Fuego en mis venas (radwulf #2)

Capítulo XIII

Seguía las tres mujeres a una distancia más que abundante. Ellas caminaban por los pasillos en torno al principal jardín interior, cuya belleza volvía a relucir después de diez años. Su conversación se perdía en el aire, hasta que me quede un poco más rezagado por la aparición de Garb en un recodo.

—General —asintió en saludo, fulminándome con su mirada.

Según su criterio, aún no demostraba ser lo suficientemente amable con Macy.

—Garb. —Medio gruñí—. ¿En medio de una ronda?

El asintió, llevando su mirada hacia el recodo en que Macy desapareció, y de vuelta a mi, con un extraño brillo que no supe reconocer.

—Buena noche para un paseo, ¿no? Incluso Lord Tyrone lo puede apreciar.

Abrí la boca para soltar una escueta opinión, cuando caí en cuenta de sus palabras. Me congele, mientras mi instinto buscaba a Macy, y la temperatura... de otra persona resonó a su lado. No escuche el llamado de Garb mientras aceleraba mi paso hacia ella, prácticamente corriendo a su encuentro. Al divisarla, tan malditamente cerca de Tyrone, no pude contenerme.

—¡Ya es suficiente, acompañad a Lady Amace! —gruñí a sus doncellas, que habían llegado poco antes que yo.

Sujete un delgado codo de Macy y la aparte de Tyrone. Sus doncellas se afianzaron de sus brazos y se alejaron obedeciendo mi orden. Clave entonces mi mirada en Tyrone, quien tardó un momento en comprender mi actuar.

—¿Así que la famosa bruja de los hielos, General?

—Cuida tus palabras, Tyrone. Está prohibido insultarle, incluso a nobles —Le dije con brusquedad.

—Estoy al tanto, General —espetó entre dientes. Nuestra hostilidad siempre mutua.

—Eso espero. Manténgase alejado de ella —di media vuelta disponiéndome a ir tras los pasos de Amace.

—No tiene derecho a prohibirle tener amigos.

Mi puño conectó con su mandíbula antes de poder pestañear. Cayendo de espaldas sobre la dura piedra, Tyrone soltó una maldición y se sentó lanzándome una mirada cargada de odio, mientras sujetaba su mandíbula con la nariz sangrante. Ignoré la pequeña punzada de culpa.

Dí media vuelta y retome mi andar sin detenerme a repensar mi actuar.No solo me enardecía su sola presencia, él tenía que cruzarse en de camino de Macy, tenía que pretender ser todo un caballero ante ella... ¡El maldito idiota!

Llegue a mi habitación, sintiendo la presencia de Amace con tal familiaridad, que mis pensamientos se negaban a apartarse de los recuerdos... hasta que Lesson apareció por mi puerta, con la sorpresa grabada en su rostro.

—¿Qué pasó? —Me preguntó. Su enfado conmigo aparentemente olvidado.

—¿De qué hablas? —inquirí en lugar de contestar, suponiendo que Garb fuese el chismoso.

—¿De qué hablo? No trates de fingir inocencia, Clim ¡Golpeaste a Lord Tyrone...!

—¡Detente ahí! ¡No trates de defender a ese maldito imbécil! —Le corté.

—Es un noble, Clim. No puedes ir por los pasillos golpeando a todo aquel que de una mirada en su dirección —Sacudió su cabeza, evidentemente exasperado conmigo—. Su majestad quiere asignarle una escolta en un tiempo más. Tarde o temprano tendrás que dejar su seguridad en otras manos, no puedes...

—¡Lo que haga o deje de hacer no es de tu incumbencia! ¡Solo respondo a su majestad Ambón, así que vete! —Le di la espalda yendo hacia el escritorio, escuchando el azote de la puerta antes de llegar a la silla y dejarme caer en ella.

¿Por qué no se mete en sus propios asuntos?

 

 

 

A la mañana siguiente, nuevamente en el atrio, traté de centrarme en las cartas sobre la mesa, mientras una doncella dejaba frente a mi un vaso de zumo y Amace agitaba su espada en contra de Lesson. Ahí, en medio de los sudorosos soldados que a medida que los días avanzaban se veían más y más entusiasmados por su presencia, ella giró azotando el filo de su espada, provocando un fuerte replicar del metal contra metal... hasta que le golpeó una pantorrilla con su pierna derecha, haciéndole caer.

Las risas se alzaron, y ella sonrió casi logrando que me atragantase por el brebaje que apenas ingresaba a mi garganta.

Sentí una fuerte urgencia de golpear a Lesson cuando ella extendió una mano y le ayudó a ponerse de pie. Intercambiaron unas palabras y Lesson gritó a los distraídos que yo me esmeraba en ignorar.

—¡Vuelvan a lo suyo!

Ella asintió con la mirada fija en él, y se acercaron a las mesas del lado contrario a mi. Se sentaron en maltrechas butacas, más juntos de lo que podía soportar.

Inhale el templado aire tratando de mantener quieto el revoloteo de mis fuerzas, cuando algo en su conversación cambió el semblante de Macy, casi logrando que se ahogara con zumo. Lesson palmeo su espalda, no pareciendo arrepentido de provocar aquella reacción.




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