Las horas se me hicieron una eternidad, aunque solo fueron un par. Haber salido a la casi vacía avenida principal, llenando mis pulmones con tanto aire como fui capaz, no fue de ayuda. Todavía me sentía ansioso, inquieto, dolorosamente angustiado por ella. Quería hacer algo más que estar en mi habitación.
Sentado sobre mi cama, fui incapaz de hallar una respuesta.
—¿Necesita algo más? —Me preguntó Gale, con el cesto de ropa sucia en las manos.
Necesito que Macy confié en mí, pensé, y tras suspirar negué suavemente. Él pareció querer decir algo, pero dio media vuelta… y la sentí. Gale salió de mi habitación, ella cruzó el pasillo y, tras un traspié entre ambos, se detuvo frente a las puertas.
Espere unos segundos a que llamase o algo, pero ella dio un paso atrás y alcancé el pomo antes de siquiera pensarlo.
Sus ojos parecían cansados, enrojecidos y tristes.
—Yo… —murmuró.
No puedo explicar cuán doloroso fue verla tan perdida. Mi Macy vivió un martirio y no pude protegerla, no pude ser su refugio ni podría ser algo más que un amigo…
Dio un paso atrás y la sujete, jalándola contra mi pecho.
—Está bien, Macy —dije, recargando mi barbilla sobre su cabeza.
La tensión abandonó su cuerpo, y aferrándose a mi camisa comenzó a llorar. Sus lágrimas me empapaban mientras lloraba con fuerza, gimoteando como la niña asustada que en el fondo era. Mi corazón y alma se estremecieron desde lo más profundo hasta las puntas de mis dedos. No podía luchar contra mis propias lágrimas, ni contra las emociones que debilitaron mis piernas y me llevaron al piso.
Mecí su pequeño cuerpo abrazándola con toda la fuerza de la que fui capaz, deseando tener el poder de alejar su dolor, de borrar esos terribles recuerdos que le atormentaban.
Si tan solo…
—Tengo... miedo —murmuró con voz ahogada.
—Lo sé. Pero te tengo. —Le dije, mientras buscaba en mi memoria la ayuda del Maestro.
Ella inhaló profundamente, y esa magia que la envolvía desapareció. La tormenta que de inmediato se desató me tomó por sorpresa, pero logré contenerla dentro de la habitación
—Tu puedes, Macy. Son tus fuerzas, tuyas, no al revés —Le dije, aferrándome a las palabras del maestro.
Podía verlo con claridad, sonriendo mientras nos hablaba, enseñándonos con paciencia y cariño. Sus anotaciones habían sido la única prueba, durante esos diez años, del tiempo que pase junto a Macy. De la educación que nos impartió y aquello que yo era incapaz de recordar.
—Respira. —dije haciendo eco a la voz del maestro en mis memorias, y sostuve su rostro.
Aquellos claros y cristalinos ojos que me devolvieron la mirada, los mismos que alguna vez me observaban con confianza y afecto, entonces no eran más que pozos desbordantes de angustia.
Confía en mí.
Inhaló profundamente, y cerrando los ojos comenzó a llamar al hielo de vuelta. Sin embargo, la tormenta a nuestro alrededor se intensificó, colando frías ráfagas entre nuestros cuerpos tal que si intentase separarnos.
La envolví con mayor fuerza, sintiendo sus temblorosos brazos a mi alrededor, y negándome a dar marcha atrás le recordé aquello tan importante que el maestro no nos permitía olvidar…
—Macy... tu eres el centro. Tu decides el cómo, el cuándo y porqué.
Durante un tenso minuto ni siquiera le sentí respirar, pero al final me observó… con un brillo extraño. Y tras acurrucarse en mi pecho la pequeña tormenta comenzó a declinar, el hielo y frío realizó piruetas mientras regresaba la magia a ella. Hacia el centro de su alma.
Cuando no quedaba más que un leve rastro, caí en cuenta de las voces aterradas al otro lado de las puertas… las cuales fueron abiertas de golpe. Lyssa ingresó con Cyna, Wills, Verha, Alton y Lesson detrás, pero se detuvieron en medio de la habitación estropeada. Su avalancha de preguntas cayó sobre mis oídos, irritándome. Pero en cuanto Lyssa trató de sujetar a Macy, un latigazo de pánico me llevó a retroceder.
—No —dije, tan fuerte que todos guardaron silencio— Yo-yo… yo cargo a Macy hasta su habitación...
Mi vergonzoso balbuceo fue interrumpido por Lesson.
—¿Qué mierda es todo esto, Clim? ¿Qué le hiciste a Macy?
Su acusación termino por romper mi endeble control. Me puse de pie con Macy todavía en mis brazos y le enfrente sin filtro.
—¡¿Qué le hice?! ¡No intentes culparme por esto, también estabas aquí y es tu hermana! ¡No soy el único que debió percatarse de este fiasco! ¡La conoces tan bien como yo...!
El jadeo de Cyna consiguió detener mi lengua, pero ya era tarde. Lesson dirigió la mirada al suelo, con los puños cerrados y una mueca dolorida.
—¿Son...?
—Es momento de irnos —interrumpió Wills a Verha y, junto a Alton, lo arrastraron fuera.
Cyna les siguió, mientras que Lyssa volteo hacia Lesson y le abrazo. Ignoré sus murmullos y di media vuelta, dirigiéndome a la habitación de Macy. La recosté en su lecho, y le cubría con las mantas cuando Cyna regresó.
—Le pedí a la señora Nicole que se encargue del estropicio en sus habitaciones, General —dijo—. Hum... ¿Lady Amace se pondrá bien?
Su pregunta me llevó a revivir todo lo sucedido en tan pocos minutos, y un estremecimiento recorrió mi columna ante la realidad de lo cerca que estuvimos de causar un desastre. De no haber limitado el daño a esa habitación... Todo el esfuerzo de Macy, su duro trabajo para conseguir la confianza y respeto de los ciudadanos en Duhjía... se habría perdido.
—Tomará más que unos días, pero si. Se repondrá. —Le respondí, pidiendo a los Dioses que mis palabras fuesen un hecho y no un reto al destino.
—Los Dioses le escuchen —murmuró.
Me senté en el borde del lecho, sabiendo que debía marcharme pero incapaz de hacerlo. Su delicada figura sobre las blancas sabanas, apenas se movía al compás de su respiración. Y la angustia regresó mientras recordaba ese fatídico día... si tan sólo me hubiese quedado a su lado.