Fresa como Amarea

Capítulo 4

Querido diario,

Hoy no ha sido un día como los demás. No sé cómo describirlo, pero siento que algo en mí ha cambiado. No es que todo sea diferente de un día para otro, pero es como si algo hubiera hecho clic, y ahora todo tuviera más sentido… o tal vez menos. No lo sé, y eso me frustra.

El día empezó normal. Me desperté con el sonido del despertador, queriendo quedarme en la cama un rato más, pero mamá me llamó desde la cocina para que no llegara tarde. No tenía ganas de ir a la escuela hoy. De hecho, últimamente no tengo ganas de ir, pero siempre termino yendo porque… bueno, no hay otra opción.

En el autobús, me puse los audífonos y dejé que la música me llevara lejos de los pensamientos que no me dejaban en paz. A veces desearía poder apagar mi cerebro como apago la música. Si fuera así de fácil. Pero no lo es. Siempre estoy pensando en todo, y más desde que Élan me llamó "Fresa". Es como si esa palabra se hubiera quedado atrapada en mi mente y no quisiera salir. Es solo una palabra, pero para mí significa mucho más de lo que quiero admitir.

En clase, todo estaba normal. O lo que yo llamo "normal". Los profesores hablando y los chicos haciendo chistes entre ellos. Yo, como siempre, al fondo, escribiendo en mi cuaderno y mirando de vez en cuando por la ventana. Pero hoy algo fue distinto.

Élan llegó tarde a clase. Nunca lo había visto llegar tarde antes. Entró tranquilamente, como si no le importara que el profesor lo estuviera mirando con esa cara de "¿Por qué llegas tarde?". Se sentó cerca de la ventana, unas filas adelante de mí, y se quedó ahí, mirando al frente, pero sin parecer que estuviera prestando atención.

De vez en cuando giraba la cabeza hacia la ventana, y en una de esas veces, nuestras miradas se cruzaron. Fue solo un segundo, pero fue suficiente para hacerme sentir como si hubiera pasado algo importante. Algo que no puedo explicar. Bajé la mirada rápidamente y volví a concentrarme en mi cuaderno, aunque no estaba escribiendo nada en realidad. Solo garabateaba cosas sin sentido.

Cuando terminó la clase, me quedé en mi asiento más tiempo del necesario. No quería salir al pasillo donde seguro me encontraría con él. Pero, al final, no pude evitarlo. Salí y me fui directo al baño, tratando de evitar cualquier contacto visual con él. Me encerré en uno de los cubículos y me quedé ahí, escuchando a las chicas hablar afuera, riéndose y bromeando sobre cosas que no me interesan.

Me miré en el espejo del baño por un momento. Mi cabello rojo parecía más brillante hoy, o tal vez solo era mi imaginación. Me acordé de lo que Élan dijo el otro día: "El valor de ser diferente." No dejo de pensar en eso. ¿De verdad ser diferente es algo que requiere valor? Siempre pensé que era una maldición, no algo bueno. ¿Cómo alguien puede ver valor en algo que te hace sentir tan sola?

Después de unos minutos, salí del baño y fui al patio. Me senté en mi lugar de siempre, en la esquina, donde nadie me molestaba. Estaba tranquila, o eso creía, cuando escuché su voz detrás de mí.

—Te encontré, Fresa.

Otra vez ese apodo. Pero esta vez no me hizo sentir incómoda. Me giré y ahí estaba él, con esa sonrisa que ya estaba empezando a conocer. Se sentó a mi lado sin pedir permiso, como si fuera lo más natural del mundo.

—¿Qué haces aquí sola? —me preguntó, aunque sabía la respuesta. Siempre estoy sola.

—Nada —dije, encogiéndome de hombros.

Élan me miró, pero no dijo nada más por un rato. Solo se quedó sentado ahí, en silencio, mirando al frente. No me molesta cuando él no habla. Es raro, pero me siento más cómoda así que cuando otras personas intentan llenar el silencio con palabras innecesarias.

—¿Por qué siempre estás sola? —preguntó de repente.

Su pregunta me tomó por sorpresa. Nadie me había preguntado eso antes. Tal vez porque es obvio que prefiero estar sola. O al menos eso es lo que quiero que piensen.

—Me gusta estar sola —dije, aunque no estaba segura de si era verdad.

—¿De verdad? —me miró con una expresión que me hizo dudar de mi respuesta.

Me quedé en silencio. No sabía qué decir. ¿De verdad me gusta estar sola? A veces sí, pero otras veces… otras veces desearía tener a alguien que entendiera cómo me siento. Alguien que no solo me vea como la chica rara de pelo rojo.

—No lo sé —respondí finalmente, con sinceridad.

Élan asintió, como si esa respuesta le pareciera suficiente.

—Está bien no saberlo —dijo, mirando al cielo—. Yo tampoco sé muchas cosas.

Nos quedamos en silencio un rato más, y por primera vez en mucho tiempo, no me sentí tan diferente. No sé si fue por estar con él o por lo que dijo, pero por un momento, todo pareció tener más sentido. O tal vez menos, pero de una manera que no me molestaba.

Cuando sonó la campana, nos levantamos y volvimos a clase. Esta vez, no me sentí tan sola.

Después de clases no pasó algo “interesante”, solo volví a casa y me encerré en mi cuarto como de costumbre.




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