Fuego en mis venas (radwulf #2)

Capítulo XXXIV

Le sonreí como mejor pude, animándome a charlar con ella sobre sus quejicas Doncellas y mis estúpidos soldados. De lo bien que se veía la ciudad y los colores con que todo comenzaba a pintarse. Regresamos al Palacete a eso de mediodía, con el sol en lo más alto del cielo. Caímos en un nervioso silencio, mientras nuestros codos se rozaban paso a paso y mis mejillas ardían. La traviesa sonrisa que esbozaban sus labios mantenía un ritmo dispar en mi corazón.

Macy podía ver a través de mi fachada. Una certeza que siempre producía sentimientos contradictorios.

Llegamos a las puertas principales del Palacete, los soldados allí apostados nos saludaron y Lyssa se asomó por el umbral.

—Milady, General. —Saludó, realizando una pequeña reverencia con una sonrisa extraña.

—Lyssa —dije, asintiendo antes de pasar por su lado y continuar mi camino hacia el interior.

La curiosidad me instaba a preguntarle directamente qué sucedía, pero me forcé a ignorar semejante impulso. Por nada del mundo podía permitirme perder lo poco ganado con Macy.

Subí las escaleras, entré en mi despacho y, para variar, Lexuss se hallaba ahí, sonriendo junto a la ventana.

—¿Hablaste con ella? —preguntó.

Le ignoré y fui a sentarme en mi silla, recordandome que encender una llama sobre su cabeza sería considerado un intento de asesinato, y que pese a lo molesto que podía llegar a ser, era el "amado maestro espadachín de Radwulf". Mientras no hubiese alguien apto para reemplazarme, terminar en prisión por seguir mis impulsos habría sido una enorme estupidez.

—¿No planeas contestarme? —insistió.

Suspiré y le observe por casi tres minutos.

—Bien, como sea —gruñó, y finalmente se marchó.

Volví a suspirar, dirigiendo mi atención a la pila de documentos en una esquina de mi escritorio. Pese a la oportunidad que me daba Macy, todavía sentía el peso de la culpa sobre mis hombros. Todavía tenía mucho por hacer.

 

***

 

Luego de comer, Lexuss regresó a mi oficina con una sonrisa en su rostro que no me gusto ni un poco,

—¿Qué? —Le ladre.

—Tengo una idea. Macy podría tomarse un día... y visitar a Gullner y su esposa.

Me tomo un largo minuto digerir sus palabras, y todo lo que implicaban.

—Ella... —dije, sabiendo que mis palabras quitarían esa sonrisa— si quiere algo, puede preguntar por si misma.

Admito que fue un poco más que placentero ver como se esfumaba su entusiasmo. Pero su ceño fruncido y el escueto "bien" que dejó tras de sí, me llevaron a pensar que el asunto no quedaría ahí.

Como deseo estar equivocado.

Un par de minutos después, Macy llegó arrastrando a Lexuss.

—¿Macy...?

—Clim —comenzó, deteniéndose frente a mi escritorio—, me gustaría visitar al señor Gullner y su esposa.

Me abstuve de ver la satisfacción en el rostro de Lexuss, centrándome en el entusiasmo en sus ojos.

—Bien, pero ve con Lesson y tu guardia. —Asentí, obligandome a no sonreír ante su evidente sorpresa.

—¿No tienes objeciones? —Inquirió.

—No —dije—. Confía en ti misma, Macy.

—Bien...

—Mañana mismo —intervino el idiota.

Ella dirigió su atención a él, soltando la mano que todavía sostenía. La animosidad de Lexuss casi era palpable, pero no podía importarme menos.

—Vamos a preparar todo...

Y la arrastró de vuelta al pasillo.

Grandísimo idiota.

El revuelo por su pronta salida me distraía, cual presagio de lo que me esperaba al día siguiente. No fue hasta que firme la orden para el escuadrón asentado en Quajk, que el nerviosismo se hizo presente en forma de un agujero en mi estómago.

Era tarde, ella dormía, pero mis pies me llevaron frente a las puertas de su alcoba.

Sólo un vistazo...

Titubee largos minutos, como un completo imbécil, frustrado conmigo mismo en medio de los pensamientos más caóticos que una persona sea capaz de tener. Pero al final... di media vuelta y entré en mi habitación.

Al amanecer, ella montó su corcel rodeada una vez más por sus guardias personales. La carta con las órdenes para el escuadrón asentado en Quajk, ondeaba entre mis dedos mientras me acercaba a ella. El repentino miedo agujereando mi estómago.

—Bien —dije, intentando mantener una ligera sonrisa en mis labios—, todo listo. Solo procuren volver a salvo.

Le di el sobre evitando que nuestros dedos se gozarán. Las ansias en sus ojos recordándome que estaba mejor, que su control poco a poco regresaba.

—Por supuesto —murmuró.

Segundos después, tendió la carta a Altón, quien rápidamente ocultó su sorpresa y la guardó en su abrigo sin decir nada. Lo normal habría sido que el soldado de mayor rango en el grupo la llevarse, Lexuss, para el caso, pero no estaba en mi cuestionar las decisiones de Macy.




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