For Your Love
Maneskin
𝐎𝐥𝐢𝐯𝐢𝐚
—El primer trozo es para alguien especial del cumpleañero —dijo la madre de Nico mientras partía el pastel.
Ella se había encargado de hornearlo y hacerlo especialmente para mí. Incluso las velas eran preciosas, tenían formas de estrellas de mar en las puntas. Nunca hubiera visto unas así en mi vida de no haber venido aquí.
Pasé mi dedo por el glaseado de la primera rebanada y lo llevé a la punta de la nariz de Aurora antes de pasarle el plato.
—¿Tienen algún tipo de planes? —nos preguntó Riccardo.
—Beber hasta el otro día, por ejemplo —dijo Lorenzo en el pasillo—. Buenos días, familia. Livvie —me pasó una cajita pequeña con un lazo—, feliz cumpleaños.
Le sonreí y quité el listón para abrir la tapa. Dentro había algunas calcomanías playeras.
—Son solo accesorios —aclaró—. La de Nico y la mía también tienen algunas.
—¿Qué cosa?
—Nuestras tablas de surf.
Abrió la puerta corrediza de la cocina y enseñó una tabla de surf que nunca había visto. Era de colores verdes con negro y del mismo tamaño como con la que había estado practicando estos días.
—Ya que Nico planea seguir viniendo de vacaciones, tenías que tener tu propia tabla.
Mi sonrisa se expandió y me levanté del banquillo para abrazarlo. Los ojos de Nico se fijaron en los lugares donde su hermano ponía sus manos, pero solo le gustaba jugar al celoso. Enzo hasta me había hablado de una chica de la playa que le llamaba la atención, pero que no estaba seguro en si dejar que algo funcionara o no.
—Ahora —dijo Lorenzo cuando nos apartamos—, ¿lista para cantar?
—¿Cantar?
Nico me señaló la escalera con la cabeza y yo lo seguí. Subimos a la segunda planta y entramos a su habitación. Era preciosa, estaba al lado de la de su hermana, con un balcón exactamente igual con vista al mar. Arriba de la cama tenía una clase de repisa donde había una tabla de surf colgando de la pared. Supongo que había sido la suya mientras era un niño y adolescente, porque era un poco más pequeña que la que tenía ahora.
Apoyó la maleta sobre la cama y la abrió para buscar algo.
—¿Qué buscas? —Lo abracé por detrás, besando su espalda.
—Espera.
Lo escuché mover las cosas dentro hasta que dio con algo. Se giró hacia mí y me puso un regalo en las manos.
—Feliz cumpleaños desde Nueva York.
—¿Es el regalo de Lana?
—Sí.
—¿Y qué tiene que ver esto con cantar?
—Solo ábrelo y deja de hacer tantas preguntas.
Rodé los ojos y abrí la bolsa de regalo. Adentro había un juego de ropa y algo parecido a unos boletos.
—Esos boletos… ¿No me estás enviando de vuelta a Nueva York, cierto?
—Qué cínica que eres. Claro que no. Léelos bien, si quieres te presto mis lentes.
Lo empujé por el hombro y saqué los boletos para leerlos. Creo que nadie había tenido una impresión tan fuerte como la que yo tenía al momento de leer la información de los boletos.
—¡¿Maneskin?! ¡¿Vamos a ver a Maneskin?!
Me estaba jodiendo. Conforme a nuestra convivencia él me había obligado a escuchar música en italiano para que aprendiera el idioma. Claramente aún me faltaba un montón, eran pocas las frases que lograba captar, pero en cuanto a la banda, adoraba sus canciones. Y algunas de ellas iban mezcladas con el inglés, así que les agarrabas el gusto.
—Sí. Los tiquetes los compré yo, pero Lana se encargó de comprar la ropa conforme a la temática del concierto y tus gustos. —Escaneó los papeles con una ceja enarcada—. Ahora, lamentablemente son tres boletos, así que podemos deshacernos de uno.
—El otro es de tu hermano, a mí no me engañas.
—Sí, pero podemos cambiar los planes…
—Nadie va a cambiar los planes. Tú te acoplas a ellos.
Cerró la boca cuando le di una mirada de advertencia. Nico lo amaba, pero sabía que después de anoche quería pasar el día solo conmigo, sin nadie más de por medio.
Nadie de la familia de él sabía lo que había pasado entre nosotros. Creo que ni nosotros sabíamos qué había pasado en realidad, solo nos daba gusto de que al fin pudiéramos besarnos sabiendo que el otro correspondería con la misma pasión. Claramente, lejos de los ojos de los demás.
No queríamos desordenar las cosas y primero debíamos ponernos ambos sobre los rieles antes de que los demás conocieran nuestra versión de la historia. Sobre todo, con su hija. ¿Qué pensaría ella de eso? De que me gustaba su padre.
—Como es tu cumpleaños te dejaré escoger a ti —me dijo Enzo. Se había ofrecido a hacer pizza para todos, así que estaba en la cocina preparando la masa—. ¿Pizza favorita?
—De piña.
Las miradas de todos los italianos que estaban en la casa cayeron sobre mí.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—¿Piña? —dijeron todos a la vez.
—¿No les gusta?
—¿Piña? —preguntó Nico sin poder creérselo—. ¿Pizza con piña? ¿Qué es ese crimen?
—¿Por qué? Sabe bien.
—Si sabes dónde estás, ¿cierto? —me preguntó Ricciardo—. Los neoyorquinos podrán comer pizza con piña; los italianos no.
—Pero no es algo solo de Nueva York. Un montón de personas alrededor del mundo comen pizza con piña.
—Exacto, un montón de personas alrededor del mundo, no en Italia.
En vez de sentirme mal por no encajar, era chistoso como parecían asombrados al pensar piña en la pizza.
—No sé qué es peor: que comas pizza con piña o que sea tu favorita —me dijo Nico casi ofendido.
Reí, no pude evitarlo.
—Vamos, ¿qué si Enzo le pone piña a la pizza ninguno come?
Todos negaron con la cabeza.
—Para empezar, yo no le pondría piña a la pizza. —Se escuchó una voz ofendida en la cocina.
—¿Ni siquiera porque sea mi cumpleaños?
—Precisamente por eso. No voy a dejar que comas tal cosa en un día tan importante.
Mi carcajada se escuchó por toda la cocina. Algún día los haría probar la pizza con piña y los haría unos fanáticos de ella. Estaba segura. A eso de las tres de la tarde —y después de comer pizza SIN piña—, todos tomamos actividades por separado. Nosotros tres nos preparamos para el concierto y Aurora jugaba ajedrez con sus abuelos en el salón, o al menos eso estaban intentando.
#1104 en Joven Adulto
#8452 en Novela romántica
amor miedos secretos, temas sensibles, ayuda bullying maltrato amistad tristeza
Editado: 22.02.2025