Where'd All The Time Go?
Dr. Dog
𝐎𝐥𝐢𝐯𝐢𝐚
Era mi turno de jugar al «yo nunca», así que hablé en voz alta para que todos escucharan. Ya ni sabía cuántas botellas llevaba encima, pero eran suficientes para olvidar toda la mierda que me envolvía y ensuciar a unos cuantos que me jodían.
—Yo nunca me he acostado con el novio de mi mejor amiga, he quedado embarazada de él y he abortado porque mi sueño por ser porrista importaba más que cualquier mierda en mi vida.
Las personas alrededor abrieron los ojos con sorpresa. De reojo vi como mi hermana mayor se movió inquieta en el sillón de al lado. Se llevó el vaso a los labios y me dio una mirada de advertencia. Yo le sonreí antes de hablar.
—¿Qué pasa, Stell? Sabes que yo hubiera sido una tía fantástica, ¿cierto?
Las demás porristas se sorprendieron al saber que la historia venía de su capitana de equipo. La miraban con estupefacción y terror al imaginarse algo así viniendo de la perfecta Stella.
—Eso no es cierto, vas demasiado borracha.
—Lo suficiente para tirar verdades.
Stella se levantó y me tiró su vaso con cerveza encima. Levanté las manos con desconcierto cuando sentí la espuma del líquido caer por mi piel.
—Yo nunca he sido rechazada por mis padres porque no era una hija deseada, ni me han dejado abandonada en un supermercado con la excusa de que iban muy cansados como para acordarse de su hija que era un dolor de cabeza. De seguro ni de su sangre has de ser.
Las personas empezaron a reír y a soltar balbuceos similares a un «uuuh». Sentí como el efecto del alcohol desapareció de mi sistema y el enojo y decepción aparecieron en cambio. Sabía que me había pasado con lo que dije de ella. Pese a que iba con muchísimo alcohol encima, era consciente de que la jodía cuando lo decía, pero eso no era ni la mitad de lo que ella me hace sentir a mí.
Ese sentimiento de inferioridad, ese sentimiento de que ella se creyera perfecta, superior, cuando en realidad tenía un montón de errores que no dejaba que nadie viera, porque no podía ser la decepción de mamá y papá.
Me levanté del sillón y le hablé en la cara.
—Que te jodan, Stella.
—Ese honor no lo tendrás tú, Olivia, así que desaparece de mi vida.
—¿Olivia?
Me giré hacia mi compañera de la facultad.
—¿Me estás escuchando?
Volví a ver a la chica de cabello castaño que estaba sentada en una banqueta en el parque interno de la facultad. Era igual a Stell: mismos rasgos, misma delicadeza en el rostro, misma sonrisa...
Extrañaba demasiado esa sonrisa, pero yo fui quien la desapareció de mi vida por mis errores.
A veces las inseguridades hacían que cometieras acciones de las que luego te arrepentirías.
Y yo me arrepentía, muchísimo.
—Lo siento, ¿qué decías?
—Las fotografías, debemos tomar algunas para el proyecto.
Mierda, tenía la mente enfocada en el recuerdo de la fiesta donde se armó todo el lío de mi vida, que se me olvidaba que la fecha del proyecto es en unas semanas. Con costos pude volver de nuevo a clases con normalidad, con una que otra advertencia de Logan de por medio. Me sería difícil sacar de mi tiempo para ir a algún lugar a tomar fotografías.
—Igual el trabajo es individual, pero te lo recordaba por si lo habías olvidado. Si quieres podemos ir a algún lugar juntas y ayudarnos con el proyecto.
—Quedan un par de semanas, ¿cierto? —Cambié el tema.
—Hay que entregarlo antes de que inicie el verano.
Me quedaban mucho más de dos meses. Tenía tiempo para pensar.
Miré el auto de Logan estacionarse al frente de la entrada principal y recogí todas mis cosas para irme. Me despedí de Amanda, prometiéndole tener una respuesta para el proyecto lo más pronto posible, y luego caminé hacia el auto.
—¿Qué tal la facultad? —me preguntó con una sonrisa cuando subí a su lado
Me sorprendió su pregunta, pero lo dejé pasar.
—Normal, tengo muchas cosas que hacer, en el tiempo que estuve en casa se me olvidaron los pendientes que tenía.
—Si necesitas salir de casa...
—Te avisaré —lo interrumpí. No quería la misma plática de siempre.
Logan asintió con la cabeza y se enfocó en conducir.
Veía por la ventana a los pájaros volar por en medio de los edificios. Eran tan libres, volaban por donde quisieran, cuando quisieran... A veces me relacionaba con ellos, pero no como esos que estaban volando por los edificios, no, sino como esos que vivían en jaulas por años. Esos que saltaban de una pequeña rama a otra en medio de las rejas que los separaban de los enormes árboles. Esos que no tenían opinión de nada, ni opción de nada más que no fuera volar por esas pequeñas cajas.
Yo era uno de esos pájaros.
Llegamos al apartamento y Horus nos maulló alegremente cuando nos vio entrar.
—¿Me extrañaste? —Lo tomé en brazos.
Él era lo único que me brindaba una ola de paz y cariño. El amor de él era el más puro que había.
—No se levantó de tu sillón desde que te dejé en la facultad.
Le sonreí a Horus y le revolví los pelos grises de la cabecita. Parecía una nube esponjosa de las que se formaban en la tormenta. Logan tomó su chaqueta del perchero y se giró hacia mí.
—Iré por unas cosas a la tienda, ¿quieres algo?
¿Lo picó algo? ¿O por qué estaba tan atento y tan conversador?
—Lo de siempre.
Asintió con la cabeza y dejó un beso en mis labios. Si Horus tuviera cejas, podría jurar que elevó una con desconcierto. Lo vimos salir por la puerta y me quedé mirando a la pared con extrañeza.
El vivir con Miller era como un juego de tenis: de un lado la raqueta mostraba tranquilidad y del otro mostraba desastre. Un segundo la pelota estaba en un lado y al otro estaba en el contrario.
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Editado: 20.11.2024