Fuego en mis venas (radwulf #2)

Capítulo XLII

La tarde llegó y se fue, pero Macy no habló conmigo. Tuve que recordarme, una y otra vez, que irrumpir en sus habitaciones no era correcto. Que estaba a salvo y bajo control. Pese a cuánto deseaba saber qué había pasado, si es que yo había hecho algo mal o, al menos, cuál era la razón por la que prefería pasar tiempo junto a Tyrone... no insistí.

Fui a dormir inquieto, frustrado y más que un poco cansado. No obstante, en un parpadeo ya había amanecido y brinqué fuera del lecho con el corazón desbocado.

Sentía el frío de Macy arrastrándose sobre mi piel, persistiendo... transformándose con el pasar de los segundos en una espesa y agria masa. La cual se negó a desaparecer de mi garganta mientras me lavaba y vestía, bajo la atención de un preocupado Gale.

—Estoy bien —insistí.

Me vio a los ojos mordiendo su labio inferior, obviamente queriendo decir algo más. Pero al final claudicó y se retiró llevando la ropa sucia.

Baje a desayunar, consciente de que Macy todavía se hallaba en sus habitaciones, y me reuní con Lady Antonia, Lesson y Garb. Tras los saludos cordiales, me senté y comí en silencio, mientras ellos charlaban sobre nuestros días en las catacumbas de Real. Evité unirme, respondiendo con monosílabos a sus preguntas o escuetos movimientos de cabeza.

Tras unos diez minutos de desayuno, sentí a Macy bajando. No pudé evitar tensarme y derramar un poco de jugo sobre la mesa, cosa que llamó la atención de Lesson.

Le fruncía el ceño retándole a decir algo al respecto cuando ella llegó y saludo.

—Buen día —dijo con una sonrisa.

Murmuré una respuesta, buscando su evasiva mirada. Ella se integró en el grupo y la plática, pero me evito tan grosera y evidentemente... la inicial frustración que sentía, al dar por terminado el desayuno ya era una maraña de dolorosas emociones.

¿Qué hice?

—Lesson, no te olvides de empacar tus cosas. Los postulantes ya se están reuniendo, mientras antes vayas a evaluarlos, mejor. —Le recordé antes de que abandonase la habitación.

—Sí, señor —respondió con tono insolente.

Macy se detuvo de golpe, viéndome sorprendida.

—¿Qué cosa? —preguntó en un murmullo.

Antes de poder responder, ella se percató de que estábamos solos e intentó huir. Alcancé a detenerla sujetando uno de sus brazos y me interpuse en su camino hacia las puertas.

—Tenemos que hablar —dije, buscando sus ojos.

—Este, yo... pero yo... Lesson... —balbuceó.

—¿Qué hay con Lesson? —inquirí irritado.

La solté y me crucé de brazos, apenas conteniendo el impulso de sacudirla.

Ojalá no tuviese que irse Lesson.

—Yo... solo quería saber...

—Puede esperar —dije cortante—. Lo que sea, puede esperar. Ahora mismo quiero que me digas porqué me has estado evitando. ¿Qué hice para enfadarte?

—Nada —respondió sorprendida, viéndome a los ojos unos segundos—. No has hecho nada Clim, simplemente he estado ocupada.

—Por supuesto —espeté entre dientes— Entonces, ¿por qué dejaste la fiesta tan pronto?

—Estaba cansada. Bailar agoto mis pocas fuerzas.

Su cortante respuesta era una obvia y dolorosa mentira. Algo había sucedido, estaba tan seguro de ello como aterrado. No obstante, tras un largo minuto, sólo quedaba en mí una única certeza... no quiero lastimarla.

—Bien. Fingiré que te creo —dije tras un suspiro, y deje la habitación sin mirar atrás.

Dos días después, en la mañana, despedimos a Lesson y Tyrone frente a las puertas principales. Debí morder mi lengua para evitar insultarlos ante tantas personas, por razones muy opuestas. No lo admitiría en voz alta, pero no tener a Lesson entre nosotros iba a ser más que difícil.

—Adiós, General —dijo Tyrone con una sonrisa.

Lesson golpeó mi costado instándome a soltarle un "adiós" entre dientes, y abrazó a Macy durante un incómodo minuto murmurándole algo al oído. Tyrone y yo intercambiamos ceños fruncidos, hasta que aclaré mi garganta y jalé a Macy desde la cinta en su cintura. Ella dio un paso atrás y dijo:

—Hasta pronto Lord Tyrone, que ambos tengan un viaje seguro.

Perdí la poca paciencia ante tanta gentil dulzura en su voz y gestos. Sin permitirles más formalidades, los despaché y empujé a Macy de vuelta al interior.

—¡Hey! ¡Deja de actuar como un niño! —Se quejó.

—Por más que les digas adiós, no se quedarán... ¡Auch!

Golpeo mis manos y se alejó a grandes zancadas, refunfuñando. No volví a verla hasta la tarde de aquel día, cuando irrumpió en mi oficina y dijo:

—Quiero ir a Real.

La mire a los ojos en silencio, sopesando sus palabras, su zanjante declaración. Su expresión fue cambiando a medida que el tiempo avanzaba, convirtiendo los segundos en un puñado de silenciosos minutos. Alcancé mi taza de té y bebí un largo sorbo, sin apartar la mirada hasta que deje la taza sobre su platillo. Entonces regresé mi atención a los documentos.

—Cliiiiimm... —gimoteo.

—Después —espete entre dientes.

—Pero ya casi está el sesenta por ciento de las viviendas habitables... —insistió—, no que vayan a ser utilizadas ni el treinta por ciento. Los cultivos ya han comenzado a germinar...

La ignoré cuanto pude, volteando la siguiente hoja de los últimos reportes del sector agrícola...

—Lord Zed y Lord Dion me ayudaron a colocar hechizos de protección alrededor de la ciudad. Sin olvidar que ya has dispuesto los puestos de los soldados y las medidas precautorias... y hace unos minutos me mordió un perro. Casi me arranco la mano.

Alcance una pluma y señale un predio a confirmar...

—Cliiiiiim —gimoteo otra vez.

—¿Qué? —inquirí con molestia mientras devolvía la pluma a su lugar—. No podemos simplemente marcharnos. Para empezar, tú fuiste quien aceptó hacerse cargo de la reconstrucción.

Le observé con toda la molestia que logre expresar, aunque deseaba tanto complacerla... temía preguntar la verdadera razón detrás de su deseo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.