Fuego en mis venas (radwulf #2)

Capítulo XVI

La expectativa de volver a Quajk, alteraba los ánimos de los soldados. No había duda en ello. Pero lo único que me mantenía alerta por sobre todo, era el nerviosismo que denotaban las fluctuaciones en la fuerza de Amace. Noemia acababa de acercarse a ella, dejandole a penas unos minutos después de entregarle un libro demasiado familiar. Sin duda, buscaba distraer su mente de todo lo demás.

—Hum... Siento que debería ir con ustedes —dijo Lesson a mi lado, devolviendo mi atención a su persona.

Pese a haber expresado su deseo de permanecer en Palacio, más por preocupación hacia Lyssa que otra cosa, parecía demasiado dispuesto a dejar aquello de lado por acompañar a Macy. No que le hubiese permitido permanecer junto a ella durante la misión.

Su mirada vagó hasta donde ella se hallaba, junto al dorado corcel que su majestad ordenó "darle", y que precisamente era el hermano menor del corcel de Hazel.

—Estará bien, Lesson. El hielo no le lastimara —dije, señalando a un soldado que acercara mi corcel.

—Sé que no la lastimara el hielo —gruñó, logrando que toda mi atención recayera sobre él—. No es el hielo lo que me preocupa.

Sólo entonces vi como disgusto aquella oscura sombra en sus ojos, que hasta ese momento confundí con preocupación.

—Lesson... —murmuré apenas, sintiendo el peso de la culpa ya como un habitual, pero incapaz de decirle nada al respecto.

¿Desde cuándo no confío en él?, me pregunté.

Sin más le vi alejarse hacia donde se hallaba Macy, ya montada en su corcel, sintiendo una extraña y nueva sensación en mi pecho. Un algo... un algo que surgió de mis recuerdos. Y entonces la fuerza de Amace se agitó, apartándome de lo que pude o no hallar. Su plática le había vuelto tensa. Podía verlo, podía sentirlo, pero sobretodo... quería borrar de su mente lo que le hubiese puesto así. Sin embargo, Lesson la jaló hacia él y planto un beso en su pálida frente. Un beso breve, pero que inevitablemente atrajo de golpe a mi casi extinto enfado.

Subí a Sath y apresaba las riendas con fuerza, mientras veía a mi "amigo" despedirse de los soldados con un agitar de su mano, no queriendo analizar la emoción que me provocaba el solo pensar que... Macy... Lesson...

¡Dioses, no!

Ladre a mis soldados que partieramos ya, adelantandome a Amace y Garb, esperando, o más bien deseando que la misión acabara de una vez.

 

 

 

Tras largas horas de viaje, tomamos un descanso junto al camino, y luego continuamos hasta dar con una pequeña casa abandonada, justo cuando caía la noche. Gracias a los pertrechos que debíamos llevar, tardamos un tanto más, pero eran indispensables en la tarea venidera.

Las dos únicas habitaciones del interior, conectadas por un estrecho y breve pasillo, fueron perfectas para que nos asentaramos Amace y yo, mientras éramos rodeados por los soldados. Un par de los más jóvenes fueron los encargados de disponer los lechos, por idea y mandato de Garb. No obstante, mi humor no mejoró al ver como un soldado huía torpemente del hogar, ni mucho menos cuando vi desde la puerta a un sonriente Garb, demasiado cerca de Macy.

—Vete ya, Lady Amace debe dormir. —Le gruñí, antes de poder calmarme.

El muy idiota se marchó, sin inmutarse ante mi obvia hostilidad.

Di media vuelta, me encerré en la pequeña habitación, y recostando sobre el incómodo camastro me esforcé en respirar. Respirar profundo, aliviando como mejor podía la tensión arraigada en mi cuerpo. Luchando contra las ganas de cruzar los centímetros que me separaban de Macy, y envolverla con mis brazos, cerca de mi corazón.

Un deseo estúpido.

Poco después, sentí una cierta agitación proveniente de ella, sacándome del frágil sueño que con esfuerzo había conseguido. Su fuerza intentaba atravesar a la mía, en rafagas aleatorias y titubeantes, como si quisiera huir y al mismo tiempo... le fuera imposible.

En un segundo me hallaba de pie sintiendo como si, de la nada, su fuerza me intentase atraer. Como si me rogara que me acercara y le envolviera. Como si intentase hablarme. Y lo único que pude hacer, lo único que me permití hacer sin permitirme dar un paso hacia ella, fue envolverla con mi calor en un brazo cálido. Despertandola. Cerrando los ojos, deje salir el aire que retenían mis pulmones, escuchando como abandonada su habitación y cruzaba la sala hacia la puerta de entrada. Entonces salió.

Me senté sobre la cama, queriendo que la tierra se abriera a mis pies, cuando un susurro estremeció mis huesos.

¿Todo en orden, Lady Amace?

Tarde un eterno segundo en reconocer la voz de Wills, y percatarme, con desconcierto, que lograba escuchar a los soldados que rodeaban las fogatas en el exterior. Sus pláticas retumbaban en mis oídos, tal y como en días pasados. Tal y como hace tanto...

Eh, si. ¿Sabes utilizarla?

Y ahí estaba Macy.

Cerré los ojos y me conecte directamente con el fuego, logrando ver sin mis ojos la etérea figura de Amace sentada junto a Garb.




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