Fragmentos del edicto

☆BIEN PORTADAS☆

La mañana había llegado y mientras la pareja compartía un momento junto al balcón, hablaban sobre el día anterior.

— Debemos de hablar con ella—dijo Wilson— No suele comportarse así

—Hoy tengo tiempo libre, la llevaré al centro. Tal vez pueda distraerse de lo de ayer —dijo Miriam con un suspiro

—Gracias por eso, me preocupa. Ayer parecía asustada, de que podría estar asustada?—dijo Wilson tomando su portafolio—me voy, Míriam

Ella lo vio levantarse, se despidió de su esposo con un gesto suave, luego pidió a la empleada que recogiera la mesa.

Con ternura vio entrar a Kaia, quien llevaba la mano a la frente, un gesto que conocía muy bien, después de llorar los dolores de cabeza se presentaban. Pidió a la sirvienta una infusión de manzanilla, paños y agua fría. Le ofreció su ayuda a la niña que con cierto recelo, aceptó. Notó la clara desconfianza que aunque rara no lo cuestionó.
Ella la mantendría cerca.

Cuando la tuvo en su regazo, colocó con delicadeza el suave paño mojado sobre los párpados de la niña. Con la misma calidez, la instó a acompañarla al mercado.

El centro de la ciudad era muy distinto a las áreas más alejadas. Allí cada espacio era valorado, por lo su estado debía de estar acorde a su importancia.
Hombres, mujeres y niños caminaban por las aceras, donde de vez en cuando se alzaba una farola de metal.

A su costado se alineaban los edificios, que parecían ser una extensión del estatus de sus dueños, se notaba el esfuerzo por demostrar su clase al usar detalles que caracterizaban las viviendas más exquisitas: espirales, figuras geométricas, estatuas y otras estructuras suavizadas por distintas plantas decorativas.

Por las calles de piedra gris circulaban carruajes de paga o propios de alguna clase alta, adornados con el emblema de sus casas.
Al desviarse por una intersección, llegaron al mercado, cuya entrada estaba adornada por las coloridas flores de los puestos de venta, al ingresar se encontraban otros locales desde comida hasta la joyería más accesible.
Las mujeres presumían sus despampanantes vestidos, con elegantes volantes, zapatos de charol y corsés que ceñían sus cinturas. Las rejillas y los sombreros decorados con plumas exóticas completaban un estilo visualmente hermoso, pero incómodo de vestir a diario.

A veces se detenían al encontrarse con conocidas, la nueva noticia era clara: "el sr Hugo fué estafado con una falsa inversión, puede que ya no tenga con que mantener su viñedo" Aunque no la afectaba en ningún aspecto, era importante el mantener las apariencias.

Por la tarde, se dirigieron a la casa de la Sra. Rose Levine, ya había recibído una invitación como lo establecía la étiqueta, eran amigas íntimas y aunque podría ir sin molestarse en tocar, pasar por sobre los sirvientes como arbustos, la etiqueta era importante. Incluso si luego se sentarían a charlar de magia en la oficina de Sr. Levine, la misma magia que les era negado conocer, por ser mujer.
Aunque claro, eso podría tomarse como una gran ofensa para sus respectivos esposos...

Creyó que sería una reunión tranquila, pero al notar que la Sra. Violeta Born también había hecho presencia esta tarde supo que debía mantener la compostura.

Mientras las damas disfrutaban del fragante té; María y los gemelos Born empezaron a jugar en el espacioso jardín de una clase alta como los Levine.

Miriam lanzaba miradas discretas a la niña que sentada cerca de uno de los arbustos se mostraba cautelosa. Pronto fue interrumpida.

—Sra. Ashbourne—dijo la madre de los gemelos—como tutora de etiqueta y moda debería de conocer esta nueva tela que ha estado circulando en las tiendas

—Sí, de hecho pude ver qué es un buen encaje. Los patrones, la suavidad y calidad propia de un producto artesanal es lo que han llamado mi atencion...

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Sentada en el césped, cortado hoja por hoja, se centró en observar a los niños correr, los recuerdos le decían que los conocía pero para ella, eran extraños.

Aún no lo aceptaba por completo, la opulencia en los vestidos se parecía al estilo victoriano de su mundo, lamentablemente no le interesaba ser una segunda Antonieta.
No había salido porque quisiera, sino porque era necesario. No deseaba participar en el juego de los pequeños, su postura lo mostraba...pero como niños, y con la facilidad de uno se sentaron junto a ella, aún si no dijo nada

No voy a jugar con ustedes, niños.
Soy mucho mayor a ustedes!

Pensó para si misma, mientras los niños jugaban a ser héroes; María y Kaia eran las princesas. Nada fuera de lo normal, sin embargo, recordó lo sucedido del día anterior.

Mientras lloraba debajo de la cama sintió que la misma había desaparecido, y lo confirmó cuando los desconocidos se acercaron a ella sin verse obstaculizados por la cama, recordó haber visto la cama levitando por encima de ella.

Los recuerdos le decían que sus padres, no, que en este mundo había magia, así que lo dijo:

—Saben que hay magia...mis...

Antes de que pudiera continuar, María, cuarta hija de los Levine, le tapo la boca con ojos asustados mientras repetia las palabras que debió haber escuchar un sin fin de veces

—No deberíamos hablar de eso—dijo en un susurro

Y eso que, qué tiene? Pensó Kaia confundida

—Las niñas no deben de hablar de magia—replico Elian, uno de los gemelos, con la mirada fija en ella

—Sí, papá dice que no pueden aprender magia—continuo Marcos

—Por qué no?

—No sé— murmuró Marcos, con la mirada baja

—Porque no —dijo Elian con firmeza

—Eso no tiene sentido—respondió Kaia.

—...no lo sé —admitió Elian al final, sentándose junto a los demás

—Ustedes saben magia?

—No, pero vamos a aprender!—respondió Marcos, entusiasmado.

—Cuando

—mmm...—mostrando sus manos regordetas, añadió— cuando tenga ocho años. Voy a ser un alquimista como el Emperador!




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