Sign of the Times
Harry Styles
𝐎𝐥𝐢𝐯𝐢𝐚
—Mira, pero si son la pareja de la cual han estado hablando toda la semana.
Logan tomó mi mano con fuerza y me guio hacia el grupo de personas que estaban alrededor de una fogata.
Insistió durante las dos semanas para que aceptara, de mil formas diferentes; regalos, cartas, chocolates, flores..., cualquier cosa que viniera de un chico normal, porque claramente él no lo era.
Era como un huracán con mucha magnitud que arrasaba con todo. Era como una sustancia tóxica que no podías tocar, pero que tenía un color tan hermoso que daban ganas de beberlo.
Yo no estaba enamorada, por supuesto. Llevaba dos semanas hablando con él cuando me interrumpía por los pasillos o se escapaba de sus clases para estar conmigo en mis tiempos libres, pero me atraía ese aire que emanaba. Era como si con él pudiera ser quien era sin sentirme juzgada, podía hablar de lo que fuera que él no iba a apartar su rostro del mío un segundo y siempre estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por tenerme a mí o mi atención.
Era algo tóxicamente atrayente.
—Vengan, estábamos a punto de contar historias.
Nos sentamos al lado de los demás, formando un círculo alrededor de la fogata. Las horas empezaron a pasar y cada vez se iba haciendo más oscuro. Los animales nocturnos comenzaron a salir, las ramas emitían sonidos con el viento y las hojas crujían alrededor cuando pequeños conejos o ranas saltaban sobre ellas.
El reloj marcaba las 11:55 p.m., hora para que debiera de estar en casa, pero de seguro mamá y papá estaban tan ocupados revisando que la rutina del juego de mañana de Stella estuviera perfecta, que se brincaron el tema de que su hija menor de dieciséis años no estaba en su habitación, sino más bien en un bosque espeluznante, rodeada de semi extraños y tomada de la mano con un chico dos años mayor que podía ser la llave a mi perdición y mi ruina.
—Bueno —uno de los amigos de Logan llamó la atención de todos—, hora de ir a casa, ¿no?
Intenté levantarme, pero Miller me tomó del brazo y me devolvió a su lado.
—Tú no, Olivia.
Me extrañó que los demás nos dieran una última mirada antes de irse, sin siquiera despedirse. Logan esperó a que todos desaparecieran por el sendero y luego se puso de pie, tomándome la mano para levantarme con él.
—¿Por qué no nos vamos?
Era una persona que toda su vida había sabido arreglárselas sola. Había tenido valentía y agallas, pero el estar con él, de noche, en un bosque solitario, hacía que esas cualidades desaparecieran.
—Haremos algo que las nuevas parejas del grupo siempre hacen.
Me quedé extrañada cuando no sabía de qué hablaba. ¿Era un tipo de acto romántico? ¿O sexual? ¿Y por qué en el bosque? ¿O por qué utilizó el término «pareja»?
—No entiendo de qué hablas, Miller.
—Es como... un ritual.
—¿Ritual?
—De unidad.
Lo miré con las cejas fruncidas. ¿Me estaba hablando en serio? ¿Esta gente se creía que estaban en un grupo espiritual? ¿De qué película se lo sacaron?
—Logan, llevamos dos semanas saliendo, ¿por qué haría algo así contigo?
—Porque estoy enamorado de ti.
Lo miré pasmada, incrédula. ¿Cómo podía enamorarse de alguien como yo? ¿Y en tan poco tiempo?
—Y quiero que tú lo estés de mí, y créeme que lo harás.
No me dejó responder. Pasó una cuchilla por la palma de mi mano cuando el reloj marcó la media noche y dejó una línea en mi piel que empezó a sangrar. Me quedé inmóvil cuando hizo lo mismo con la de él y tomó mi mano para juntarlas. La sangre de ambos se fusionó y cayó en pequeñas gotas espesas sobre el fuego de la fogata. Las llamas crecieron más cuando el rojo carmesí cayó sobre ellas.
Lo observé con espasmo cuando él se quedó mirando las llamas fascinado, y cuando volvieron a su tamaño normal, se giró hacia mí con una sonrisa un tanto extraña.
—Así siempre estaremos juntos, Olivia. Siempre.
Miraba la pequeña cicatriz en mi mano derecha.
Un estúpido juego de un grupo mentalmente enfermo me provocó portar una cicatriz de por vida en la mano. Esa, más las cicatrices interiores. Esas que no se podían ver, pero que dolían más que las de afuera.
Al inicio lo vi estúpido, lo tomé como algo que ellos vieron en alguna película de ficción, algo sin sentido. Pero, al pasar los años, me había puesto a pensar si esa acción que hicimos Logan y yo en esa fogata era lo que nos mantenía juntos hoy.
Sonaba estúpido, lo sabía, pero ¿qué otra razón había para estar juntos? Sí, él estaba obsesionado conmigo y yo lo aceptaba, no era ciega como para no notarlo. Desde que me perseguía por los pasillos de la secundaria lo sabía, pero lo dejé pasar. Pues ahora el dejarlo pasar me estaba jodiendo la vida, porque ya no solo portaba la cicatriz en mi mano, sino varias por todo mi cuerpo.
Y dolía. Dolía ser el muñeco de alguien más, dolía valer tan poco, pero cuando no sabías cómo actuar, cómo salir, llegaba un punto en el que te daba igual el dolor, porque habías aprendido a sobrellevarlo, a soportar.
Cuando la vida ya no te sonreía, cuando ya no sentías motivación por nada más, dejabas que todo avanzara como quisiera, dejabas girar la ruleta y que fuera el destino quien tomara la siguiente acción, y no te preocupas por la decisión. O, tal vez sí, pero no podías hacer nada para cambiarla, porque ya no tenías energías para seguir.
Así me sentía ahora: sin un motivo por el cual seguir. Pero tampoco me podía rendir, porque tampoco sabía cómo hacerlo.
—Tenemos la siguiente hora libre —anunció Amanda de pie frente a mí.
Aparté la mirada de mi mano y la observé.
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Editado: 20.11.2024