Solo cansada

Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos sentido cansancio. Un cansancio que parece penetrar hasta los huesos, que se arrastra en cada pensamiento y en cada movimiento. Un cansancio que no solo es físico, sino también emocional.

El cansancio físico es fácil de entender. Es el resultado de largas horas de trabajo, de noches de insomnio, de días llenos de actividad. Es un cansancio que se siente en cada músculo, en cada articulación, en cada fibra de nuestro ser.

Pero el cansancio emocional es más difícil de definir. No es algo que se pueda medir en horas de sueño perdidas o en kilómetros recorridos. Es un cansancio que se siente en el corazón, en el alma, en la esencia misma de lo que somos.

Es un cansancio que surge de las decepciones, de las pérdidas, de las heridas que llevamos en nuestro interior. Es un cansancio que se alimenta de nuestros miedos, de nuestras inseguridades, de nuestras dudas.

Es un cansancio que nos hace sentir como si estuviéramos cargando el peso del mundo sobre nuestros hombros. Un cansancio que nos hace sentir como si cada paso que damos nos costara un esfuerzo sobrehumano.

Pero a pesar de este cansancio, seguimos adelante. Porque sabemos que cada día es una nueva oportunidad, una nueva posibilidad. Porque sabemos que, a pesar del cansancio, hay cosas por las que vale la pena luchar.

Así que, aunque te sientas solo cansada, recuerda que no estás sola. Todos hemos estado allí, todos hemos sentido ese cansancio. Y todos hemos encontrado la fuerza para seguir adelante.

Porque el cansancio puede ser grande, pero nuestra capacidad para superarlo es aún mayor. Así que, aunque te sientas cansada, no te rindas. Porque cada día es una nueva oportunidad para superar ese cansancio y seguir adelante. Y siempre, siempre recuerda: No estás sola. Nunca estás sola.