Fuego Bajo La Corona De Cristal

Capítulo 6: El Miedo Y La Culpa

Tras el ataque, los aldeanos empezaron a ver a Lyria de forma diferente. Algunos estaban agradecidos, diciendo que el fuego que había invocado los había salvado de una tragedia mayor. Sin embargo, otros la miraban con temor, susurrando que ningún ser humano debería tener semejante poder.

Incluso Mirna, su madre, comenzó a distanciarse de ella. Lyria lo notó en los pequeños gestos: el modo en que evitaba su mirada, la forma apresurada en que le entregaba el pan o cuando se quedaba en silencio incómodo cuando las conversaciones en la casa tocaban el tema del ataque.

Una tarde, mientras regresaba del horno comunal, escuchó a un grupo de aldeanos hablando en voz baja junto a la taberna.

—Es antinatural —dijo uno de ellos—. Nadie debería jugar con el fuego de esa manera.

—Pero nos salvó —respondió otro, con tono inseguro—. Sin ella, esos saqueadores habrían arrasado el pueblo.

—¿Y qué pasa si la próxima vez se vuelve contra nosotros? ¿Y si quema todo Brasaalba?

Lyria sintió cómo el pecho se le oprimía. Antes de que pudieran verla, se alejó rápidamente, sus pasos crujían sobre la nieve endurecida.

Esa noche, sentada junto al fuego en la cabaña, intentó hablar con Mirna.

—Madre, yo no... No sé cómo pasó lo del fuego, pero no quería asustar a nadie.

Mirna dejó la masa de pan que estaba amasando y se quedó en silencio durante un largo instante. Finalmente habló, sin mirarla.

—A veces, las cosas que no entendemos pueden ser peligrosas.

Lyria sintió un nudo en la garganta.

—¿También me temes tú?

La pregunta quedó flotando en el aire. Mirna no respondió.

Devastada, Lyria salió de la cabaña sin importarle el frío que le mordía la piel. Caminó sin rumbo hasta llegar al banco frente al horno comunal. Allí, entre la nieve y el silencio de la noche, sintió que las lágrimas calientes resbalaban por su rostro.

—No debes llorar por quienes no comprenden el fuego —dijo una voz familiar.

Lyria levantó la mirada y vio a Gerrold, el anciano tallador de madera, acercándose con paso lento pero firme.

—El fuego no es malo, niña. Lo malo es no entenderlo —dijo mientras se sentaba a su lado.

—Entonces, ¿por qué todos me miran como si fuera un monstruo? —preguntó ella con la voz quebrada.

Gerrold suspiró.

—Porque el miedo es más fácil que la comprensión. Pero recuerda esto: el fuego solo destruye cuando se le deja sin control. Tú tienes el poder de guiarlo, de darle propósito. No permitas que el miedo de los demás te haga apagar lo que eres.

Las palabras del anciano encendieron una chispa en el corazón de Lyria. Quizá su poder no era una maldición, sino una señal de algo mayor, algo que necesitaba descubrir.

Mientras la nieve seguía cayendo suavemente sobre Brasaalba, Lyria tomó una decisión: encontraría respuestas, sin importar el miedo o la culpa que pesaran sobre ella.




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