súper esponjoso, fotos de Logan distraído —esas quería eliminarlas, no podía mentir— y me detuve en algunas de ella más joven, dos o tres años atrás, supongo.

No había mucha diferencia, en realidad. Si se notaban los rasgos de los diecinueve, tal vez, pero era la misma historia: mirada apagada, ningún rastro de sonrisa, piel pálida, dolor en sus ojos... Podría jurar que incluso lucía peor. Ahora aparentaba más vivacidad.

Seguí pasando las fotos y me detuve en una que llamó mi atención. Era una de ella reflejada en un espejo, con ropa holgada, botellas de licor tiradas en el piso y las repisas, como si hubiera habido una fiesta la noche anterior, polvos blancos esparcidos en una mesa que estaba frente al espejo y ella tenía un cigarrillo en la mano.

Ni Baker ni Johana la vieron, porque estaban enfocados en las fotografías impresas, pero yo sí le tomé importancia.

Si bien él había recibido información sobre qué tal vez ella se drogaba y que por eso fue el incidente del hospital, yo no lo creía al cien por ciento. Pero ahora con esa foto y el comportamiento que demostraba sobre la imagen, me hacía volver a recapacitar mi idea sobre eso...

—No creo que sea la persona indicada para tomar las fotografías de su boda, señorita Baker. —Olivia me arrebató la cámara y la puso tras su espalda, con nerviosismo—. Aún no termino la carrera y...

—A nosotros eso no nos importa —la interrumpió—. Los títulos no lo son todo, Olivia. ¿Crees que obtuve todo lo que tengo por tener títulos colgados en la pared? —Olivia se encogió de hombros ante la pregunta—. No. Hay muchas personas famosas allá afuera por su talento, no por los estudios que tienen. Y tú tienes muchísimo talento, y a mí me gusta ese talento.




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