Prólogo
Mi mamá me llevaba a casa de mis abuelos todos los veranos. Me encantaba estar
con ellos, pues vivían en Cuba ya que se habían mudado ahí años atrás cuando mi
madre y mi tía estaban grandes, porque mi abuela era cubana. Además, podrían servir
de precursores allí debido a que ellos, al igual que yo, eran testigos de Jehová.
Para mí eran muy atractivas las reuniones, pues me encantaba escuchar las
historias, y más aún las referidas al pasado de mi bisabuela Liliana, una mujer que
para muchos en su época era atípica. Yo me maravillaba, y lo hago hasta el día de hoy,
de cómo mi abuela y abuelo relataban su vida y todo lo que le sucedió. Su existencia
me hace estar aquí hoy, contando historias que de niña atesoré en mi recuerdo, que
hicieron que amara las letras desde siempre, como mi abuela que escribía poemas y
novelas.
Me presentaré. Mi nombre es Ema Altamira Donaire, mi madre es Camila Donaire,
la hija menor de mis abuelos. Mi abuela se llamaba Amalia Martínez y mi abuelo Luis
Donaire, una pareja peculiar pero encantadora. Incluso en sus últimos años bromeaban
entre ellos recordando su juventud juntos.
El carácter de mi abuelo era determinante, pero sabía amoldarse al de mi abuela
que siempre parecía estar en otro mundo. Se complementaban y estuvieron casados
cerca de 60 años, parte de los cuales se dedicaron a criar a mi tía Nicole, la mayor, y
mi madre, pensando siempre en que aun cuando el mundo fuera difícil, había una
esperanza mayor, algo que nos inculcaron a mí y a David, mi primo.
Una de esas tardes mágicas y cálidas que pasábamos con David y mis abuelos en el
portal, la abuela sacó un álbum de fotos antiguas, que guardaba en una caja que les
habían regalado sus mejores amigos Rouce y Jean Eduard.
Ellos los visitaban constantemente, porque a ambos les encantaba viajar, aun
cuando les llevaban unos años a mis abuelos. También tenían historias entretenidas e
impactantes, como todo lo que rodea desde siempre a mi familia.
Es por eso que decidí contar esta historia; mostrar como una mujer hizo que un mar
de cosas pasaran para desencadenar aquí en Dinamarca donde también mi bisabuela
estuvo en algún momento de su vida, que en fragmentos de recuerdos, notas e
investigación, logré llevar al papel.
Mi nombre es Ema y esta historia se llama “Fragmentos de ti”.
Capitulo 1.
Era la primavera de 1970 en Chile, las nubes bailabanfrente al sol y Liliana, con trece años, lloraba en una esquina desu dormitorio. Mientras apretaba sus puños y dientes, golpeaba su cabeza en la muralla, pues sentía que le habían arrancado el corazón, y que no habría forma de volver a sentir sus latidos. Su padre Don Vicente Quiroz, había muerto de un cáncer de pulmónque lo consumió sin piedad en pocos meses; pero lo más terribleera que su madre se lo había escondido hasta cuando ya no hubo más remedio, pensando que aplacaría el dolor. Don Vicente tenía una relación de amistad con Liliana, la más pequeña de sus cuatro hijos, ella lo admiraba y amaba profundamente, era su consejero y confidente.
Su madre, Doña Dolores, era una mujer trabajadora y bondadosa, pero estricta por su crianza y vida en el sur, donde las niñas debían convertirse en buenas madres y esposas. Su marido era un poco más visionario: pertenecía al Partido Comunista, con un puesto renombrado en su célula y creía en la igualdad y en el cambio, valores que inculcó en sus hijos mayores. La mujer, a pesar de tener un carácter conservador, apoyaba de manera activa ese ideal.
Para ella era muy difícil lidiar con el duelo, pues Vicente fue su amor y lo sería hasta el último día de su existencia Se vioperdida porque el país había caído en manos de una dictadura dederecha dirigida por Augusto Pinochet y todo estaba revuelto. Sus hijos, cubiertos de tristeza, unido a las persecuciones a quienes pertenecían al Partido Comunista, obligaron a Dolores a tomar una decisión en medio de las balas y las lágrimas: migrarían a otropaís, donde los protegerían y donde podrían comenzar de nuevo,desde las cenizas, desde su corazón abatido.
Liliana no podía más con los cambios y sentía que su madre tenía la culpa de su dolor. Trató de aferrarse a sus recuerdos, a sus hermanos mayores, todos ellos la adoraban por ser la más pequeña,pero los meses pasaron, la vida parecía detenida como en unafotografía puesta en la pared. Odiaba escuchar los comentarios delos cercanos a la familia, sabía que marcharían pronto de su país,lejos de sus raíces. Tendría que dejar a sus amigos, su vida, pero que más daba si su padre ya no estaba. No había más sol después de eso. Claudia, su amiga de toda la vida, sufría con ella. Ya no conversaban de sus sueños, ya no sonreían como antes. Ella sabíaque en Liliana ya nada era igual, pero a los trece años no se entendía cómo consolar; de hecho quién puede hacerlo cuando alguien queamamos muere.