Fragmentos de lo desconocido

El misterio de las 3:15

En una pequeña ciudad costera, conocida más por sus tormentas que por sus atractivos turísticos, el detective Hugo Marín llevaba una vida tranquila, resolviendo casos de robos menores y disputas vecinales. Pero un día, una misteriosa desaparición pondría a prueba todas sus habilidades.

Era una fría mañana de otoño cuando Clara Benítez, una joven periodista, llegó a la oficina de Hugo. Su rostro pálido y sus ojos llenos de preocupación dejaron claro que no se trataba de un asunto común. Llevaba un sobre marrón en la mano, con el nombre "Hugo Marín" escrito en letras apresuradas.

—¿Detective Marín? —preguntó con un hilo de voz.
—Sí, ¿en qué puedo ayudarla?
—Mi hermano, Martín, ha desaparecido. Encontré esto en su apartamento. No sé qué hacer.

Clara colocó el sobre sobre el escritorio. Hugo lo abrió y encontró una nota escrita a máquina:

"El tiempo nunca se detiene, pero el mío quedó roto. Encuéntrame antes de que sea demasiado tarde."

Junto a la nota, había un reloj de bolsillo antiguo, con las manecillas detenidas en las 3:15. Hugo examinó el reloj con cuidado. El cristal estaba roto, y las agujas parecían haber sido detenidas a la fuerza.

—¿Cuándo fue la última vez que vio a su hermano?
—Hace tres días. Martín es puntual y siempre me llama, pero esta vez no lo hizo.

Hugo decidió comenzar por el apartamento de Martín. El lugar estaba ordenado, pero algo parecía fuera de lugar. Sobre la mesa de la sala había un calendario con una fecha marcada: 12 de octubre. Era el día de la desaparición. También encontró una llave pequeña, pero no había ninguna cerradura evidente que pudiera abrir.

—¿Sabe si su hermano tenía enemigos? —preguntó Hugo.
—No lo creo, pero estaba investigando algo sobre una empresa local, Cronos S.A. Me dijo que era importante, pero no quiso darme detalles.

Cronos S.A. era una empresa que fabricaba relojes de lujo. Hugo decidió visitarla, llevándose la llave consigo. Al llegar, notó que el edificio era imponente, con un gran reloj en la fachada que marcaba las 3:15, la misma hora que el reloj roto. Esto no podía ser una coincidencia.

Dentro, fue recibido por una secretaria que intentó desviar sus preguntas. Sin embargo, Hugo insistió en hablar con el dueño, Emilio Ferrer, un hombre de aspecto frío y calculador.

—¿Conoce a Martín Benítez? —preguntó Hugo, mostrándole una foto.
—No me suena el nombre.

Aunque Ferrer lo negó, Hugo notó un destello de reconocimiento en sus ojos. La conversación no llevó a nada, pero Hugo tenía un presentimiento. Decidió seguir investigando.

Esa noche, Hugo revisó nuevamente el reloj de bolsillo. Al abrirlo, encontró una inscripción diminuta: "Almacén 3, Puerto Viejo". Clara confirmó que Martín había mencionado el puerto en una ocasión. Sin perder tiempo, Hugo se dirigió al lugar.

El puerto estaba oscuro y desierto, excepto por algunos vagabundos y trabajadores nocturnos. Encontró el Almacén 3, una estructura abandonada con las puertas oxidadas. Usó la pequeña llave que había encontrado en el apartamento de Martín y, para su sorpresa, encajó perfectamente en un candado que aseguraba la puerta trasera.

Dentro, el almacén estaba lleno de relojes viejos y piezas mecánicas. En una mesa, Hugo encontró documentos que mencionaban a Cronos S.A. junto con transacciones ilegales. Mientras examinaba los papeles, oyó un ruido detrás de él. Al volverse, vio a dos hombres que lo observaban con expresiones amenazantes.

—No debería estar aquí, detective —dijo uno de ellos, avanzando con un arma.

Hugo reaccionó rápido, arrojando una caja de herramientas hacia ellos y corriendo hacia una salida lateral. Aunque logró escapar, sabía que estaba en peligro. Decidió contactar a Clara para advertirle, pero cuando llegó a su apartamento, la puerta estaba abierta de par en par.

—¡Clara! —gritó, entrando con cautela.

En la sala encontró un nuevo sobre, esta vez dirigido a él. Dentro, había otra nota:

"El tiempo es un lujo que algunos no pueden permitirse. Sigue buscando si quieres salvarla."

Ahora era evidente que Clara también había sido secuestrada. Hugo sabía que debía actuar rápido. Volvió a su oficina para revisar los documentos del almacén. Entre ellos, encontró planos del edificio de Cronos S.A. y una mención a una "sala del tiempo". Decidió infiltrarse.

A medianoche, Hugo entró al edificio por una puerta trasera. Siguió los planos hasta un sótano oculto, donde encontró la "sala del tiempo". Era un laboratorio lleno de relojes, con Martín y Clara atados a sillas. Emilio Ferrer estaba allí, supervisando a un técnico que manipulaba un reloj gigante.

—Ah, detective Marín. Llegó justo a tiempo —dijo Ferrer con una sonrisa sarcástica.

Hugo apuntó con su pistola.

—Libérelos ahora.

—¿De verdad cree que esto terminará aquí? —Ferrer chasqueó los dedos, y los dos hombres del almacén aparecieron detrás de Hugo.

Con una maniobra rápida, Hugo desarmó a uno de ellos y lo usó como escudo humano. En el caos, logró liberar a Martín y Clara. Mientras escapaban, Hugo activó una palanca que sobrecargó el sistema eléctrico del laboratorio, dejando a Ferrer atrapado en su propia trampa.




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