Fuego en mis venas (radwulf #2)

Capítulo XLIV

Resistí el impulso de cuestionar a Macy, temiendo que Hazel estallara en lágrimas una vez más. Entonces llegaron Cyna y Lyssa para llevar a Macy hasta sus nuevas habitaciones.

—Ah. Nana le asignó unas habitaciones más cerca del área de la familia Real. —Me informó Hazel cuando me senté a su lado tras la partida de Macy—. Aunque estarás un poco lejos, Noemia vigilará a Macy durante las noches.

Asentí y la observé, meditando las palabras que podía decir sin ser regañado por Mara y Lorret.

—¿Qué? —inquirió, frunciendo el ceño.

—Hazel... —inclinó la cabeza esperando que continuase—. Me preguntaba... sin ofender, ¿no tardaron un poco en tener un hijo?

—Cliiiim —canturreo con una sonrisa.

 

 

 

***

 

 

 

Esa noche acudí a cenar con el rey y la reina. Noemia ya estaba con ellos en la antesala del comedor y rió abiertamente cuando me vio.

—¿Qué es lo gracioso? —Le pregunté molesto.

—Enfadaste a la reina —dijo, sin perder su sonrisa.

Por reflejo lleve mi mano a la mejilla que Hazel había pellizcado antes, observándola. Ella miraba a otro lado todavía molesta. Aunque ya no dolía, la sensación me había seguido toda la tarde.

—Ya me disculpé —repliqué.

—Aja. Lo que tú digas.

Ya me sentía bastante irritado, pero entonces llegó Lesson. Tras un breve saludo al rey y la reina, me preguntó sin morderse la lengua;

—¿En verdad le preguntaste a la reina sobre su vida sexual?

El rey, que en ese momento bebía té, se atragantó y tosió con el rostro completamente rojo. Hazel golpeó su espalda, frunciéndonos el ceño con una mezcla de vergüenza y enfado que la hacían ver "adorable". No pude evitar reírme un poco, dejando cualquier molestia de lado.

—Ugh, basta —se quejó.

—Por todos los dioses —comenzó Ambon con voz ronca—, sé que estamos en confianza, pero eso fue demasiado...

—¡N-no pueden hacer esas preguntas! ¡Están totalmente fuera de lugar! —Hazel estalló.

Contuve mi risa pero Hazel me arrojó una almohada, la que rebotó en mi cabeza y fue a dar al piso.

—Que buena puntería, mi reina —dijo Lesson, recibiendo otra almohada en el rostro.

Noemia rió con más fuerza, retorciéndose en el sofá como quien ve una hilarante obra callejera. El rey se aclaró la garganta e intentó aparentar serenidad.

—Bueno, olvidemos el tema. Hay asuntos más importantes que deberíamos discutir.

—Ugh. No más trabajo, por favor. —Se quejó Lesson, sentándose frente al rey con la almohada en sus manos.

—Ahora que Clim y Amace están aquí —continuo Ambon, ignorando a Lesson—, sería bueno que participen en las actividades sociales. Ya hable con Lady Maica, ella se encargará de incluirla en los bailes a los que Hazel no pueda asistir. Y Hazel... —le dio una mirada y alcanzó su mano mientras continuaba—, Hazel la mantendrá como su invitada de honor en las fiestas de té y reuniones informales.

—Pero...

—Y tú también debes relacionarte con otros nobles, Clim —insistió, cortando mis quejas—. Es importante para que la autoridad que les he dado sea efectiva, y eso nunca lo conseguirán sólo con mis órdenes.

—Amace no estará de acuerdo —dije.

—Eso es cierto —asintió Lesson, concordando conmigo—, pero el rey tiene razón. Ya no estamos en las catacumbas. La gente que no estuvo con nosotros no tienen razones para confiar ciegamente en lo que hagamos o digamos. Sobre todo Amace, que para muchos aún es "la bruja del hielo", tendrá dificultades para ejercer como Virreina fuera de Real y Duhjía.

—Precisamente —asintió Ambon.

—Ya viene —dijo Noemia, haciéndome notar que precisamente se acercaba desde su habitación—. La instaremos con calma, ¿si? No podemos arrojarla a la sociedad sin preparación.

Todos concordamos con asentimientos y murmullos, y Macy llegó con sus doncellas detrás. Tras los saludos cordiales, fuimos a la mesa y cenamos mientras platicábamos. Ella esbozaba una pequeña sonrisa, respondiendo escuetamente y evitando mi mirada.

Aceptó sin quejas participar en las reuniones informales presididas por Hazel, acordó aceptar la asesoría de Lady Maica y, para mi sorpresa, se comprometió a relacionarse con los demás Bletsun en la medida que le fuera posible.

Sin verme a la cara.

Rumié mi molestia por tan inexplicable actitud, pero lo deje pasar esperando tener una oportunidad de preguntarle al respecto. Unos días después, me sentía más que arrepentido de esa decisión. Habíamos estado tan ocupados, que me fue imposible encontrarme a solas con ella. Por supuesto, sabía donde se encontraba en cada momento... no obstante, ¿qué le hice?

La pregunta no dejaba de dar vueltas por mi cabeza.

Aquella noche, la temperatura de la ciudad descendió a un nivel molesto, para mi, y definitivamente notorio para la gente común. Recostado en mi lecho, tantee con mi magia sin poder conciliar el sueño. Ni siquiera me había quitado la ropa de diario o los zapatos, tan solo mi abrigo yacía a los pies del lecho.

Entonces sucedió.

La temperatura descendió todavía más hasta que el hielo comenzó a formar una capa sobre el Palacio. Me levanté de un salto y fui hasta la ventana, tan solo para ver cómo comenzaban a caer, poco a poco, pequeños copos de nieve.

Pero, ¿que...?

Una oleada de pánico me atravesó ante el pensamiento de lo que podría ocurrir... No. No lo permitiré.

Salí corriendo de mis habitaciones, pasando por los pasillos casi desiertos sin detenerme siquiera a pensar en los pocos soldados y empleados que vi contemplando el suceso. Tan rápido como pude, hasta llegar a las puertas que abrí de golpe, jadeando mientras iba sin pausa hasta las puertas de la alcoba. Titubee un segundo cuando sentí la agitación de su frío, pero abrí antes de pensarlo mejor y la busqué con la mirada. Ella estaba temblando en un rincón junto a las ventanas, abrazando sus rodillas con el rostro oculto por sus brazos.




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