Fruto del destino

Capítulo 33: Aferrados a recuerdos

Connor

2 días antes...

Estaba angustiado.

No podía seguir adelante así. Vivir aferrado a un simple recuerdo no era la mejor manera para seguir, solo me ataba a ese momento, a ese momento en el que fui feliz. Desearía quedarme congelado en esos días en los que estaba soleado y no me importaba nada porque estaba con ella.

No sentir nada no arreglaba ningún problema, solo lo apartaba y lo hacía aún mayor.

Me odiaba a mí mismo por no enfrentarme a mis miedos, pero mi temor crecía si enfrentarme a esos miedos acababa lastimando a la única persona que me importaba de verdad. Por eso no lo hacía, sabía que era un cobarde, pero no quería ser egoísta. Debía mirar solo por ella, que era realmente quien importaba.

Todavía la recuerdo cuando me miraba directamente a los ojos y los suyos brillaban de una manera única, me hacía sentir una persona especial porque esos ojos me estaban mirando solo a mí. No voy a negar que todo lo que hice fue atraerla hacia mí, haciéndome el misterioso y de alguna manera u otra lo hice todo para captar toda su atención. Por eso me culpo, yo fui quien hizo que todo esto surgiera. No digo que me queje. Repetiría una y mil veces el haberla conocido simplemente por sentir lo que me hacía sentir ella.

Porque si haberla conocido era un error, tropezaría mil y una vez más por haberme hecho sentir la persona más afortunada del mundo.

Salí del baño después de haberme echado un poco de agua en la cara para poder relajarme y me dirigí hasta el comedor.

—¿Dónde estabas Connor?

—No te incumbe Dana.

Mi madre me miró seriamente—No deberías de hablarle así a tu prometida—dijo mientras me sentaba y acercaba mi silla a la mesa.

<<Prometida>>Retumbó en mi cabeza durante unos segundos. No podía creerme todo esto que estaba ocurriéndome.

—Sí, claro, como no—dije cabizbajo mientras miraba el plato de comida—¿Acaso pensaréis alguna vez en lo que yo quiero? —dije desafiante—Este matrimonio no funcionará, no la quiero.

—Connor—mi madre dijo entre dientes—ya.

—¿También vas a decidir cuándo paro de hablar?

—No es momento de ponerse maleducado.

—Está bien—me callé.

La señora Blanc estaba impresionada y Dana ni siquiera me miraba, tenía su mirada perdida y en ese momento supe que me había pasado un poco. Ella no tenía culpa de nada, ella vivía atada a las decisiones de su familia como yo. Ninguno de los dos quería al otro y era obvio. Dana lo único que sentía por mí era atracción sexual y nada más. Me sentí un poco mal en aquel momento, porque, aunque ella supiese la verdad dolía escucharla de alguien que te atrae, de alguien con el que has pasado tanto tiempo.

Terminamos la cena y yo me fui directo a mi habitación, cerré todo, me envolví en la oscuridad de la noche y comencé a llorar. No podía más. Estaba agotado. Sentía que esta no era mi vida. Dolía el hecho de saber que a la única persona que quisiste de verdad la tuviste que dejar ir por tu familia. Me odiaba a mí mismo por haberla hecho sufrir de aquella manera, por eso mandaba a Hugo, para que él la cuidase por mí. Así me sentía menos culpable al fin y al cabo porque sabía que Hugo la cuidaría como nada.

Aquella noche que le dije que no sentía nada se me rompió el corazón en mil pedazos, verla sufrir por una persona como yo no era nada fácil. Fue muy duro para mí decir todo lo que dije, pero no tenía opción. Esa noche fue la peor de mi vida porque ahí supe que no la volvería a ver o al menos ella ya no me miraría con esos ojos que hacían sentirme tan especial.

Aquella noche supe que había perdido a la persona más importante de mi vida, había perdido a la persona que me regalaba la felicidad.

Ella me salvó de mi oscuridad y ahora me tocaba a mí salvarla.

Entonces una canción comenzó a sonar “Atlantis”

Now all the birds have fled, the hurt just leaves scared

Losing everithing I´ve ever known

It´s all become too much, maybe I´m not built for love

If I knew that I could reach you, I would go.

Me quedé llorando en la cama tumbado, esa canción parecía estar hecha a medida para lo que yo sentía en aquel momento. Tal vez yo no esté hecho para el amor. Sollocé hasta que escuché el sonido de la puerta, era alguien abriendo la puerta con sigilo y yo simplemente no le presté atención y me sequé las lágrimas que caían por mi rostro. Dejé caer un leve suspiro mientras escuchaba el crujir del parqué del suelo.

—Connor—murmuró.

En ese momento llegó hasta mí la voz de ella, de Olivia, de mi pequeña arpía. Realmente siempre la eché de menos todo este tiempo, me la pasaba encerrado, sin ganas de absolutamente nada porque sin ella no era lo mismo. Nada era igual desde que ella ya no estaba en mi vida.

Noté una mano fría rozando mi brazo en aquel momento mi único deseo era darme la vuelta y verla ella, abrazarla fuertemente, besarla y decirle todo lo mucho que lo sentía. Y lo más importante, decirle realmente lo mucho que la quería.

—Connor—volvió a murmurar.

Me di la vuelta y en aquel momento me encontré con la mirada perdida de Dana.

—Lo siento mucho Connor de verdad—susurró.

—No quise decir eso en la cena—me disculpé.

—Si quisiste decirlo, pero no me importa, tú y yo sabemos que entre nosotros no pasaría nada, tú ya estás enamorado de otra persona.

Yo me senté y volví a limpiar mis lágrimas—¿Lo sabes? —pregunté.

—Lo supe desde aquel día en la fiesta, la manera en la que la trataste, como echaste a todo el mundo de la fiesta para quedarte con ella, en la manera en la que la miras...Todo Connor, se nota que la quieres de verdad.

Yo suspiré—La echo de menos.

—Connor—suspiró—Tú y yo estamos sentenciados a vivir una vida de mierda, pero eso no significa que debas dejarla ir.

—No tengo elección, mi padre ha amenazado a su familia si no me alejaba de ella y no solo eso, la ha amenazado a ella y te aseguro que no sería nada bueno. Si le pasase algo a ella y—yo—tartamudeé—Nunca me lo perdonaría.




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