Fuego en mis venas (radwulf #2)

Capítulo XXXVIII

La frustración termino por despejar mi cabeza de cualquier rastro de somnolencia. Tras comprobar a Macy, quien continuaba inconsciente pero estable, me dirigí a mis habitaciones solo para detenerme al entrar y ver el estropicio que había quedado. A la luz de la mañana, se veía peor de lo que creía.

—General, le preparé otras habitaciones —dijo Gale a mi espalda. Voltee, y preguntó—: ¿Preparo un baño?

Asentí ligeramente y él dio media vuelta, guiándome un par de puertas más allá. Nada más poner un pie dentro, sentí el lugar como algo familiar. No pude explicarme a qué se debía, hasta que terminaba de vestirme con el cabello todavía húmedo.

—Séquese bien. —Me regaño Gale antes de salir con las ropas sucias.

Los coloridos diseños que decoraban las paredes no eran parte de la madera. Plantas varias envolviendo diversas escenas. Desde una familia merendando en medio de un campo veraniego, hasta niños jugando entre las ramas de los arboles. Las diferencias en los trazos, zonas desgastadas y tonos ligeramente incompatibles, no quitaban la belleza de la amplia obra. Seguí con la mirada cada rincón mientras secaba mi cabello con una toalla.

—¿General? —Me llamó la señora Nicole, golpeando con ligereza las puertas.

Lance la toalla lejos y abrí sin demora. Su estoicismo habitual había desaparecido bajo la preocupación.

—Lord Tyrone de Zufhwyth ingresó a la ciudad —dijo.

Suspiré, sintiendo el peso de las responsabilidades aumentando a segundos.

—Gracias por informarme, señora Nicole —Le dije, abandonando la habitación.

—Es mi deber, General —respondió—. Sin embargo, no puedo evitar preocuparme por esta repentina visita. ¿Debo ubicar a Lord Tyrone en el ala opuesta, o consigo una vivienda separada?

Sopese las opciones mientras caminábamos hacia las escaleras principales, haciendo a un lado mi deseo de enviar de vuelta al molesto sujeto. Si bien podía considerarse a Macy la causa de su presencia en Duhjía, ella se hallaría inconsciente durante unos días... por lo tanto, lidiar con él sería mi problema.

Las cosas que hago por ti, Macy.

—Lo más lejos posible de la Virreina. —Le respondí al fin, antes de dejarle atrás y salir por la entrada principal del Palacete.

Un sencillo carruaje se detuvo a pocos pasos. Seguido por una carreta con una doncella y dos hombres sentados en frente, tras los cuales se hallaban apiladas diversas cajas y baúles. Verha abrió la puerta del carruaje, dejando salir a Tyrone, mientras le decía un puñado de palabras que no alcance a escuchar.

¿Pero que...?

—¡Verha, regresa a tu puesto! —Le ordene, fijando mi mirada en Tyrone.

El chico murmuro una despedida y regreso dentro.

—Buenos días, General —dijo Tyrone, extendiendo una mano.

Sin inmutarme, cruce los brazos y espere que cayera su brazo antes de hablar, con la mayor indiferencia posible.

—¿Qué haces aquí?

—Su excelencia me comentó sobre las carencias venideras para Duhjía, por lo que reuní algo de ayuda...

—Pregunte “¿qué haces aquí?” —gruñí, señalando el hecho de que se hallaba frente a las puertas del Palacete.

Que no pueda expulsarle, no quiere decir que no pueda fastidiarle en cada paso, pensé. Su ceño fruncido fue más que satisfactorio.

—Su excelencia señaló que no habría problema con hospedarnos en el Palacete...

—Hum, pues si lo hay —Le interrumpí por segunda vez—. No te quiero aquí.

Retrocedió un paso, más cerca de los hombres que venían consigo. La sorpresa dio paso a la hostilidad en un parpadeo.

—Bien, no discutiré con usted. —Sentenció, y paso junto a mi a grandes zancadas.

Permanecí de pie en el mismo lugar y la misma posición, sopesando mis opciones mientras mozos y doncellas ayudaban a descargar los pertrechos del carro y el carruaje.

—¡General! —Me llamó Wills, viniendo desde el interior del Palacete—. Lord Tyrone insiste en ver a su excelencia...

—No le dejes —respondí, dando media vuelta para al fin regresar dentro.

—Eso intento, pero...

—Sin peros —gruñí—. No podemos ocultar por mucho tiempo el que está inconsciente, ni siquiera estoy seguro que despierte mañana o en una semana. Y aún así, los detalles de cómo y porque terminó de esta forma deben permanecer ocultos. Confiar en Tyrone no es una opción.

—Entiendo, General...


 


 

***


 


 

Dediqué casi todo aquel día a poner en orden los asuntos pendientes de mayor urgencia, repitiendo la vaga excusa “la Virreina se haya indispuesta”... al punto en que casi podía creerlo. Gracias a las contantes visitas de Cyna, quien me mantuvo al tanto de su estado cada que traía algún bocadillo o té a mi oficina, pude mantener controladas las ansias de dejar todo e ir a su lado.

Hasta que cayó la noche.

La facilidad con que Tyrone había dejado de insistir, me llevo a la necia decisión de dormir en el incomodo sofá una segunda noche. Y la siguiente a esa.

Si no despierta pronto...

Sacudiendo mi cabeza, aparté los pensamientos pesimistas.

Me hallaba sentado a su lado, sobre la cama, sosteniendo su fría mano entre las mías. Di un vistazo a las puertas abiertas antes de inclinarme y deslizar un dedo por su mejilla, apartando así unas hebras de su fino cabello. Pese a su acompasada respiración, no podía dilucidar si Macy tenia un sueño tranquilo o... al contrario. Sólo las sombras bajo sus ojos y la falta de reacciones al sostener su mano, dejaban en claro que estaba en un punto delicado. La “magia” es caprichosa, podría haber estado agonizando mientras se veía saludable y fuerte.

Suspiré y solté su mano... pero para mi sorpresa, sus dedos se cerraron con fuerza, mientras dejaba salir de su garganta un ligero quejido.

—¿Macy? —Le llame con voz ronca.




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