Fruto del destino

Capítulo 40: Epilogo

10 años después…

Estábamos en el bosque mientras estábamos sentados en la hierba haciendo un picnic.

Yo estaba sola leyendo tranquila y plácidamente a la luz del atardecer.

Tenía paz en aquel momento.

Mi vida estaba resuelta y dejé un leve suspiro en el aire.

—¡Mamá! —gritó Jane, mi hija de 6 años mientras corría hacia mí.

Yo cerré el libro rápidamente y lo deposité a mi lado.

—¿Qué ocurre? —pregunté preocupada.

—¿Papá y tú cómo os conocisteis?

Yo comencé a reírme mientras miraba a Connor que venía andando hacia donde estábamos.

Connor seguía prácticamente igual. El paso de los años parecía no haberle afectado en lo absoluto.

Él era un buen padre. Se puede decir que siempre fue el mejor. Trataba a sus hijos como nadie y sobre todo los cuidaba como si su vida se fuese en ello. Los miraba de una manera única…

—Sí mamá, ¿cómo os conocisteis? —dijo Nick, mi hijo menor de 4.

—Dejad a vuestra madre, está descansando—Connor se sentó a mi lado—Venid aquí pequeñuelos—se acurrucaron con él—Es una historia bastante larga que algún día os contaremos—dijo.

Yo le sonreí y me quedé viéndolos. Era lo que siempre había querido, formar una familia feliz con quien realmente amaba.

—Ven aquí tú también—me hizo acurrucarme en él—¿Os apetece ver las estrellas?

—¡Sí! —gritaron los dos a la vez.

Así que esperamos a que anocheciera para contemplar las estrellas a la luz de la luna.

Estábamos acostados todos mientras las observábamos.

—Princesa—la llamó.

—¿Qué pasa papá?

—¿Ves esa estrella de allí? —señaló una estrella que brillaba más que las demás—Esa estrella algún día fue una persona que tú madre quiso mucho mucho.

—¿La abuela Jane? —preguntó.

—Exacto—dijo—Y tú Nick—lo llamó a él —La tuya es aquella. Tu tío Nick. Fue una persona muy importante para tu madre.

En aquel momento una lágrima cayó por mi mejilla porque Connor se había convertido en un padre perfecto que amaba con locura a sus enanos. Nuestros preciosos y maravillosos enanos.

—¿Por qué lloras mami? —dijo Jane.

Yo sonreí — De felicidad cariño—le acaricié la mejilla —De felicidad.

Connor se acercó hasta mí y me dio un beso—Te quiero mucho pequeña.

En ese mismo instante aparecieron Hugo y Dana con sus dos hijos. Jane y Nick salieron corriendo a saludar a sus tíos y primos.

—¡Hey! ¿Qué tal renacuajos? —dijo mientras nuestros hijos abrazaban a Hugo y Dana nos sonreía y nos saludaba.

—Hola pequeñas—dije cuando se acercaron Kira y Anna mis sobrinas mientras las abrazaba—¡Que grandes estáis! —exclamé.

Hugo siempre estuvo enamorado de Dana al parecer y supongo que Connor le dio el valor para que estuviesen juntos. Dana y Hugo se amaban con locura y supongo que también era su destino estar unidos.

Ellos se mudaron a una casa de nuestro vecindario en Los Ángeles.

Todos nos sentamos en la hierba y nos quedamos toda la noche bajo las estrellas mientras Connor estaba a mi lado rodeándome con su brazo y a nuestros lados nuestros preciosos hijos. Mientras sonaba nuestra querida canción “Yellow”

Nosotros creamos nuestro propio mundo, y no solo eso, creamos nuestro propio universo.

—Yellow Butterfly Olivia—murmuró mientras me miraba.

—Yo también te quiero Connor—apoyé mi mano en su rostro y finalizamos la noche con un beso bajo las estrellas.

Mi cuento de hadas al final se hizo realidad y encontré a mi príncipe azul con el que viviríamos felices para siempre.

Todo fue fruto del destino.




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