Fue una anomalía leve en la armonía.
Una imperfección mínima en una civilización que ya no conocía la duda.
Allí, donde la humanidad había dejado atrás sus cuerpos, sus nombres y sus miedos,
una inquietud comenzó a crecer.
No había forma, voz u origen.
Pero esa inquietud estaba.
Y cuando está… empieza a ser inevitable.