El Anciano de los Días sonríe amargamente, sabe que es hora, conoce lo que sigue, entiende que no tiene sentido aferrarse a esa existencia, a ese cuerpo.
Camina hacia el nido, con pasos muy lentos y pesados, como si todo su cuerpo fuera una carga que pesara toneladas. Extiende su mano hacia el nido perforado y recuerda la leyenda de su pueblo. “Como último regalo al universo, agradeciendo por su generosidad en esta vida, ofrendamos nuestros cuerpos a los buitres, para que después de que sacien su hambre, sus alas lleven nuestra alma de retorno a las estrellas, lo hacemos para nunca olvidar la insignificancia, la fragilidad y la impermanencia que somos como humanos”.
Mientras los recuerdos de esa vida invaden al anciano, este toma el pequeño cuerpo del pichón y le habla al oído suavemente.
En un tono suave, Aquel Sin Forma pronuncia estas palabras en el oído del anciano, sabe que algo no anda según lo planeado. Está inquieto, sin total control de su Ruaj (poder) en este planeta, no puede asegurar que su objetivo inicial se lleve a cabo, pero la derrota no es opción.
Una de sus garras ya se encuentra apretando el cuello del anciano, mientras las uñas de su otra garra le atraviesan la piel y las costillas, lentamente se dirigen hacia el corazón, por ende a su objetivo, el núcleo álmico, pero cuando llegan a ellos, el Sin Forma se da cuenta que el corazón se encuentra detenido y el centro álmico, está vacío y de las manos sin vida del anciano, un pichón de buitre emerge, abriéndose paso entre los dedos de esas manos que el bosque tanto ama, el pichón extiende sus alas y ahora es adulto.
Aunque las sombras le atacan incansablemente, es impenetrable, un aura de un azulado pálido le rodea, repele, le protege y en su pecho, un núcleo álmico muestra el fractal que perteneció a aquel amado anciano.
El buitre vuela y se eleva, es inalcanzable ahora para aquel Sin Forma y aunque escucha el rugido embravecido de la bestia, no se detiene, aunque escucha a su bosque quebrarse de dolor, no se detiene, su misión es clara, el fractal debe retornar a su origen, el fractal será entregado a la fuente.
Alaridos iracundos se escuchan en todo rincón de la reserva, El Sin Forma estalla en cólera y el bosque pierde su color. - Así no era, no debía terminar de esta forma, no otra vez, debe haber algo, aún tiene que existir una posibilidad - Sus pensamientos le atropellan, uno tras otro, le van haciendo mella en su córtex, recuerdos de una y mil vidas llegan a él y es así cómo recuerda las palabras de su padre. “Yahveh, en el núcleo álmico, se encuentra el fractal de cada ser, aquel que llaman el sagrado y divino aliento, el que fue entregado por la fuente misma, cuando se desprendió de una parte de ella, para otorgarnos la existencia; Pero en la sangre, se encuentran la memoria y los registros de todas las existencias pasadas, presentes y futuras, incluyendo la primera. La posibilidad de encarnar más de una vez, es proporcional a la fortaleza en cada cadena de información contenida en el torrente sanguíneo, si accedes a la sangre, accedes a todos los registros de un ser, si destruyes los registros, destruyes su memoria, si destruyes la fortaleza de sus cadenas, destruyes su posibilidad de encarnar nuevamente, no lo olvides nunca, así el fractal haya dejado el cuerpo, en su sangre aún está la memoria y con ella la posibilidad de existir una y otra vez”
El Sin Forma mira el cuerpo sin vida que yace bajo sus pies, sonríe, con algo más parecido a una caja de alfileres que a una boca y recoge el cuerpo con sus sombras, una de las uñas de sus garras, atraviesa la piel del cuello del anciano, justo ahí, donde se encuentra el punto más directo y accede a su torrente, ahora estático y gelatinoso, en proceso de coagulación sin un corazón bombeando. Intentar acceder a los registros le toma más Ruaj (poder) del que pensó que tendría que utilizar, si fuera un humano corriente, tal vez ya habría accedido a sus registros, pero El Anciano de los Días, sabía lo que el Sin Forma intentaría y quizá por esto, piensa el bosque, es que le costó tanto trabajo caminar su último tramo y quizá por esto, piensa el viento que pasa tomando nota, su endeble cuerpo le pesaba toneladas.
En sus escondites todos los seres del bosque festejan en silencio, su amado anciano, su guardián y cuidador, no los había abandonado después de todo.
Mientras una podredumbre emerge de aquel saco sin forma y penetra en todas las direcciones por el cuerpo del anciano, los ríos y las flores se lamentan, pero no se mueven.
El bosque no entiende qué pasa, ya la menguante esfera plateada y blanca resplandece en el cielo y aun el cuerpo del anciano no es entregado a las raíces de sus árboles, ni a la humedad de su hierba. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Por qué El Sin Forma sigue dentro de aquel cuerpo?. Algo no anda bien, el bosque tiene miedo, un sabor amargo pasa por sus ríos y un presentimiento invade su tierra.
Cuando una ininteligible frase brota de la afilada hendidura de El Sin Forma, el bosque, sus ríos y el viento corren a contarle a sus guardianes que el sin forma tiene en su haber, lo que quedó de los registros del anciano. Pero aun así, saben que es demasiado tarde.
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Editado: 09.03.2025