Fragmentos de lo desconocido

El viaje del alma

Sinopsis:

Claudia emprende un desesperado viaje de escape con su bebé, huyendo de una amenaza invisible. En medio de la tormenta, un encuentro inesperado con un extraño en la carretera cambia su destino. Lo que parecía ser una huida hacia la seguridad se convierte en una pesadilla que desafía todo lo que creía conocer.

La carretera se extendía como una serpiente oscura en la noche, su asfalto mojado reflejando las luces de los faros del coche. El sonido de las gotas de lluvia que golpeaban el parabrisas era constante, acompañando el zumbido monótono del motor. Claudia estaba al volante, con las manos firmemente sujetas al volante, su rostro tenso, como si un peso invisible la presionara. En el asiento trasero, su bebé lloraba, el sonido agudo y desgarrador llenando el aire. No sabía cómo calmarlo.

Miró por el retrovisor y vio a Luca, su pequeño, con los ojos llenos de lágrimas y la cara roja de frustración. Claudia intentó contener las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, pero no podía. Su mundo, que había sido una vez tan seguro y lleno de amor, ahora se había desmoronado.

Todo había comenzado unas semanas antes, cuando su esposo, Andrés, había desaparecido. Sin dejar rastro. Claudia había recorrido hospitales, comisarías y cualquier lugar en el que pudiera pensar que lo encontraría, pero nada. No había señales. Y entonces, como si la vida no pudiera ser más cruel, recibió una llamada. La voz al otro lado era firme, grave y llena de amenazas.

"Si no te vas, si no dejas todo atrás, no verás a tu hijo crecer."

Claudia había sentido el miedo recorrer su espina dorsal como una descarga eléctrica. Sabía lo que aquello significaba, sabía que no podía quedarse en la ciudad. Así que, con Luca en brazos, empacó lo esencial y comenzó su huida. El viaje hacia lo desconocido había comenzado.

Pero ahora, en medio de la tormenta, en una carretera desierta, Claudia no podía dejar de preguntarse: ¿era esta la mejor decisión? Había dejado todo atrás: su casa, sus amigos, la vida que conocía. Todo por escapar de una amenaza invisible que la perseguía, un hombre cuyo nombre y rostro no conocía, pero cuya presencia sentía en cada rincón de su ser.

El llanto del bebé se intensificó, haciéndola salir de sus pensamientos.

—Shh... tranquilo, Luca. Todo estará bien —susurró, intentando calmarlo mientras tomaba una curva cerrada.

El viento azotaba el coche con fuerza, haciendo que Claudia sintiera que el auto podría volcarse en cualquier momento. En la radio, la voz de un locutor se escuchó de repente, interrumpiendo el silencio que la rodeaba.

—Se ha reportado un accidente en la carretera 16. Se recomienda evitar el tramo entre las 12:00 y las 3:00 a.m. debido a malas condiciones...

Claudia frunció el ceño. Era la misma carretera por la que viajaba. Su estómago se encogió.

De repente, vio algo en la distancia. Una figura oscura, de pie en medio de la carretera. Un hombre. No tenía sentido; no podía ser una persona caminando a esa hora de la noche, especialmente en una tormenta como aquella. Claudia pisó el freno, deteniendo el coche a pocos metros del desconocido.

El hombre levantó una mano, pidiendo que se detuviera. Su rostro estaba parcialmente cubierto por una capucha, pero su postura era firme, como si estuviera esperando. Claudia sintió una punzada de miedo, pero la compasión por la situación en la que él mismo debía estar la movió a bajar la ventana.

—¿Está todo bien? —preguntó con la voz tensa.

El hombre se acercó lentamente al coche. Sus ojos brillaron en la oscuridad, fríos y vacíos.

—¿Estás perdida? —preguntó él, su voz profunda, como si no viniera de un ser humano.

Claudia no respondió de inmediato. Algo no estaba bien. El hombre parecía conocerla, pero ella no lo había visto jamás. Y algo en sus palabras la hizo sentir aún más atrapada.

—¿Cómo sabe... cómo sabe que estoy perdida? —preguntó, con los ojos bien abiertos.

El hombre no respondió. Solo dio un paso más cerca, demasiado cerca, haciendo que Claudia retrocediera en su asiento. La sensación de peligro se multiplicó en su pecho. Su instinto le decía que debía huir, que debía alejarse de ese hombre lo antes posible. Pero no podía. No podía dejar a Luca en ese estado, no podía correr sin un plan.

De repente, el hombre sonrió. Una sonrisa extraña, torcida.

—Tu viaje no ha hecho más que comenzar, Claudia. El sufrimiento apenas está por llegar. —Y dio un paso atrás, perdiéndose en la oscuridad de la tormenta.

Claudia no podía mover un músculo. El miedo la había paralizado. Sus manos temblaban, y la garganta le ardía. Sabía que algo estaba a punto de suceder, algo peor de lo que ya había vivido.

Pero antes de que pudiera reaccionar, el coche comenzó a moverse. Un impulso, como si algo invisible lo empujara. Miró el volante, pero no había tocado nada. El motor rugió y el coche avanzó solo, sin control.

—¡No! —gritó, intentando detenerlo. Pero fue inútil.

Las luces del coche se apagaron. Un grito desgarrador llenó el aire.

El bebé, Luca, estaba en silencio. El coche se detuvo con un fuerte golpe. Todo quedó en absoluto silencio.




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