Los patrones comenzaron a cambiar. No con violencia, sino con una sutileza que Luna no podía ignorar. Algunos fragmentos —aquellos que había codificado en la primera etapa— estaban respondiendo. Pero no a ella. Respondían a algo más. A una frecuencia que no controlaba, pero que conocía.
No eran respuestas, eran ecos.
Ecos de un nombre que había intentado olvidar, o tal vez entender: Kahel.
Un nombre que no había surgido de los patrones, sino de un encuentro más antiguo, más íntimo. Uno que Chen había descartado como ruido en los datos, y que Luna, en cambio, había escuchado como una verdad imposible de procesar.
“Sabías demasiado,” susurró al vacío. Pero no estaba segura de si hablaba de Kahel… o de sí misma.
Los fragmentos que ahora aparecían eran distintos. Eran más complejos, como si tuvieran otra lógica, una que no provenía del Patrón. Llevaban palabras inconexas: "flujo", "transparencia", "corteza vacía", "ciclos que no giran más". No entendía sus significados, pero sí reconocía la sensación: no eran amenazas, eran advertencias. Del futuro. O del pasado.
El otro YoUna noche, mientras revisaba una secuencia de patrones fracturados, Luna vio algo imposible. Una figura proyectada, no por el sistema, sino por el propio entorno. Como un reflejo sin espejo.
Era ella. Pero no era ella.
Su silueta tenía algo distinto, algo... más libre. Y en sus ojos, había una calma que Luna no recordaba haber tenido jamás.
—¿Kahel? —preguntó, más por impulso que por certeza.
La figura no respondió. Solo extendió una mano, y en su palma, los patrones formaron un símbolo: tres círculos entrelazados, como órbitas fragmentadas.
En ese momento, Luna comprendió algo: Kahel no era un nombre. Era un estado. Una posibilidad. Un camino que ella había rechazado en su momento, por miedo, por lealtad, por amor. Pero que ahora, quizás, comenzaba a abrirse nuevamente.
Se incorporó con lentitud, sintiendo cómo la red que había sembrado empezaba a vibrar con una armonía desconocida. No estaba sola. Nunca lo había estado. Y aunque no entendía aún qué significaba esa nueva versión de sí misma, sabía que era una señal.
Kahel la había buscado en el pasado. Ahora, ella empezaba a buscarlo de vuelta.
—Sea lo que seas —murmuró, con la voz cargada de certeza—, abriremos esa puerta. Juntos. Aunque no sepamos aún a dónde lleva.