The Exit
Conan Gray
𝐍𝐢𝐜𝐨
—¡¿Dónde está mi sobrina favorita?!
La cuchara que iba hacia mis labios quedó a medio camino cuando escuché la irritante voz de mi hermano mayor. Varios pasos se escucharon por la puerta principal y nosotros nos giramos hacia ellos. Me sorprendí cuando vi a mamá y papá al lado de Enzo. Pensé que no vendrían a Nueva York este año.
—¡Abuelo!
Aurora bajó del banquillo y corrió hacia papá, que la esperaba con los brazos abiertos. Era indescriptible la conexión que tenían ambos. Ni siquiera con sus tres hijos había sido así de amoroso, y eso que era un padre increíble.
—Dijiste una semana antes, no casi dos —le reclamé a Enzo cuando llegó a mi lado en la isla.
—¿Ah sí? El avión llegó antes. —Me besó la mejilla con mucha fuerza.
Me aparté de mala gana y tomé una servilleta para limpiarme. Enzo rio cuando vio mi expresión de molestia, expresión que desapareció cuando mamá entró en mi punto de visión para abrazarme.
—Estás guapísimo, cariño —me abrazó con fuerza—, pero ya no te queda nada del bronceado de la playa, Niccolò.
Me examinó toda la cara y recorrió cada parte de mi piel que tenía a la vista.
—Llevo años sin tocar el mar, mamá.
—Y el de aquí no es como el de Italia, o al menos eso piensa papá.
Aurora llegó en los brazos de papá y él la apartó un segundo para abrazarme.
—¿A quién le importa si se le va el bronceado o no? —protestó él—. Lo repito cada vez que vengo: mira la vida que tienen aquí. —Recorrió el inmenso y abierto apartamento con la mirada—. Hicieron lo correcto saliendo de allá. No es el mismo ambiente tranquilo que la playa en Varazze, pero mira qué vistadas tienen al mundo.
Aurora bajó de sus brazos y se lo llevó tomado de la mano para abrir los ventanales de la terraza.
—¿Quieren algo de tomar?
—Ya tardabas, fratellino —Enzo exclamó con sarcasmo y con la cara apoyada en el mármol de la isla—. Vengo seco del vuelo.
—Tuviste que haberte quedado en Italia. —Abrí la refrigeradora para darles algo de beber.
—Neh, me hubieras extrañado.
Claro que sí, pero no se lo diría. Me molestaría con eso por meses.
Pedimos pizza para la cena —para que criticaran la diferencia de la pizza de aquí con la de Italia, siempre hacían lo mismo— y nos sentamos en el salón a conversar y esperar a que llegara la comida. Ya me hacían falta estas noches de conversaciones en familia, aunque siempre sacaran algo extraño de ellas.
—¿Y qué han hecho todos estos meses sin vernos? —preguntó mamá.
—Yo, ir a la escuela y jugar con Mason.
—Aparte de robarle la paciencia a Luciana —la molestó Lorenzo.
Aurora lo miró con las cejas fruncidas y después lo ignoró.
—Y papá, pasar en el hospital y almorzar con una amiga.
—¿Amiga? —mamá preguntó a la velocidad de la luz, con sorpresa.
Me quedé inmóvil en el sillón y un segundo después fingí normalidad. Se venía una conversación incómoda, aunque Livvie fuera solo una amiga. Con los padres siempre sería igual, no importaba la edad que tuvieras, pero sucedía peor si tenías un hermano como Enzo y una hija como Aurora, que no se les escapaban los detalles.
—Je, je, Nicki tiene una nueva conquista.
—No me llames «Nicki» —amenacé a Lorenzo— y no es una nueva conquista. Es una amiga. —Le resté importancia para que no indagaran más.
Mamá y papá se miraron entre ellos, con complicidad y curiosidad. Suspiré cuando sabía que se venían un montón de preguntas incómodas e innecesarias.
—¿Cómo se llama? —empezó ella.
—¿Acaso importa? Cuando les hablé de Johana no se interesaron tanto.
—Porque tiene novio. Sabíamos que por esa parte no iba a haber ninguna movida.
—Y por la parte de Olivia tampoco —dije con obviedad.
—Olivia... —Enzo hizo una burbuja con el chicle y la explotó, haciendo un ruido irritante.
Parecía más yo el mayor que él. Los genes se equivocaron un poco.
—¿Es de aquí? —siguió preguntando Alessandra.
—De Montana, pero ha vivido desde adolescente aquí.
—¿Trabaja? ¿Estudia?
Los miré a todos con incredulidad cuando vi que se tomaban el tema en serio.
—Contesta, Nicki.
El humor tranquilo que tenía antes de que llegaran se empezaba a evaporar. Y vale que era bien difícil que algo me hiciera enojar de verdad.
—Estudia fotografía —respondí de mala gana.
—¿Cuántos años tiene?
—Veintidós, cumple veintitrés en verano.
Enzo empezó a contar la diferencia de edad con los dedos.
—Cinco años de diferencia... —dijo con un tono de voz pensativo—. No es tanto. Angela y yo nos llevábamos diez años.
—Y era mayor —tosió papá.
Aurora soltó una risilla pequeña y Ricciardo le sonrió divertido.
A mí no me hacía tanta gracia; al contrario. Me molestaba la situación, porque me hacía sentir expuesto. Y, por otra parte, me molestaba que me hicieran preguntas y no poder darles una respuesta, porque no las tenía. Ella había sido muy cerrada con eso, apenas y me había contado su situación con Logan. Y yo sabía que no era fácil hablar, porque en su momento a mí me había costado hacerlo.
Cuando Emma murió, las palabras parecieron desaparecer de mi cerebro. Todo lo que conocía conforme a la comunicación pareció volverse negro, y sabía lo difícil que era confiar en alguien y hablar sobre lo que te lastimaba. Pero, aunque sabía que tenía que darle su espacio y su tiempo, quería saber sus cosas. Quería ser su amigo en todo el sentido de la palabra.
—¿Qué hay de su familia? —preguntó mamá con curiosidad.
Sabía que tenía un motivo para hacer las preguntas, pero su emoción e interés no la dejaban pensar y ver la situación con claridad.
—Solo una hermana mayor, creo —dudé al hablar. Aquí era donde empezaba a tener que buscar una respuesta que me costaría encontrar.
—¿Y sus padres? ¿Está casada?
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Editado: 20.11.2024