Tragué a través de la dolorosa sensación, intentando desprenderme de la tensión en vano.
—La fiesta es dentro, Lady Amace —dije tras un momento.
Aunque me arrepentí un poco al verle fruncir el ceño, cuando Lexuss se puso de pie despidiéndose de ella con un ademan antes de adelantarse al interior. Obviamente enfurruñada conmigo, paso a mi lado con la frente en alto y largos pasos. Una actitud que esperaba mantuviera, aunque fuera un poco, cuando Ambón hiciese algo más que ponerle a cargo de la reconstrucción de Duhjía.
Tras soltar un suspiro, di media vuelta buscándola entre la multitud... y la encontré, junto al imbécil de Tyrone.
Titubee, mas que molesto, entre ir hacia ellos y apartarla lejos de su alcance, y mantener la compostura frente a tanta gente. Algunos ni siquiera disimulaban su mirada sobre ella.
Sonriendo, Tyrone la condujo hacia la pista de baile, ignorando que ella no parecía cómoda a su lado. Una nueva tonada comenzó y ellos se movieron entre la gente... mientras rodeaba la pista acercándome a Garb. Una breve mirada me basto, para comprender el gesto con que él me señaló la tarima.
Frunciendo el ceño, desvié mi camino hacia ella, justo en el mismo momento en que la música ceso y la atención fue a parar sobre el Rey.
Lexuss se acercó a Macy por otro lado, pero me adelante, sujetando su brazo y dirigiéndole hacia la tarima como el mayor tiento de que fui capaz, mientras el Rey comenzaba a hablar.
—Ciudadanos de Radwulf, agradezco vuestra presencia en nombre de mi prometida, y la familia Real. Esta vez no solo nos reunimos para anunciar formalmente nuestro compromiso, también nos encontramos aquí para felicitar a Lady Amace y Lord Clim, por su oportuna intervención en Quajk...
Un "que los Dioses les bendigan" se escucho, murmurado por algunos asistentes.
—Y, por supuesto —continuó Ambón—, me complace anunciar el nombramiento de la primera Virreina de Radwulf: Lady Amace de Quajk.
Inmediatamente sentí su tensión, casi saboree el pánico que la embargo mientras los aplausos y felicitaciones resonaban a nuestro alrededor.
Ni siquiera di un segundo pensamiento a aquellos que fruncieron el ceño con enfado e incredulidad, centrándome en ella. Enlacé nuestros brazos y le conduje a la tarima, pidiendo a los Dioses que no cayera inconsciente.
—Sonríe, Macy. No bajes la cabeza frente a esos petulantes nobles –murmuré a su oído, envolviéndola con mi calor mientras subíamos los escalones.
Frente a Ambón y Hazel, la empuje levemente hacia ellos, quedándome un paso detrás en caso de que me necesitase. Hazel recibió a manos de una Doncella el cojín en que reposaba la tiara de plata, decorada con filigrana de Jnah y puntas terminadas en pequeños zafiros. Y Ambón giró hacia ella cogiéndola. Temblorosa, Macy se inclino en profunda reverencia, y él coloco la tiara sobre su cabeza.
—A través del poder que fue legado a mis ancestros por los Dioses, nombro oficialmente a Lady Amace de Quajk Virreina de Radwulf —dijo Ambón, sonriendo con los ojos en ella.
Volteo lentamente, algo pálida, pese a su ya habitual palidez, y todos los presentes debajo se inclinaron pronunciando un "Que los Dioses le bendigan, alteza Amace". Forzando una sonrisa, le vi temblar mientras asentía suavemente.
Está por desmayarse.
—Clim, acompaña a Lady Amace y bailen un poco. La noche aun no termina —ordenó Ambón, en un tono tan sutil, que sólo pasaría desapercibido para quien no le conociera.
—¿Ma-majestad? —murmuró Macy.
—Una buena idea —medio gruñí, alcanzándola con cierta urgencia de detener sus temblores.
La acerque a mi, guiándole lejos de la tarima, hacia la pista de baile.
—Espera... Clim... —murmuró, tratando de soltarse de mi agarre por un momento.
Pasamos entre la gente, evadiendo sus felicitaciones como mejor pudimos, hasta alcanzar la pista. Sin más, pose mi mano en su cintura y sujetando su mano le guie hacia el centro. Paso a paso, suavemente como solía hacerlo de niños.
Su mirada me evadía, pero pude notar las lágrimas y el esfuerzo que ponía en no dejarlas caer. Una punzada cargada de culpa me perforó, instándome a consolarla, a cuidarle como debía haber hecho... y entonces deslice mi mano hacia arriba, por su columna, acercándole hasta que su mejilla se recargo en mi pecho.
Mi corazón bailó extasiado, a un ritmo dispar que ni por asomo se acercaba a la suave música que envolvía la estancia. Su ligero aroma y frío cuerpo...
¿Por qué? ¿Por qué las cosas terminaron así?
¿Dónde fue que quedaron nuestros sueños?
¿Cómo si quiera es posible que ella continúe de pie?
El regusto amargo de sus recuerdos, de aquellas emociones que le envolvieron, me instaban a cuidarle, a resarcir el daño que causo mi necedad, mi estupidez.
La maldad, la oscuridad no es algo que pase desapercibido para mi. Aprendí a reconocerla incluso en las sombras de quienes aparentan amabilidad, quienes regalan sonrisas mientras piensan en como hacer para que el otro caiga.