Siempre me pregunté si una niña de seis años era capaz de entender tantas cosas. Si era posible que una mente tan pequeña fuera capaz de soportar tanto dolor .
Pero a esa edad ya cargaba con heridas que marcaron mi vida.
Desde antes de nacer el destino parecía traer una lucha. Mi madre tuvo qur decidir entre su vida y la mía..... y gracias a Dios ambas sobrevivimos . Yo era una niña solitaria , me bastaba con mis juegos , mis libros y mis sueños: quería ser abogada , maestra.....cualquier cosa que me permitiera sentirme fuerte en un mundo que no lo era.
La finca de mi familia materna era mi refugio. Entre río y árboles jugaba a ser sirena , construía casa con ramas, soñaba despierta. Pero un día todo cambió. Mi primo —un niño al que apenas conocía —se acercó a mi juego y cruzó un límite que no debía cruzar .
Sentí sus manos en mi cuerpo , su mirada extraña , la amenaza silenciosa que paraliza. Por suerte mi abuela llegó a tiempo , no hubo consecuencias legales por que era un niño , pero yo deje de serlo en ese instante.
Creí que lo peor había pasado. Hasta que el novia de mi madre me miró con los mismos ojos. Hasta que me tapo la boca para que lo gritara . Hasta que me quitó la inocencia sin que nadie supiera la verdad .
A los seis años aprendí que el silencio puede ser un arma. Y que aveces es más fácil culpar al que se ve culpable...que mirar de frente al verdadero monstruo.
Esta es mi historia, la de la niña que callaba pero ya no piensa hacerlo nunca más.
Editado: 25.07.2025