Fruto del destino

Capítulo 20: Detrás de la verdad II

Connor

Sabía que se sentía resentida por lo de Dana, ni siquiera sabía que nos había visto cuando ella me besó, ahí entendí muchas cosas que no terminaban de cuadrarme del todo.

Realmente con tan solo verla ahí delante mía era maravilloso. Era la persona que había conseguido sacar el mejor lado de mí y aunque quisiera no podía alejarme de ella, me era completamente imposible.

Entonces recordé. Aquella noche cuando estuve en su cuarto pude observar una foto de ella, parecía que le gustaba patinar sobre hielo y recordé aquella vieja pista de patinaje que tenían unos conocidos.

Así que la llevé en mi moto hasta allí. La misma sensación de libertad llegó a mí cuando estaba abrazando mi torso para no caerse de la moto, era perfecto, me sentía completamente feliz cuando estaba con ella, ella conseguía arreglar todos mis problemas.

—¿Qué es este lugar? ¿A dónde me has traído? —preguntó

—Ya lo verás, sé que te encantará.

La agarré de las manos hasta entrar, el dueño estaba en la puerta y mientras ella estaba asumiendo la situación yo hablé con él.

—¿Qué tal Connor? ¿Cómo están tus padres? Apenas los veo ya.

Yo respiré hondo al recordar a mis padres, sí a las personas que habían arruinado completamente mi vida.

—Bien— respondí frío —Bueno...mis padres siguen igual, ya sabes Adam.

—¿Siguen con el mismo tema?

—Sí, siguen creyendo que debería casarme en un futuro con Dana.

—¿Y qué quieres tú realmente?

Me quedé pensando unos segundos y mi vista se fue hasta Olivia, ella estaba sonriendo mientras su mirada estaba fija en la pista de hielo, como una niña pequeña cuando le regalan algo que le hace mucha ilusión.

—Ella es todo lo que necesito— una sonrisa se dibujó en mi cara al decirlo mientras la miraba.

Adam giró para poder observarla.

—Seréis muy felices, pegáis mucho y se nota que la quieres.

—Ojalá pudiera decir lo mismo, mi padre me pidió que me alejara de ella y que me centrara en Dana, pero... no puedo alejarme de ella—suspiré—Es la única persona que me hace feliz.

—Pues lucha por ella— dijo

—Lo sé, pero no es tan fácil cuando tienes a tu familia en tu contra y su felicidad está en juego.

—Tu padre siempre será igual, nunca cambiará, así que haz lo que te apetezca y lo que sientas en cada momento.

Mi padre seguía siendo la misma persona que reprimía sus sentimientos, él era seco y distante con nosotros, siempre lo había sido, nunca lo había visto feliz, su cara siempre estaba seria, nunca nos dio el más mínimo afecto de cariño, nunca había conocido el amor de un padre. Siempre vi un monstruo en él.

—¿Sabes? La quiero mucho, pero a veces siento que estoy arruinando su vida, arrastrándola a la mía. A mi vida de mierda. Me siento como un egoísta.

—No conozco vuestra historia, pero, solo necesito saber una cosa para darme cuenta de algo, que los dos sentís amor hacia el otro y a veces es lo único que hace falta para ser feliz.

Eso me hizo reflexionar, tenía razón.

—Muchas gracias Adam, siento venir de imprevisto, pero quería darle una sorpresa.

—No te preocupes, te dije de pequeño que yo siempre estaría aquí para cuidarte, se lo mucho que has pasado con tus padres— él dejó un silencio de por medio—Y tranquilo, no les diré nada, lo último que querría sería apagarte esa felicidad de tu rostro.

—Gracias Adam, te lo agradezco de verdad, siempre has sido como un padre para mí.

Adam era un viejo amigo de mi padre, se conocían desde jóvenes y eran mejores amigos, un día mi padre cambió repentinamente y se dejaron de llevar, Sara, su mujer se hizo íntima amiga de mi madre y eso a mi padre no le gustaba nada, quería perder el contacto por completo con Adam, pero yo siempre lo buscaba a escondidas de él, era el único al que podía contarle las cosas porque ya conocía a mi padre, fue el verdadero padre que nunca tuve.

Volví con Olivia, ella estaba poniéndose sus patines y la notaba más feliz que nunca, hizo olvidarme completamente de que yo nunca antes había patinado.

Pero me caería mil veces por tal de ver esa sonrisa.

Ella se veía demasiado feliz y eso solo conseguía de que yo lo estuviese aún más, patinaba por la pista de hielo deslizando sus cuchillas por el frío hielo, hacía ver que era muy fácil, yo solamente me quedé observándola, admirando su talento.

Porque Olivia tenía muchos talentos, y a parte de saber patinar, estaba consiguiendo que no me importase mi vida, me importaba más la suya.

¿Cómo una persona que apenas conocía podía brindarme esa sensación?

Era caótico, todo en mi vida lo era, pero ella, ella sin ni siquiera palabras conseguía que toda la tormenta de mi corazón se paralizase cuando estaba a su lado, esa sonrisa cuando se le achinaban los ojos la amaba, esa maldita sonrisa algún día será la que destruya por completo mi corazón, cuando esa sonrisa se haya ganado por completo todo mi amor.

Y sin darme cuenta, en tampoco tiempo, lo había conseguido, le había regalado mi corazón.

Era jodido que tu punto débil fuese una persona, pero para mí ni siquiera era una debilidad, no me importaba, solamente sabía que necesitaba su felicidad. Me había dado cuenta de que mi felicidad dependía de la suya.

—¿No vienes? — escuché su voz.

—No sé patinar, ¿y si me caigo? — estaba un poco aterrado en aquel momento.

—Tranquilo, yo te ayudaré, y si te caes seré yo la que te coja.

Amaba cada parte de ella. Con ella aceptaría todos los términos que llevase la palabra amor. Porque la amaba con locura.

Me transmitió mucha confianza, yo simplemente confié en ella, sabía perfectamente lo que sentía y era calma, esa sensación de que una persona está ahí para ti, cuidándote, sabiendo que eres un completo idiota, sabiendo que no sabes ni si quiera andar por la pista de hielo sin caerte, ella estuvo ahí, ayudándome a mantener el equilibrio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.