Reflections
The Neighbourhood
𝐍𝐢𝐜𝐨
La vi desaparecer por el pasillo hace unas horas atrás y mi cabeza no había parado de pensar sobre eso.
Su cambio de humor cuando él aparecía era muy evidente. Conmigo estaba hablando tranquila, incluso podía jurar que hasta la vi sonreír, pero era él el problema. No tenía dudas.
No sabía qué cosas le decía o le hacía, pero la iba a terminar lastimando, y mucho peor de lo que ya estaba.
Obviamente no se lo iba a preguntar directamente, solo éramos un doctor y una paciente que habían tenido interacción varias veces, pero, si yo notaba algo, debía reportarlo, así era nuestro código. Lo hice con Baker, y si no había nada detrás que lograra sacarla de un problema, al menos la haría sentir un poco mejor para que ella fuera saliendo de su situación por sí sola. Que viera que había otras maneras de llevar la vida, no de la mano de un niño que de seguro no sabía el valor que demostraba la mujer que tenía al lado.
—¿Los abuelos no vendrán por tu cumpleaños?
Miré a Aurora por el retrovisor del auto. Tenía los labios llenos de helado de vainilla.
—No, pero de seguro vendrán para el tuyo el mes siguiente.
—¿Y nosotros no podemos ir allá?
Agarré el volante con fuerza y dejé de respirar por un segundo. Nunca me había hecho esa petición. Aunque le había dejado claro de pequeña que por el momento no podíamos volver, nunca había tenido curiosidad por ir a Italia.
—Yo... no lo sé, Aurora. No tenía en mis planes ir pronto a Italia —le hablé con sinceridad.
—¿Aún te duele lo que pasó con Anna?
El corazón se me detuvo un segundo al escucharla hablar con tanta profundidad. Si bien sabía lo que pasó con su madre, porque yo siempre había sido sincero y abierto con ella, llevábamos mucho tiempo donde no tocábamos temas así.
—Me duele más lo que pasó con tía Emma.
Y no era mentira. Eso me dolía muchísimo más. Lo de Anna ni siquiera me importaba. Me dolía por lo que le hizo a Aurora, me decepcionaba que haya actuado como lo hizo, pero me dolía más no tener a mi hermana conmigo.
—De seguro tía Emma estará feliz de que vuelvas para visitar a nuestra familia.
Le regalé una sonrisa a través del espejo.
—De seguro que sí.
Me sonrió de vuelta y volvió a enfocar su atención en el helado. La miré por unos segundos más hasta que volví a enfocar la atención en la autopista. Podía odiar a Anna, bueno, odiar era un sentimiento muy fuerte y por ella no sentía nada, pero al menos le agradecía que haya hecho algo bueno en la vida y me haya dejado algo por que luchar todos los días. Alguien por quien podía demostrar amor y recibirlo con la misma intensidad.
Llegamos a casa de los Baker y Mason nos abrió la puerta con una sonrisa divertida.
—Espero que te guste la carne quemada, tío Nico, porque papá se tiene un lío con la parrilla.
—¡Eso no es cierto! —el grito de Jacob llegó hasta la puerta—. ¡La carne está espectacular!
Mason soltó una risilla malvada y tomó a Aurora de la mano para llevarla hacia el salón. Cerré la puerta a mi espalda y los vi pelear por los controles de la consola.
—Tú tomas el control rosado y yo el azul. —Mason le pasó un control.
—¿Por qué tú el azul?
—Porque quiero.
—¿Insinúas que el rosa es para niñas?
—Insinúo que da igual el color. —Johana se los arrebató—. Hora de comer.
Me abrazó cuando me vio en el pasillo y nos llevó a la cocina. Otros amigos que teníamos en común nos sonrieron cuando nos vieron llegar a la mesa.
—Íbamos a traer un pastel un poco fuera de lugar, pero luego recordamos que tu vienes en paquete.
Negué con la cabeza, sonriendo, y le presioné el hombro a Ben cuando me senté a su lado.
—Me hace de escudo para sus tonterías.
—Y no es chiste. Deberías disfrutar un poco más de la vida, Bianchi.
—¿Hablamos de disfrutar cuando se refieren a alcohol y fiestas?
—Exactamente —Will y Ben dijeron al unísono.
—Les recuerdo que por salir de fiesta una vez, terminé con cierta chica rubia pisándome los talones.
Los tres miramos a Aurora cuando corrió hacia mí para que Mason no la tocara con un insecto.
—¡Es asqueroso! ¡Tiene muchas patas, no dejes que me toque!
—Es solo una mariposa, llorona. —Mason le acercó la mariposa al brazo y las patas se le adhirieron a la piel.
Ella vio el insecto con asco e intentó apartarse más. Yo hice lo posible por no reír, porque sí, me generaba gracia la situación, y subí a Aurora a mi regazo.
—¡Mason! —Su mamá lo señaló con un cucharón de madera—. Deja a tu prima en paz y te quiero sentado en la mesa, no voy a repetirlo dos veces —le habló en español demasiado rápido. Tanto que debía de hacer un esfuerzo por captar lo que decía.
Mason soltó la mariposa de mala gana y ella empezó a volar por la casa para encontrar una ventana abierta. Cenamos de la carne un poquito —un poquito bastante— pasada de fuego por Jacob, y después de horas de plática donde mi mente había pasado más pendiente de una habitación de hospital que del cumpleaños, pasamos a cantar cumpleaños.
Las velas iluminaban la mesa y los rostros de las personas. Todos cantaban a la vez y yo los observaba desde el otro lado de la mesa. Mi mirada se detuvo en Aurora, que me miraba con una sonrisa enorme a la vez que cantaba.
A veces me preguntaba si había hecho un buen trabajo con ella, si había sido un buen padre, pero solo necesitaba una de esas sonrisas para que toda duda desapareciera de mi cuerpo.
—La primera rebanada es para alguien especial del cumpleañero. —Johana partió el pastel con un cuchillo enorme. No tenía dudas de que ese cuchillo dormía debajo de su almohada en caso de que soñara con que Jacob le era infiel con otra mujer.
Aurora se inclinó sobre la mesa y miró al pastel con una sonrisa tímida. Sabía que esa primera rebanada iría para ella. Seguimos conversando en la mesa con intervalos de trozos de pastel, y después de un rato de plática, me giré hacia Jacob que estaba sentado a mi lado.
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Editado: 20.11.2024