Fresa como Amarea

Capítulo 1

Querido diario,

No sé bien cómo empezar esto. Nunca he sido muy buena escribiendo sobre mí misma, aunque me guste escribir. Es raro, pero voy a intentarlo. Hoy es… bueno, no importa el día, porque seguro nadie va a leer esto. O sea, yo sí, porque es mi diario, pero a quién más le importaría. A nadie. Así que empiezo otra vez.

Me llamo Amarea. Tengo catorce años. A veces pienso que es una edad rara porque ya no soy una niña pero tampoco soy una adulta. Estoy como en el medio de todo y se siente… incómodo. Es como si no encajara en ningún lugar. Como cuando te pones un zapato que no es de tu talla. Sí, así. Ni muy grande ni muy pequeño. Solo incómodo.

Mi cabello es rojo. No ese rojo que parece fuego, no. Es más como… un tomate. O eso es lo que dicen todos. Algunos me llaman “Tomate” en la escuela. Me da risa a veces, pero otras veces no tanto. No es que me importe mucho, pero a veces lo dicen en broma, como si fuera raro tener el pelo de este color. Yo ni siquiera pedí tener este color de cabello, solo nací así. Supongo que es lo que me hace especial, pero no sé si eso es bueno o malo.

Hoy me pasó algo raro. Bueno, no raro raro, pero diferente. Estaba en clase, y como siempre, yo estaba al fondo del salón. Me gusta sentarme al fondo porque ahí nadie me molesta. Estaba escribiendo en mi cuaderno, sobre nada en especial, cuando noté que un chico me estaba mirando. Nunca me mira nadie, así que fue un poco incómodo. Pero no sé, fue extraño. No parecía que me estuviera mirando como los demás lo hacen cuando me dicen “Tomate”. Era diferente.

Élan. Así se llama el chico que me miraba. Tiene un nombre raro, ¿no? Me gusta. Es diferente, como él. No sé mucho de él, pero sé que está en mi clase desde el año pasado. No habíamos hablado antes de hoy. De hecho, creo que nunca habíamos hablado. No es que él hable mucho con los demás tampoco, siempre está en silencio. Tal vez por eso lo noté. No sé cómo explicar esto, pero es como si él viera cosas que los demás no ven. Como si estuviera pensando en algo todo el tiempo.

Hoy, por primera vez, me habló.

Estaba saliendo del salón después de la clase de matemáticas (que, por cierto, odio) cuando me lo encontré en el pasillo. No sabía que decirle, porque, como ya dije, nunca habíamos hablado. Entonces, él me miró, sonrió (una sonrisa rara, como si supiera algo que yo no), y dijo:

—Hola, Fresa.

“Fresa”. Así me llamó. No “Tomate”, como todos los demás. “Fresa”. No sé por qué, pero eso me dejó pensando. ¿Por qué me llamaría así? Ni siquiera me gustan tanto las fresas. Bueno, sí me gustan, pero no es que las coma todos los días o algo así. Fue raro. Lo más raro fue que no sonó como una broma. Los otros chicos me dicen “Tomate” y me río, aunque a veces no quiero reírme. Pero cuando Élan me dijo “Fresa”, no parecía estar riéndose de mí. Solo lo dijo, como si fuera lo más normal del mundo.

Lo miré, un poco confundida, y no supe qué decir, así que solo me encogí de hombros y me fui caminando. Pero todo el camino de regreso a casa estuve pensando en eso. ¿Por qué “Fresa”? Y ¿por qué yo? No es que hablemos ni que me conozca mucho. Es más, creo que no sabe casi nada de mí. O al menos eso pensé. Ahora no estoy tan segura.

A veces pienso que la gente me ve como algo raro. Como si no supieran bien qué hacer conmigo. Soy la chica de cabello rojo, la que siempre está leyendo o escribiendo en un rincón. La que prefiere quedarse en casa programando en la computadora en lugar de salir a fiestas o a hacer cosas que hacen los demás. No es que me moleste estar sola, pero… bueno, a veces sí. A veces siento que no encajo en ninguna parte. Ni siquiera con mis amigos. Sí, tengo amigos, pero no creo que realmente me conozcan. Ni siquiera sé si yo me conozco bien.

Mis amigos son buenos. O sea, no son malos ni nada. Pero a veces siento que hablamos de cosas que no me importan mucho. Ellos se preocupan por las cosas típicas: los deberes, los profesores, los chicos, las chicas. Yo me preocupo por… otras cosas. Como si fuera de otro mundo. No sé si eso es bueno o malo, solo sé que a veces me siento diferente. Es como si estuviera viendo la vida desde una ventana, pero no puedo abrirla y salir. Solo la veo pasar.

Hoy, después de que Élan me llamara "Fresa", estuve pensando en esa ventana. ¿Y si no soy yo la que está detrás de la ventana, sino que es la gente la que me ve desde fuera? Quizás estoy dentro de mi propio mundo, y los demás no saben cómo entrar. Pero si fuera así, ¿por qué me importaría tanto lo que piensen de mí?

Volví a casa y, como siempre, me encerré en mi habitación. Me puse los audífonos y escuché esa música vieja que tanto me gusta. A veces siento que nací en la época equivocada. La música de ahora no tiene alma, es solo ruido. Pero la música pop vieja, esa que suena en cassettes antiguos, es diferente. Es como si pudiera sentir lo que los cantantes sienten, como si estuvieran cantando solo para mí.

Mientras escuchaba, pensé en escribir esto. No sé por qué decidí empezar un diario. Tal vez es porque me siento mejor escribiendo que hablando. O tal vez es porque hoy me llamaron “Fresa” y eso me hizo sentir algo diferente. O tal vez, y solo tal vez, es porque necesito entender quién soy.

Porque, para ser sincera, no tengo idea.




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