Fruto del destino

Capítulo 18: ¿Qué sentimientos?

Olivia

Estaba angustiada. Me sentía mal conmigo misma, me estaba convirtiendo de nuevo en la Olivia rota que necesitaba estar sola en su habitación, encerrada. Quería acabar con todo ese sufrimiento de una vez por todas, pero cuando conseguía que no doliera, siempre encontraba la manera en la que reabrir la herida. Sufriendo de dolor y haciendo que esta nunca se cure del todo.

Era cierto, el amor se había convertido en la droga más fuerte que podía existir, porque cuando más lo evitaba volvía a recaer en él dejándome un vacío en el interior que no podía ser llenado con nada más.

¿Por qué tenía esos cambios de humor tan drásticos conmigo?

Acababa de entregarle algo muy valioso para mí y me daba miedo pensar que no le importó por la manera en la que me echó de su casa.

Me daba terror pensar en que habían discutido por mí, no sabía por qué, pero tenía un presentimiento que me decía que todo esto estaba pasando por mi culpa, y eso me atormentaba nada más de pensarlo.

El rostro de su madre vino en aquel momento a mi cabeza, parecía enfadada, como si fuera la culpable de algún asesinato, cuando ni siquiera la había visto antes, ¿por qué me miró de aquella manera?

Estaba confusa por todo.

—Debes irte.

—¡¿Qué?!—me quedé sorprendida—¿Qué te pasa Connor? ¿Ahora me echas?

—Debes irte Olivia, va en serio.

—Connor...— murmuré—¿Estás bien?

—Necesito estar solo.

Esa escena no podía parar de recordarla una y otra vez en mi cabeza.

¿De qué habían discutido? — me preguntaba.

Había sido tan borde y tan frío en aquel momento...que incluso me asusté.

Era como si hubiese cambiado repentinamente sus sentimientos bloqueándolos, como una especie de barrera. El chico al que le iba a confesar mis sentimientos había cambiado en tan solo unos minutos. No se sentía como él mismo.

Definitivamente se había convertido en el chico sin sentimientos.

Todo lo bonito que me dijo y todo lo bien que me hizo sentir...fue como si hubiese sido apuñalado, destrozando todos esos recuerdos, todo por culpa de su inestabilidad emocional.

Todas sus promesas se esfumaron de golpe.

Estaba claro que nuestra estabilidad emocional no era nuestro fuerte, pero en cambio yo estaba aprendiendo a sobrellevarla y el solo la reprimía hasta el punto en el que explotaba y todo salía mil veces peor.

Sentí una apuñalada en el corazón, aunque sabía que debía darle su espacio, solo así podía ayudarle en aquel momento. ¿Debía alejarme de él?

Llegué a mi casa y por suerte ya era la hora en la que debía salir de clases y mi madre ni siquiera notó mi ausencia en el instituto, pero cuando entré por la puerta, estaba cabizbaja, con la mirada perdida y triste de haber llorado por el camino. Ella lo notó enseguida.

Se quedó mirándome antes de soltar ninguna palabra y se acercó hasta mí.

—¿Un mal día? —preguntó.

Yo asentí y sin ni siquiera responder mi madre me dio un abrazo, en ese momento debía aferrarme a cualquier mínimo afecto de cariño, lo necesitaba.

Simplemente no fue un mal día, fue uno que se torció justo en el mejor momento. Fue horrible lo que sentí en aquel momento que incluso dudaba poder verle de la misma manera en la que antes lo hacía.

—Gracias mamá, gracias por estar siempre ahí.

—Siempre lo estaré para ti, sigues siendo mi niña pequeña.

<<Pequeña>>

Esa palabra retumbaba en mi mente y solo hizo que soltara una lágrima al recordarla. Todo me recordaba a él, absolutamente todo.

—¿Te ha ocurrido algo?

—Si—murmuré—Estoy muy confusa conmigo misma, cuando se realmente que es lo que siento es como si alguien viniese y lo destrozara a pedazos sin importarle nada— tomé un suspiro—Después de todo la bipolaridad le gana.

—¿Ha sido el chico de la otra vez? ¿Ese tan majo?

—Si—agaché la cabeza.

—¿Se ha portado mal contigo?

—No, no es eso...Connor se ha portado demasiado bien conmigo <<Menos ahora>> Siento que cuando todo va genial siempre tiene un momento en el que lo arruina todo. Todo se vuelve frío incluso su persona y no sé si estoy preparada para sobrellevar esto, esta situación está pudiendo conmigo.

—¿Entonces...eso significa que estabais saliendo?

Solté una risa, aunque seguía triste por dentro—¡Ni siquiera me has escuchado mamá! —le reproché.

Me paré a pensar un segundo, ¿que éramos realmente? Connor y yo nunca habíamos tenido ninguna etiqueta, solo nos dejábamos llevar por sentimientos, momentos, vivencias...Lo nuestro era difícil de etiquetar.

Connor era muy difícil de llevar, cuando estaba en su mejor momento todo era como si estuvieras en el mismísimo paraíso, pero cuando las cosas se torcían podía ser tan frío como el hielo...como cuando un día está soleado y de repente aparece una tormenta y comenzaba a llover.

Así me sentía yo junto a él, un día sol y al otro tormenta.

Y esos cambios tan bruscos me frustraban.

Subí hasta mi habitación, necesitaba despejarme de todo, de la vida. El disgusto hizo que no tuviera apetito así que llegué a mi cuarto y tan pronto como cerré la puerta me tiré en la cama, estaba agotada. Mi mente y mi corazón estaban comenzando a desgastarse.

No podía más con este sufrimiento, necesitaba dejarlo ir, por mucho que lo quisiese, necesitaba darle su espacio.

Me quedé mirando hacia el techo y sentía como en aquel momento mi cabeza estallaría en mil pedazos. Tenía sentimientos encontrados, pero no podía seguir estando con una persona que conseguía arreglarme los problemas y destrozármelos de la misma manera.

—Tú sacas mi lado tierno y a veces me asusto de mí mismo.

¿Realmente lo hacía? Cuando estábamos los dos juntos, era como si nada importase, no queríamos saber nada más del mundo, solo nos centrábamos en un nosotros. Connor conmigo tenía un lado sensible que me encantaba, era el chico del que me enamoré, ese chico misterioso que me atrapó con sus preciosos ojos y yo simplemente caí directa en su mirada...




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