El cielo era completamente gris, las nubes blancas, el sol ¿Oscuro?. La tierra era gris, solo las flores eran de un rojo intenso como la sangre. Una inmensa pradera roja.
Unos kilómetros adelante un ser misterioso flotaba, se encontraba a quizás treinta metros en el aire. Cerca de el se levantaba un pasillo formado por árboles grises y marchitos.
El viento no soplaba allí, el tiempo estaba paralizado. Todo estaba en completa calma.
—¿Matt?— Dijo Allison —¿Será el un portador?.
—Podría ser— Dijo contemplando la inmensa pradera —Thorne dijo que eran hostiles pero desde aquí parece buda o algo por el estilo.
—Será mejor que no lo molestes— Dijo una voz siniestra — A él no le gusta ser molestado y menos por forasteros perdidos.
Matthew se quedó helado por el miedo, fue sorprendido por esa fantasmal voz.
—¿Quién dijo eso?— Dijo Matthew aterrado.
Esperó pero no contestaron nada. Buscó con la mirada pero nada, fue como si el viento le hubiera susurrado eso. Allison se paró junto a Matthew.
—¿Qué pasa?.
—¿No oíste esa misteriosa voz?.
—No… ¿De que hablas?.
—¡Largo! —Un grito diabólico les azotó los tímpanos — ¡Largo forasteros!.
Allison quedó helada y Matthew le recorrió un gran escalofrío. Sentían una fuerte presencia detrás de ellos pero ningunos de los dos se atrevían a voltear. Alguien se acercaba con pesados pasos, estaba justo detrás de ellos. Alguien paso entre ellos dos, una mujer de cabellos negros cortos y aspecto espectral.
—Síganme — Dijo en una susurro fantasmagórico.
La mujer caminaba o más bien se deslizaba entre las rojas flores. Matthew y Allison se miraron y decidieron seguirla. Cuando la vieron con más detenimiento se dieron cuenta de que era una niña de no más de diez años. Llevaba puesto un vestido sencillo de un color rojo que hacia resaltar su piel blanquecina.
La niña tarareaba una escalofriante melodía. Caminaron durante lo que pareció una eternidad, aún así parecía que no se acercaban ni un centímetro al extraño ser.
De pronto se detuvo y los miró con unos penetrantes ojos grises. Estiró el brazo hacia adelante y el viento hizo ondulaciones similares a la de una piedra perturbando las tranquilas aguas de un estanque.
—Si lo que desean es pasar — Dijo la niña— Primero deben ser juzgados por el Fractum.
—¿Fractum?— Dijo Matthew confundido— Hablas del libro llamado Fractum.
—Pronto descubrirás que el Fractum es más que un simple libro— Dijo la niña— El Fractum lo es todo y a la vez es nada. La culminación de millones de años de sacrificios y ritos.
—No te entiendo, niña— Dijo Allison.
—No es necesario que seres inferiores lo entiendan— Dijo en un susurro— Ahora sean juzgados.
Matthew sintió una pesadez en el cuerpo, bajo sus pies apareció una especie de limo tan oscuro como el propio espacio cósmico de dónde provenía esas criaturas inmundas. Luchó para liberarse de ese limo maldito pero era imposible. Pronto comenzó a hundirse en el suelo, para cuando se dio cuenta ya estaba casi todo su cuerpo dentro.
—¡Allison!— Gritó desesperado.
Allison ya se encontraba completamente dentro de esa sustancia blasfema.
Antes de hundirse completamente miró a la niña, ella estaba llorando.
Allison abrió los ojos, todo a su alrededor era un páramo desolado. Estaba oscuro, el cielo tenía una tonalidad algo rojiza cómo de atardecer. Cerca de ella se erigía una casa de dos pisos algo maltrecha, en el porche se encontraba una persona de pie, un sujeto extraño vestido solo con jeans y tenis. Tenía una venda en los ojos, su piel era ceniza, tenía tres dedos en las manos y estaba un poco encorvado.
Allison quiso dar vuelta y correr pero alguien le susurro al oído.
—Si pasar quieres debes ser juzgada primero — Dijo un susurro — Solo así saldrás de aquí, solo si eres digna obvio.
—¿Y si no, qué pasará conmigo?.
—Te convertirás en una hermosa flor de la pradera roja.
Allison no tenía opción y ella lo sabía bien. Tenía que entrar en esa aterradora casa con el sujeto raro. Caminó hacia ella, casi al llegar el hombre entro a la casa. Allison subió los escalones de madera mismos que hacían un rechinido molesto. Entro a la casa directo a una abrasadora oscuridad.
Dentro solo unas cuantas velas iluminaban el corredor. En una pequeña mesa había una vela roja, Allison la tomó y encendió, el corredor parecía no tener final, caminaba y caminaba por ese corredor oscuro, las velas se habían terminado ya hace tiempo, solo quedaba la que traía ella. Al fin llegó a un recodo, lo tomó y logró mirar al extraño hombre de hace rato.
—El es quien te juzgará — Dijo de nuevo el susurrante — Si logras el objetivo regresaras a la pradera si no te convertirás en parte de ella.
El sujeto entró a una habitación a su costado, Allison se apresuró a seguirlo. Entró al comedor de la casa.
—¿Qué es este lugar?— dijo la pelirroja.