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Madrid, 25 de enero de 2024.
En la puerta de la comisaría todos saludan a la inspectora Victoria Quiroga, aunque no esperan un gran saludo de su parte. Es misteriosa, con una mirada penetrante que algunos comparan con la de una sirena, pues nadie es capaz de llevarle la contraria. Muchos le dan la enhorabuena por el caso que acaba de resolver, un asesinato casero: un hombre acabó con la vida de su mujer por quedar con otro hombre, que finalmente resultaba ser su jefe. El asesino ahora está entre rejas, el tribunal no mostró clemencia: veinte años por el asesinato de su esposa.
Ese caso fue muy fácil de resolver, golpeó con la plancha a su mujer y la escondió en el contenedor. Al encontrar a la mujer sin vida se pensó en su marido como principal sospechoso, pues los vecinos aseguraron escuchar unos fuertes gritos la noche anterior. En una entrevista con mucha presión, el señor confesó, con la voz quebrada y la mirada perdida, que sus celos superaron su templanza.
—Inspectora, se le ve buena cara después de ese difícil caso —bromeó Mateo Delgado, compañero de Victoria.
—Sí, ni diez minutos tardó en confesar— continuó la broma la inspectora.
Victoria, a pesar de ser un poco cortante y no tener demasiados amigos, suele bromear con todos sus compañeros. Las oficinas de su cuerpo de investigación cuentan con un buen equipo: desde expertos en nuevas tecnologías hasta mujeres y hombres fuertes como rocas y brutos como ellos solos. La inspectora tiene una buena fama en Madrid, es muy inteligente y da muy buenos consejos. La gente apoya en todo a Victoria, pues muchos conocen su pasado, lleva trabajando como inspectora desde los 24 años, por lo que al empezar todos la trataban como la niña de la oficina. Sin embargo, Victoria ha demostrado una fuerza mental sobrenatural, una gran resiliencia, capaz de superar grandes obstáculos.
Acabar un caso significa comenzar otro, pues la delincuencia nunca descansa; rara es la vez que no comienza un caso tras terminar otro. La inspectora está segura de que le asignarán un nuevo caso. Tiene la reunión con el equipo, o eso pensaba ella; la reunión de hoy sería distinta.
Comienza a sonar el teléfono de Victoria, al otro lado el comisario Valverde, un hombre alto, casi de dos metros y con vello por todo el cuerpo, pero sin restos de pelo en la sien. Muchos niños le temen como si fuese un monstruo, también adultos, pues la inspectora Quiroga no se fía de él, y una llamada suya podría significar solo una cosa: se vienen curvas.
El comisario le invita a entrar al despacho, repleto de cuadros de su familia, plantas por todo el mobiliario y una cabeza de pescado que parece seguirte la mirada, como si de una obra de arte se tratara.
—Cuéntame, inspectora.
—Todo hecho, caso resuelto y la justicia ha hablado.
—Tengo que contarte algo —fijó la mirada en la inspectora, siendo el único capaz de derribar esa coraza.
La inspectora intenta hacerse la fuerte, no sabe lo que le quiere decir su jefe. ¿Le han contado algo de lo que debería preocuparse? ¿Tiene algún reproche por la forma de trabajar de la inspectora? Miles de dudas comienzan a volar por su mente, el pulso se le acelera, siente la necesidad de hidratarse los labios, comienza a notar un tic en el ojo que se extiende hasta el oído, todo comienza a palpitar…
—Carolina quiere que te unas a la UIC —anuncia el jefe.
—¿La Unidad de Investigación Criminal?
La UIC es el mayor cuerpo de investigación, en el que Victoria siempre ha deseado estar, pero su relación con Carolina, la jefa, no es la mejor.
—¿Qué condiciones ha puesto? —pregunta con un nudo en la garganta la inspectora.
—Eso no lo sé, es asunto vuestro. Lo único que te puedo decir es que te tomes una tila antes de hablar con ella, vuestras conversaciones suelen ponerse un poco tensas.
—Prometo comportarme.
La inspectora abandona el encuentro con su jefe y toma aire. Conoce a la jefa de la UIC, es muy testaruda, y sabe que no se lo va a poner fácil, pero si una palabra describe a la perfección a Victoria, es ambición.
Sale de la comisaría y coge su nuevo Audi A3 rojo, camino al centro de reuniones del nuevo grupo de investigación. Es discreto, pues no busca llamar la atención de la gente, cuenta con unas instalaciones modernas y renovadas, pero con aspecto antiguo, las paredes parecen manchadas y tiene un mobiliario rudimentario, formado por mesas y sillas sencillas que parecían haber visto mejores días. Al adentrarse en la sala principal observa una pequeña cocina, con lo necesario para los agentes: una cafetera, botellines de agua, cartones de leche con los nombres de sus propietarios e incluso unas botellas de alcohol. Victoria se encuentra de frente con una mujer alta, rubia y con un traje formal y entallado, que relucía gracias a las lentejuelas que caían por los costados de la chaqueta, haciendo contraste con aquel lugar insalubre.
Dos besos marcaron el tenso reencuentro de aquellas dos mujeres que en algún momento llegaron a ser grandes amigas. Salían todas las tardes a pasear a los perros juntas, compartían muchas prendas de ropa e incluso llegaron a compartir puesto de trabajo. Aquello fue el causante de su distanciamiento, el afán de superar a cualquiera, que acabó con una gran relación de amistad.