Fuego en mis venas (radwulf #2)

Capítulo XXVIII

Cuando la ceremonia terminó, me aparte de ella cuanto fui capaz mientras todos los asistentes nos dirigíamos hacia el Gran Salón. Ahí, no tarde en pedir un vaso de licor a una Doncella, del mas fuerte, antes de que algunos nobles se me acercaran. Sin reparar en mis cortantes palabras, permanecí a eso de un metro de Macy. Algunas damas y Doncellas se le acercaron a saludar, pero pronto nos hallamos solos, en ese rincón del salón sin nada más que hacer que beber de nuestras copas.

El calor del alcohol bajando por mi garganta no alivió de forma alguna la opresión dolorosa en mi pecho. No que tuviese muchas esperanzas en ello.

Mas te vale que seas un buen esposo —decía ella.

Queriendo reír por esas palabras tan impropias de sus labios, sin duda copia de alguien más, bese su mejillas y le envolví con mis brazos, estrechándola tan cerca que su aroma y frío se convirtieron en lo único de mi mundo.

— Por supuesto.

Y un buen padre, porque mis hijos tienen que convertirse en buenas personas y no creo que Lexuss sea un buen ejemplo —agregó contra mi pecho, deslizando sus manos por mi cintura.

Me abstuve de bufar ante semejante idea, prefiriendo disfrutar de tenerla ahí, entre mis brazos. Mía y solo mía. Mi corazón saltaba de acuerdo con el pensamiento.

Cliiiim —gimoteo, alzando el rostro—. ¿Me escuchaste?

Es tan hermosa...

—Si, Macy. Te escucho —respondí, asintiendo—. Lo que quieras, soy tuyo.

Ella rió junto a mi oído estrechándome con fuerza, causándome agradables escalofríos. Todo lo que quería se hallaba ahí, en esa plaza. Mis padres que bailaban entre la gente y Macy en mis brazos. ¿Qué más necesitaba para ser feliz?

Viendo a Hazel y Ambón juntos, bailando con sonrisas en sus rostros ignorando las miradas... las promesas de mi infancia me parecieron una broma. Sueños infantiles, castillos de colores, anhelos tan frágiles que no pudieron superar al tiempo y la distancia.

Esa noche fue un suplicio.

Mi pecho dolía por todo lo perdido, por la tristeza en los ojos de Macy y las palabras alojadas en mi garganta, ahogándome. Por cada cosa que no hice y lo que hice.

Sin poder dormir más que un par de horas, me preparé para el viaje a Duhjía empacando toda aquella ropa que me parecía imprescindible en un baúl, aparte del preparado por Gale. Cuando apareció al alba, frunció el ceño al baúl. Por un momento creí que comenzaría a regañarme, sin embargo, se limito a suspirar y llevar las cosas hacia los carros junto a un par de soldados.

Entonces salí al pasillo, sintiéndome más que aliviado de dejar aquellas habitaciones.

—General —dijo Lexuss, saludándome con un escueto gesto.

—Lexuss —dije, disfrutando un poco, quizá mucho, la forma en que se estremeció y frunció el ceño hacia mi.

Si iba a tener que fingir no conocer su verdadera identidad frente a Macy, ¿por qué no fastidiarle un poco? Al menos, hasta que me hartase lo suficiente.

—... pero Lady Amace —berreaba Cyna, cuando las tres salieron al pasillo.

Por un momento no fui capaz de respirar, un poco sorprendido de ver a Macy con pantalones, y mucho más que perturbado por su belleza. La sola idea de que otros hombres notarán sus curvas, fue tan fuerte que apenas me contuve de ordenarle un cambio de ropas. Algo que la habría enfadado, sin duda.

—Buen día, Macy, Lyssa, Cyna. —Les saludó Lexuss.

—Buen día, Lesson —respondieron al unisono.

Algo que hizo reír a Cyna y Lyssa, mas no a Macy. Ella frunció el ceño y mordió su labio inferior... Maldición. Las repentinas ganas de morder ese labio me estremecieron.

Apartando la mirada, suspiré y agité la cabeza recordándome que eso solo la haría enfadar.

De ninguna forma ella me permitiría semejante atrevimiento.

Di media vuelta adelantándome a las caballerizas, siendo seguido por ellos mientras platicaban como si nada.

Estúpido Lexuss.

Cuando llegamos junto a los carros y corceles, caí en cuenta de las intenciones de Macy. Quería cabalgar todo el camino, sin duda, razón por la que aparto a su corcel de los carros y un soldado procedió a ensillarlo. De no haber confirmado el traslado de Wills y dos Cadetes como su Guardia personal, me habría preocupado.

Alejándome de la comitiva, me dirigí a la entrada principal de Palacio, donde ya se hallaban Hazel y Ambón. Viéndose condenadamente frescos y contentos.

Que afortunados.

—Buenos días, Altezas. —Les salude.

Hazel soltó una risita, confirmándome su buen estado de animo.

—Clim, no seas tan formal —dijo Ambón.

—Aunque digas eso... —murmuré.

—Quita esa mala cara, querido. —Me dijo ella—. Parece como si alguien te hubiese robado, y de paso golpeo tus...

—¡Hazel! —gruñimos Ambón y yo, deteniendo sus palabras.

—¿Qué? No iba a decir algo inapropiado...




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