Fuego en mis venas (radwulf #2)

Capítulo XXIX

—Está bien, Clim. —Me había dicho Hazel, tan sorprendida como Ambón y yo ante las palabras de Macy.

Pero, no "está bien".

El orgullo, el miedo, la confusión, la esperanza, la desolación... no podía borrar ninguna de mi mientras la veía delante, en medio de la comitiva ya rumbo a Duhjía.

No. Podía. Dejar. De. Verla.

El viaje, que de por si era más largo de lo normal gracias a las cargas en los carros, se extendía frente a mi como un suplicio.

Quería aferrarme al orgullo. Mucho. Realizar semejante juramento demostraba gran coraje de su parte. Sin embargo, también demostraba una gran falta de amor propio, de auto-preservación. Con esas palabras decía que no tenía mayor ambición en la vida que ver sus palabras hechas una realidad.

El miedo aplastó el orgullo.

Espolee a Sath, adelantándola hasta llegar junto a Lexuss, quien hablaba con otros sobre el supuesto avistamiento de una manada de Phewns. Algo que dudaba en gran medida.

—Rumores o no, sería fantástico ver algún Phewn, ¿no creen?

Bufé por lo bajo. Él me dirigió una mirada molesta, como si hubiese sido capaz de escucharme por sobre el replicar de los cascos. Y Dylon rió.

Enfurruñado cual niño chiquito, desacelero el andar de su corcel y fue a parar junto a Macy.

Imbécil.

Las carcajadas que pronto llegaron a mis oídos, sin duda pertenecían al imbécil y Wills.

Imbéciles.

A eso de medio día nos detuvimos a descansar y comer. Nada fuera de lo común ocurrió, como la mayor parte de las veces, los soldados se mantuvieron atentos y tranquilos. Incluso Gale tonteaba con algunos, más que cómodo y relajado. Las chicas, por su parte, no podían quejarse del carruaje en que viajaban, pese a que la destinataria del mismo se negaba a poner un pie arriba.

No nos hallábamos tan lejos de Real, pero si lo suficiente de Duhjía.

Al anochecer de ese día, vi con algo de enfado como Macy se negaba a dormir dentro del carruaje. En su lugar, cogió unas mantas y se recostó cerca de la hoguera principal, en medio de todo.

Necia.

Lexuss se dejo caer a mi lado, mientras mantenía mis ojos sobre ella. Su tranquila figura dormida, rodeada por sus Guardias a una distancia prudente.

—¿Quieres? —Me tendió un pocillo con nueces.

—No —dije cortante, volviendo mi atención a ella.

—Como quieras.

Ignoré su suspiro. Ignoré el susurro de su espada al deslizarse fuera de la vaina. Ignoré la melodía que comenzó a tararear mientras la afilaba. Ignoré el crujido de una nuez en su boca...

—¿Qué? —Le ladré finalmente, dirigiéndole una mirada con la promesa de golpear su cabeza resonando en la mía.

Chasqueó la lengua, dejo su espada a un lado y suspiro sonoramente.

—Yo...

—¿Tu? —gruñí.

—Oh, ya guarda tus garras. —Se quejo—. No quiero pelear...

—¿No? ¿Por qué será que me parece todo lo contrario?

Suspiró y rascó su brazo izquierdo por sobre la gruesa muñequera de metal, complemento del uniforme militar, en un gesto agridulce que enfrió mi enfado.

—¿No podemos tener una platica sobre Macy sin enfadarnos con el otro? ¿Por una vez?

Si... por una vez, podía con eso. Después de todo, Lexuss continuaba siendo mi mano derecha, mi mejor amigo... él único idiota que me atrevía a tener tan cerca.

—Bien. Lo que sea —dije, diciéndome que esa "platica" no podía terminar mal.

—Bueno... —aclaró su garganta—, Macy lo está haciendo muy bien hasta ahora.

—Si. —Asentí, de acuerdo con ello.

—Pero tienes que comunicarte con ella sin acritud, sin gruñidos cada medio minuto...

—¿Disculpa? —Me tensé, mi condenado temperamento encendiéndose, otra vez.

—No te ofendas, sabes que es verdad. Puedes ser terriblemente tosco con la mujeres, y Macy no se a salvado de ello...

—Lexuss... —gruñí.

—Deja de llamarme así... —Me cortó—, por favor. Renuncié a ese nombre hace mucho.

Mordí mi lengua, queriendo una verdadera explicación al hecho.

¿Por qué cambio su nombre?

¿Por qué no dijo nada durante todos estos años?

¿Cuál fue la maldita razón que se dio para fingir que nunca me había conocido?

Pero, mas que nada, me preocupaba el hecho de que Macy todavía le tenía, y él imbécil era incapaz de reclamar su única familia.

—No sé de qué te quejas. Como si ella no me conociera —murmuré luego de un minuto.

—No digas eso, somos muy diferentes a como solíamos ser, por más que no quieras verlo —dijo.

Me estremecí un poco, escuchando sus palabras bajo un murmullo balbuceante. Esa, tal vez, era la mayor razón de que no enlazara a Lexuss con Lesson. Su problema de habla había desaparecido.




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