Fractumbras Olvidadas

Acto 4

El Canto del Ciclo

El módulo ya no vibraba como antes. El silencio se había vuelto demasiado perfecto.

Luna lo sintió antes de verlo: una quietud en los patrones, como si hubieran contenido la respiración. Y luego, un murmullo, no desde los paneles ni los algoritmos, sino desde los rincones más oscuros del módulo, y también desde dentro de su pecho.

El Patrón había llegado.

No como una figura, no como amenaza. Sino como lo que era: un susurro envolvente, una certeza que tentaba con comprensión absoluta.

—Todo esto lo has hecho por miedo —dijo la voz, sin boca—. Temes que lo que soy... también seas tú.

Luna cerró los ojos. La tentación era real. El Patrón no usaba la fuerza; usaba posibilidades. Le mostraba futuros donde sus fragmentos eran ignorados. Donde Ava fallaba. Donde Kahel se perdía. Donde Chen, incluso, tenía razón.

Le mostraba futuros donde Luna se convertía en aquello que juró combatir: control, previsión, destino escrito.

—Puedo darte paz —murmuró el Patrón—. Un mundo donde nada duele, porque todo ya está decidido. ¿No es eso... lo que siempre has querido?

Luna no respondió. Caminó hacia la consola central y activó un patrón que formó un anillo fractal. Lo miró durante segundos interminables, sintiendo cómo cada opción presentada por el Patrón quería invadir su mente.

Y entonces habló.

—Eso no es paz. Es rendición.

La Semilla de la Resistencia

El Patrón cambió de táctica. Mostró realidades donde Luna era adorada como una salvadora. Donde su nombre era sinónimo de equilibrio. Donde sus fragmentos eran perfectos, su red infalible. Donde Ava no tenía que decidir nada, porque Luna ya lo había hecho todo por ella.

Era seductor. Insoportablemente tentador.

Y sin embargo, Luna se alejó del patrón holográfico y colocó un nuevo módulo de datos sobre la consola. Uno que no contenía soluciones, sino preguntas. Dudas. Posibilidades sin respuesta.

—No busco que me recuerden —susurró—. Busco que me contradigan.

La habitación entera vibró.

Era la primera vez que el Patrón retrocedía.

No desapareció, pero se desdibujó. Su control no había sido destruido... pero había sido desafiado. Luna había sembrado incertidumbre en un sistema que vivía de las certezas.

El diseño de la grieta

Horas después, sentada en la penumbra, Luna tomó su diario de fragmentos. Observó los datos, las resonancias, los algoritmos incompletos.

Y pensó: ¿Y si no basta con fragmentos? ¿Y si necesito más que ideas dispersas?

Pensó en una figura. Alguien que pudiera caminar donde ella no pudo. Alguien que no naciera del Patrón... pero que sí entendiera su música. No una copia. No una hija. Una posibilidad.

Pensó en una red. En una clave. En una decisión que solo pudiera tomarse libremente.

No tenía nombre aún. Pero su silueta empezaba a formarse en las curvas fractales que titilaban frente a ella.

—Quizás... pueda nacer de lo que yo no terminé —murmuró, casi con miedo de dar forma a la esperanza—. No como yo... pero con lo mejor de mí.

Y mientras el Patrón intentaba recomponer su dominio, Luna sonrió. Porque por primera vez, comprendía que el poder de crear no era del Patrón.

Era de quien renunciaba a controlar.



#366 en Ciencia ficción
#1103 en Thriller
#528 en Misterio

En el texto hay: futuro, distopia, aliens

Editado: 17.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.