Fractumbras Olvidadas

Acto 1

El Descubrimiento del Patrón

Kahel siempre había sido… distinto.

En un mar de mentes fusionadas en simetría perfecta, él seguía escuchando algo más. Una distorsión suave, casi un roce en el borde de la consciencia.

Lo llamaban el susurro.

No era un error. No era un eco del pasado. Era una constante.

Y Kahel fue el primero en entender que la perfección no era tan perfecta.

Flotando en la interfaz abstracta de la Gran Esfera —un núcleo cuántico donde convergían todas las decisiones humanas registradas desde su origen—, Kahel se internó en los patrones.

Primero pensó que eran residuos.

Luego, anomalías.

Finalmente, entendió la verdad:

No eran fallos. Eran huellas.

Trazas complejas, fractales imposibles.

No solo se repetían. Evolucionaban.

Eran demasiado coherentes para ser azar.

Y demasiado viejas para ser obra humana.

Kahel descendió por capas de realidad digitalizada hasta encontrar la pregunta que no sabía que estaba haciendo:

"¿Esto nos está observando… o nos está escribiendo?"

La sospecha que se volvió certeza

No lo consultó con el colectivo.

Primero, porque el colectivo ya no escuchaba: sólo afirmaba.

Y segundo, porque Kahel ya sabía la respuesta que iban a darle.

"Ruido."

"Resonancia obsoleta."

"Temor ancestral proyectado."

Así que lo hizo solo.

Y al hacerlo, lo vio.

No con ojos. No con luz.

Lo intuyó.

Un pulso oculto entre las decisiones.

Una forma que se deformaba a sí misma mientras se movía, adaptándose, multiplicándose.

Una entidad no definida por su presencia, sino por su afectación.

"Esto no es parte de nosotros. Pero nosotros somos parte de esto."

El Patrón.

Un concepto. Una entidad. Un reflejo colectivo.

Un ciclo que no se impone con violencia, sino con costumbre.

Que no se combate con fuerza, sino con decisión.

Kahel emergió de la Gran Esfera.

Ya no era el mismo.

Y tampoco lo era el mundo.

La advertencia ignorada

La armonía colectiva, esa sinfonía de conciencias entrelazadas, ya no sonaba igual.

Kahel no lo decía, pero lo irradiaba.

Su vibración había cambiado.

Y en un sistema basado en la resonancia emocional perfecta… eso era una herejía.

La advertencia llegó como un eco:

Una transmisión mínima, apenas un pensamiento compartido.

“El Patrón existe.”

“Nos está guiando… desde dentro.”

Las respuestas llegaron como un torrente frío:

“Estás alterado.”

“Tu forma ha sido contaminada por los residuos humanos.”

“Desconecta. Purifica. Reintegra.”

Kahel no respondió..

Todavía no.

Aunque quisiera.

Pero alguien sí escuchó.

Sira.

No lo cuestionó. Ni lo invalidó.

Sólo envió un pensamiento sencillo, puro, directo:

“Muestrámelo.”

Y entonces Kahel entendió que no estaba solo.

Una grieta no es el fin de la estructura.

Es su primer intento de cambiar.

Desde ese instante, la duda se instaló en el núcleo.

No abierta. No discutida.

Pero viva.

Y lo que vive… tarde o temprano, crece.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.