Diez años atrás...
Humo denso y negro se alzaba desde el Palacio, mientras corría en dirección contraria a los aterrorizados ciudadanos. Mis padres, los padres de Macy... ellos estaban ahí. Debía llegar al palacio; fue mi primer objetivo que conseguí con éxito, corriendo entre los soldados y valientes campesinos que acarreaban el agua tratando de detener aquellas llamas.
—¡Mamá!... ¡Papá!... —grité, hacia la multitud fuera del palacio. Pero no hubo respuesta.
—Hemos sido llamados a Palacio, Clim. Cuida a Amace y jueguen mientras no estemos, más no se alejen de la ciudad —dijo papá, quien luego de revolver mis cabellos se alejó con mamá y los padres de Macy, camino a Palacio.
Gritos a la lejanía y la única cosa en que pude pensar fue en apagar el fuego. Cerrando los ojos, me concentré y abatí el fuego con un sólo suspiro. Los soldados y campesinos sorprendidos, tardaron eso de un minuto en reaccionar y correr a socorrer. Yo fui tras ellos, internándome por los pasillos mientras veía rostros tras rostros desconocidos, sin poder hallar a mis padres o los padres de Amace.
El aroma de la madera y tela quemada, la carne... me estremecía mientras jadeaba entre las lágrimas.
No dejaba de pensar en el fuego consumiendo a mis padres, consumiendo a aquellas personas inocentes, los padres de Macy, su hermano... sentía náuseas.
Tropecé con una pierna de un soldado caído. Horrorizado, le observe pensando en que vería a un hombre desfigurado por las quemaduras, pero en su lugar vi a un muy mal herido hombre. Una herida aún sangrante en el abdomen y su espada caída a varios pasos.
No tenía sentido. Si el fuego no era el culpable, entonces qué.
Me puse de pie y corrí, corrí viendo a los soldados caídos, las doncellas degolladas y los nobles decapitados. Trague las náuseas y grite y grite llamándolos. Hasta que vi al primero de esos monstruos. Grandes y gruesos, sin cabellos y piel grasienta. Tres oscuros ojos que se clavaron en mi, piernas y brazos largos terminados en gruesos dedos con larguísimas garras. Su ancha boca llena de al menos tres hileras de filosos colmillos se abrió, y un rugido ensordecedor retumbó en las paredes de piedra.
El monstruo se abalanzó hacia mi, y aunque debía huir, pensé en Macy y los días en que solíamos practicar con el maestro. Solo cerré mis ojos un segundo y al abrirlos, con decisión, alce mis manos y llame al fuego.
Aullando, el monstruo cayó sobre el piso, agitándose en inútiles intentos de alcanzarme. Mi fuego terminó con su vida en menos de un minuto, y sin darme tiempo a mediar en lo hecho continué corriendo.
—¡Mamá! ¡Papá! ¡Señor Hans! ¡Señora Cilla! ¡Lexuss! —Mis gritos fueron ahogados por los rugidos de otros monstruos que aparecieron por los pasillos, siguiéndome mientras les calcinaba con enfado.
—¡¡Detente ahí!! —Un hombre se abalanzó hacia mí con su espada alzada. Obviamente no era un soldado.
—¡Aléjese de mi! —Trate de salir a un jardín interior, no queriendo herir a un humano. Pero nunca fui más rápido que Macy.
—¡Detente! —Un monstruo se interpuso en mi camino, provocando que el sujeto me jalará de un brazo.
Fue cosa de un segundo. Le vi a los ojos y supe que él no iba a dudar en matarme, aun si era un niño. Estaba decidido y cargado de tal furia inexplicable... que no pude dejar de luchar por mi vida.
Cerré los ojos y permití que el fuego destruyera todo a mi alrededor.
La mano que me sujetaba desapareció y escuche un grito que rápidamente murió, junto con su dueño. No me permití mirar hasta estar seguro, de que todo lo que quedaba del monstruo y ese hombre, no fuera más que cenizas.
Al abrir mis ojos y contemplar el negro polvo a mi alrededor, cubriendo la tibia tierra marchita, sólo traté de centrarme en Macy. Ella me esperaba, y debía volver por ella y protegerla hasta que nuestros padres volvieran. Eso es. Proteger a Macy.
Medio tambaleante comencé a caminar buscando una salida de palacio.
El aire se volvía escaso a cada paso mientras vagaba mi mirada entre cada rincón, atento a cualquier señal de aquellos monstruos o más humanos. Sin saber bien cómo, termine en un oscuro pasillo. Mis pasos retumbaban en las paredes, y solo resolví extender una mano y encender un fuego en mi palma. A penas se iluminó el pasillo, las manchas de sangre a mi alrededor produjeron escalofríos que recorrieron mi cuerpo una y otra vez.
Un rugido grotesco tras de mí me instó a correr buscando el final del pasillo, que la llama ya atenuada no fue capaz de mostrar.
—¡Ahí! ¡Matadlo! —Los rugidos fueron acompañados por las voces y pasos de humanos.
Pero corrí, corrí pensando rápidamente en mi siguiente acción, que solo fue detenerme y lanzar mi fuego en su contra, quemando todo ser tras mis pasos.
Cuando alcance el final del pasillo donde se extendía otro de lado a lado, el titubeo en mi decisión de por cuál lado ir me retraso. Podía escucharlos, podía sentir el calor de sus cuerpos... la pared a mi derecha fue destrozada por un monstruo dos veces más grande que los anteriores, quien creó un agujero a través del suelo. A pesar de dar media vuelta dispuesto a enfrentarme con los demás, aún detrás, fui detenido y jalado hacia arriba por la enorme bestia.