Tarde o temprano Samuel se presentará en mi puerta, lo sé, es cuestión de tiempo, así que hago caso a la insistencia de Jude y alisto mis cosas para irme temprano a casa e ir al evento de la administración. Un poco de distracción quizá me sirva para despejar un poco mi mente de lo que me ha estado atormentando desde que lo volví a ver.
Al salir de mi oficina, me encuentro con Raymond en la tienda.
—Hola Ray —saludo tratando de sonar relajada.
—¿Ya vas a hablar conmigo? ―pregunta a modo de reclamo―. Llevas dos días evadiéndome.
—No te ofendas Ray, pero no eres el único que quiere hablar conmigo ―respondo encogiéndome de hombros.
—Lo sé, pero si no me escondieras lo que está ocurriendo contigo, no te haría esa pregunta.
—No te he ocultado nada. Te lo dije —aclaro quitándome del pasillo para que pase un cliente—. Ese hombre está aquí, insistiendo en querer darme una explicación.
—¿Después de tanto tiempo? ¿No crees que esté buscando algo más?
—No lo sé, ya le he dado muchas vueltas al asunto.
—Vamos a desayunar juntos y te planteo lo que pienso.
—Está bien.
—Genial. Otra cosa, los chicos van a tocar el próximo fin de semana en un bar. ¿Quieres venir?
—Claro que sí.
—¿Pero qué es esto? ―chismorrea mi amigo con un tono juguetón mirando sin disimulo por encima de mi hombro―. Tienes un admirador.
—¿Tú también? ―inquiero con fastidio―. Dame motivos para no suponer que has estado hablando con Susan. Él me agrada, de verdad me cae bien, pero le he dejado claro que no me interesa.
—¿Segura de que hablamos de la misma persona? —inquiere ladeando la cabeza sembrando curiosidad en mi interior.
Volteo hacia donde Ray tiene la mirada fija para averiguar de qué me habla, y veo al ojiazul disimulando leer la sinopsis de un libro.
—No puede ser cierto ―susurro regresando la mirada hacía Raymond.
—¿Por qué te pones nerviosa? —pregunta con diversión―. Ese sujeto no tiene pinta de ser algún tipo de amistad de Susan.
—No es un admirador —aclaro mentalizándome de que no debo mirarlo—. No digas tonterías. Y no estoy nerviosa.
—No son tonterías. Estaba mirando hacia acá, y claro que estás nerviosa ―garantiza con seguridad.
—Deja de ser tan metiche y ve por tus cosas, te espero afuera, si en cinco minutos no sales alcánzame en el café —digo sonriendo y me encamino a la salida
Ese hombre... ¿Qué pretende? Su actitud comienza a terminar de convencerme de que todos son iguales.
¿Qué hace mirándome cuando tiene una esposa y un hijo esperándole en casa?
Descarado. Pff...
Doy un suspiro, porque es un descarado, sinvergüenza, y endemoniadamente atractivo.
Evito seguir pensando más en el asunto y mejor me voy al Starcoffe.
[...]
—Entonces suéltalo ¿Quién es el tipo? —pregunta Raymond impaciente al llegar frente a mí, y no tarda en imitar mis movimientos mirando alrededor—. ¿A quién buscas?
—Me aseguro de que Susan no aparezca por aquí.
—Esa chica las huele a cuatro locales de distancia Regina. Ya cuéntame.
—Ok —Procedo a darle un sorbo a mi café—. No tengo idea de quién es.
—No se vale mentir. El tipo te miraba muy atentamente y sin disimular. ¿Cómo vas a creer que me voy a tragar eso de que no lo conoces? —cuestiona ofendido, y con un ademán lo obligo a callarse.
—¿Qué gano con mentirte? ―planteo inmediatamente y él lo piensa por un momento.
—Regina, el tipo te miraba con atención. ¿Entiendes? Directamente ―insiste señalándome con sus manos como si estuviese presentando algún objeto―, y sin disimular, hasta que tu volteaste a verlo.
―Pues no lo conozco. Lo he visto un par de veces quizá, pero no sé quién es.
―¿Dónde lo viste ese par de veces? —inquiere realmente interesado.
—La primera vez aquí, después en el ascensor.
Y abre los ojos de par en par incorporándose por un momento. Posteriormente, escuchamos que lo llaman por su nombre desde la barra, y se levanta por su café. Al regresar, da un ligero sorbo y se pone serio.
—¿Y cómo porqué estarían en el mismo ascensor? ―inquiere con incertidumbre.
—Cualquiera puede coincidir en el ascensor, Ray. Estaba huyendo de Samuel.
—No puedes estar huyéndole a tu ex. Enfréntalo y hazle saber tus firmes —recalca lo último con el puño sobre la mesa—, decisiones.
—Sé que eventualmente tendré qué hablar con él, pero no me siento lista aún.
—Tienes que hacerlo de una buena vez y sanar tu corazón, Regina.
—Lo intentaré ―digo tratando de sonar convencida, pero él sabe que no es así.
—Regina...
―Tengo miedo, Raymond. Mucho miedo —sincero fijando la vista en mi vaso.
—Eres una mujer diferente ahora, Regina. No sabrás que tan determinante eres con esta nueva yo para tomar decisiones, si siempre te encuentras con miedo.
―Lo sé.
―Entonces, cuéntame desde el principio. ¿Qué te ha dicho?
―Que quiere hablar. Dice que nunca estuvo con ella ―platico irritada y a la vez ofendida y susurro―: Yo los encontré desnudos en mi cama ¿Cómo se atreve a negarlo?
―¿Y si tiene razón? ―inquiere arqueando una ceja estudiando mi expresión―. Porque acostarse cualquiera puede, pero de ahí a que hayan intimado es otra cosa. Te estás dejando llevar por la subjetividad, Regina.
―No puedo creer que te pongas de su parte ―discrepo ofendida.
―No es ponerme de su parte. Es solamente que, en eso tiene razón.
―¿En eso tiene razón? ―cuestiono repitiendo lo que dice.
―El beneficio de la duda, Regina. Solamente digo, ¿qué tal y es verdad lo que dice? No lo sabrás porque no lo escuchas.
—¿Sugieres que lo escuche?
—Sí. Escucharlo no significa que vas a volver con él ¿o sí?
—No.
—Entonces no entiendo por qué no cerrar ese ciclo. Escucha lo que tenga qué decir, aclaren las cosas y así te quedas más tranquila. De ese modo podrás continuar y de paso le dejas saber que no volverás con él.