El ruido a mi alrededor me impedía pensar, me había refugiado en el trabajo para escapar, trabajaba 20 horas al día, era la única forma de que olvidara, era la única forma de que mi mente dejara de divagar.
Salí a las 12 de la noche de la oficina como lo llevaba haciendo en los últimos meses, camine por las calles oscuras de Los Angeles camino a casa, saqué un cigarro de mi bolsillos y lo encendí, en mis 30 años de vida jamás había fumado, hasta ahora, era una forma desahogarme, si tenía suerte el humo del cigarro se llevaría una pizca de mi vida en cada calada.
El humo del cigarro se enredó en el aire frío de la noche mientras lo exhalaba lentamente, intentando calmar el caos en mi interior. Pero no funcionó. Nada funcionaba. El vacío en mi pecho seguía ahí, consumiéndome, recordándome que no importaba cuánto intentara llenar el espacio que Linda dejó en mí, jamás desaparecería.
—¿Ahora fumas? —La voz a mi espalda me hizo tensarme de inmediato.
No tenía que girarme para saber quién era. No tenía que verla para reconocer esa voz. Esa voz que había escuchado todas las noches en mi cabeza, esa voz que me había acompañado desde que tenía memoria, esa voz de la que llevaba enamorado 26 años.
Me quedé quieto por un momento, respirando hondo, tratando de prepararme, aunque fuera solo por unos segundos. No estaba listo para verla. No después de todo este tiempo, después de haber ignorado sus llamadas, sus mensajes, su existencia.
No después de haber pasado meses fingiendo que podía seguir adelante.
Finalmente, me obligué a girarme.
—Hola, Linda. Tiempo sin verte.
Mi voz salió neutra, como si no estuviera ardiendo por dentro, como si verla no me rompiera en mil pedazos.
Y ahí estaba ella, parada frente a mí bajo la tenue luz de la calle. Tan hermosa como siempre. Su cabello estaba un poco más largo, sus mejillas enrojecidas por el frío, envuelta en un abrigo grueso que la hacía ver más pequeña, más frágil. Más perfecta.
Me mataba.
—Hola, Chris —respondió, su voz cargada con una mezcla de alivio y reproche—. Tuve que emboscarte así porque no me dejaste otra opción. ¿Por qué me estás ignorando?
El dolor en sus ojos me golpeó como un puñetazo. Sabía que la estaba lastimando, pero no tanto como ella a mí al pararse frente a mí, al estar aquí, al existir en mi mundo sin pertenecerme.
Aparté la mirada, llevándome el cigarro a los labios.
—Necesitaba alejarme.
Fui honesto. No tenía sentido mentir.
Linda frunció el ceño.
—¿De qué?
Solté el humo con lentitud, tratando de mantener mi voz estable.
—De todo.
—¿De todo? —repitió, con incredulidad—. ¿De mí también?
La miré, sintiendo el nudo en mi garganta apretarse más fuerte.
—Sí.
El silencio que se formó entre nosotros fue abrumador. Pude verla procesar mis palabras, intentando comprender, intentando encontrar una explicación que pudiera encajar en su cabeza. Pero no la había. No para ella.
—¿Qué hice mal? —susurró.
Y entonces quise reír. Quise reír porque era irónico. Porque la única persona que jamás hizo nada malo, la única persona que siempre fue luz en mi vida, era la que me había dejado en la oscuridad.
No porque quisiera.
Sino porque nunca supo cuánto la amaba.
—No hiciste nada, Linda. —Mi voz se rompió apenas un poco, lo suficiente para que doliera, pero no tanto como para que ella lo notara.
Linda me miró con más intensidad, como si buscara en mi rostro una verdad que no estaba listo para darle.
—Entonces, ¿por qué me alejaste?
Bajé la mirada. No podía responderle eso. No podía decirle que la amaba, que siempre la había amado, que verla casarse con otro fue lo más doloroso que había vivido. No podía decirle que si la dejaba entrar de nuevo, no podría seguir reprimiendo lo que sentía.
No podía decirle que la única manera de no destruirme por completo era alejándome de ella.
Así que solo tragué el dolor y susurré:
—Porque así tenía que ser.
Linda parpadeó, confundida, herida.
—No lo entiendo, Chris.
—No tienes que hacerlo.
Me gire con la intención de irme pero Linda me retuvo con rápido, debí saberlo, así era ella, siempre buscaría una solución a los problemas, siempre querrá saber lo que esta mal, así era ella, era una de las tantas cosas que amaba de ella pero que ahora me lastimaban y me ahogaban.
—Háblame por favor, dime que pasa
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Editado: 10.03.2025