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Al fin pude abrir los ojos.
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Lo primero que logré ver de forma borrosa, fue una luz blanca encima de mí. En ese momento, me di con la sorpresa de que estaba recostado en una camilla y que esa luz, era en realidad, una máquina que trasmitía mi estado de salud.
Recuerdo que, al pasar de unos minutos, se apagó la luz de la máquina. Entonces me quedé un buen tiempo mirando el techo y tuve la gran idea de girar mi cabeza (para ver a mi alrededor), pero para ser sincero, me dolió mucho.
Al girar mi cabeza, sentí como si mi cuerpo estuviese rígido. No podía moverme por más que quería. Lo único que alcanzaba a ver desde mi camilla, era una ventana a mi lado izquierdo.
El cuarto donde estaba era de un color entre verdoso y azul, había un montón de máquinas y artefactos relacionados con la medicina. De esa manera, deduje que estaba en la sala de enfermería, la cual se encontraba cerca de la sala central del edificio Pegaso.
Mi cuerpo se sentía demasiado débil, por más que quería levantarme, no podía hacerlo. ¿Cómo era posible que hubiera pasado siete meses? Que yo recuerde, solo había pasado unas horas inconsciente, no había forma de que me hubiera quedado dormido por tanto tiempo.
Mientras estaba recostado y me hacía preguntas a mí mismo, los tres encargados volvieron junto con el director. Ellos me veían con una cara de asombro, como si hubiese estado muerto y hubiera resucitado; era algo muy incómodo de ver.
El director se acercó a mí sin decir una sola palabra, y de manera rápida; me dio un vaso con una pequeña porción de agua púrpura que tenía un olor extraño y una pequeña píldora de un color mostaza.
Al consumir ambas, mi cuerpo dejó de incomodarme; podía moverme y me sentía más ligero, además, mi garganta estaba humedecida.
Fue entonces, cuando el director me preguntó sobre qué sentía al ser golpeado por la descarga eléctrica.
Sin embargo, no le podía decir que presencié un montón de luces blancas; que había sentido energía fluyendo por mi cuerpo, y que, gracias a eso, logré ver todo a mi alrededor en cámara lenta.
Siguió preguntándome varías cosas relacionadas con mis recuerdos, pero yo recordaba todo lo que me había ocurrido.
La descarga eléctrica había sido por... ¿Por...? ¿Por...? ¿Por qué había recibido una descarga eléctrica? «Me pregunté varías veces entre dudas»
Mi mente se tornó borrosa, por más que quería recordar, mi cerebro no me lo permitía.
El señor de aproximadamente unos veinticinco años, ojos azules y cabello castaño (el cual estaba delante de mí), obvió mi silencio y paso a presentarme un montón de instrumentos que estaban a mi alrededor (esto con la idea de que yo los tocara).
Entonces me preguntó qué era lo que sentía al tocarlos, pero yo no sentía el tacto, no podía sentir las cosas que estaba tocando con mis propias manos.
—No puedo sentirlos, no puedo sentir nada —repliqué asustado.
De inmediato, trajo una lupa y me inspeccionó ambos ojos con ella.
Al verlos, el aura del señor denotaba un poco de entusiasmo, terror y angustia. Entonces gritó y comenzó a aplaudir con alegría.
—¡Lo Conseguimos! ¡El Proyecto P.E.G.A.S.U.S. lo consiguió! —Vociferó el señor con entusiasmo—. Tenemos al primer espécimen de prueba catalogado como éxito —dirigió su mirada hacia mí—, este chico es el único que ha aprobado los términos faltantes.
«¿Términos faltantes?», pensé mientras enfocaba mi mirada hacia los que estaban en la sala, «¿A qué se refiere con términos faltantes?»
El señor continuó alabando al proyecto y a los tres hombres que estaban ahí, entonces con todas las dudas implantadas en mí, pregunté dudoso.
—¿Qué es lo que fue catalogado como un éxito señor?
—Éxito... Éxito... —titubeó mientras se acercaba a mí— El éxito es lo que significas ahora mismo, querido Anthie —cogió mi cara con una de sus manos y la apretó—. ¿Quién creería qué tú serías el único de los sujetos de prueba que acabaría como un absoluto éxito? —fijó sus ojos en mí— Tu padre debe de estar orgulloso —sonrió de forma desagradable.
Mi cuerpo se sentía un tanto extraño, por más que me preguntaba quién era el señor y porque sabía mi nombre, no podía recordarlo.
—No lo entiendo, señor —respondí mientras trataba de liberar mi rostro de su mano— ¿A qué se refiere con ello? —titubeé retirando mis cachetes y quitando mi rostro de él.
—Déjame un minuto y te presentaré a tu nuevo tú —mencionó mientras alzaba las cejas y sonreía—. ¡Espérame un segundo! Mandaré a alguien que nos alcance un espejo —dirigió su mirada a los tres hombres—, ¿A qué esperan? ¿Una invitación? ¡Traigan un maldito espejo para N.° AN-10! —gritó el señor enfurecido.
«¿De quién está hablando el señor?», pensé entre dudas, «¿quién es N.° AN-10?»
Los tres hombres que estaban en la sala salieron disparados (como si hubiesen visto a la muerte misma). Entonces, el señor siguió inspeccionando mi rostro de lejos.