En el primer piso se podían oír los gritos de la abuela Killia, tan grueso y tosco, repitiendo una y otra vez las mismas palabras: "Esta lloviendo"
No le habría importado si no hubiera recordado que el día anterior se colgaron ropas y sábanas húmedas. Levantarse no le complico, siempre acostumbrado a que le perturben sus horas de sueño.
Bajo rápidamente y con brusquedad, casi se cae de las escaleras, el muy torpe. Abrió la puerta y se quedo mirando el estado de la lluvia, o quizás la ropa.
ㅡ¡Que haces ahí parado, ve recoge la ropa! ㅡ,dijo casi en un grito arenoso, que terminó por asustar a Kirim, el cual terminó saliendo corriendo.
Cada gota de lluvia parecían ser más grandes que la anterior, no importó cuán veloz fue su andar, simplemente terminó mojado, y las ropas que intentó salvar estaban igual a su estado. El frío entraba por lo más bajo de sus pues hasta las puntas de los dedos de su mano, cerró la puerta a penas pudo.
La abuela Killia estaba molesta, la ropa y sábanas mojadas, un total desperdicio. Termino por mandarle a que se cambiara mientras ella preparaba agua caliente para el té.
Así fue como lo hizo, al llegar a su habitación abrió el baúl que contenía algunas prendas. Revolvió todo pero no encontró nada que hiciera a la par con otras piezas, tenía guardado ahí su primer traje de la celebración en su nombramiento del primer año. Cada vez más pequeño al pasar los años, había pensado re-utilizar esa tela para otras túnicas. Pero eso era para más después, tenía que encontrar algo antes que los abuelos amargos lo reprendieran.
Tomo uno de los regalos que trajo su madre por su reciente cumpleaños, era una túnica Blanca por su interior, y en el exterior de un color lila claro. Era de una talla más grande y le quedó mas holgado de lo que había imagino.
Antes de ir con la abuela Killia fue a despertar a su tatarabuela y abuelo paterno. Ellos tenían un sueño profundo a diferencia de Killia, quien se levantaba a cada hora por cualquier cosa.
Cuando entro a la habitación de su tatarabuela se encontró con la sorpresa de ella, ya estando despierta. No pudo evitar sonreír ante la situación, pensó en la casualidad del que la más mayor siempre era la última en levantarse.
ㅡ¿Qué te paso?¿Por qué tu nariz está roja como la de un payaso, eh? ㅡDijo entre risas, mostrando sus encías sin dientes.
Kirim estaba acostumbrado a verla así cada mañana, quizás un poco peor, aún así siempre le daba escalofríos ver el futuro de la mayoría que llega a la alta edad. Él se prometió a sí mismo que jamás sonreiria si quedaba sin dientes, ni hablaría mucho, o comer con tanta gente al rededor.
ㅡNecesito mi té de hierbas...
Una forma implícitamente de decirle que le ayude a llegar al comedor. Después de los noventa, la tatarabuela Sened había dejado de caminar con normalidad, y necesitaba de alguien quien ayude en diversas cosas. Como bañarse, ir al baño, llevarla a donde quiera ir.
Si preguntaras cuál de todos era peor, Kirim sin duda diría que acompañarla ir al baño.
Antes de salir agarro una manta de cuatro colores con patrones a lo largo. Lo acomodó entre sus hombros y ató un nudo en el medio, en el proceso, Sened la miró con duda. Era grande y había veces que no identificaba bien el clima, cuando hacía calor tenía frío, también en viceversa.
ㅡEsta lloviendo, esta un poco fresco. Puede agarrar un resfriado. ㅡRespondio a sus dudas silenciosas.
Ya en la mesa se encontró con su abuelo junto a Killia, ya estaban sentados tomando su propio té. Dejo a Sened justo a lado de la abuela Killia, y él se sentó junto a su abuelo. La mesa era pequeña y solo tenía las sillas suficientes para ellos. Antes de que el llegara a esta residencia tenían una mesa pequeña y tradicional, no llevaba asientos sino que se arrodillan. Para Kirim fue una suerte que lo hayan cambiado, no estaba acostumbrado a esas cosas tradicionales y tampoco le llamaba la atención.
ㅡHoy me soñe con algo espantoso! ㅡ, con cierto pesar. Mientras mantenía sus ojos cerrados y agarraba su té en mano. Comenzó a contar sus sueños de puro invento.ㅡ Era como si una sombra oscura se pronunciaba por toda la ciudad, y la luz del sol se esfumó.
Sus otros abuelos atentos ante el relato de Killia, que más que palabras solo eran inventos del aburrimiento.
ㅡ¿Y qué pasó después? ㅡPrengunto con intriga el viejo abuelo.
Antes de continuar con su relato tomo un sorbo de su té de manzanilla. Al terminar, miro a los presentes uno a uno, manteniendo una mirada seria como si tratara de sembrar más incertidumbre.
ㅡ¡Habla de una vez vieja lenta! ㅡEscupio sin escrúpulos, la tatarabuela Sened. Mientras dio un suave pero no ruidoso golpe en la mesa.
La abuela Killia cambió de expresión, de una seria y calmada, a otra con una pinta rojiza. Como dos tomates, agrios y nada apetecible. Estaba molesta, y si fuera una tetera le habría salido humo por sus fosas nasales.
ㅡVieja usted, ya parece momia. ㅡRespondio fuerte y alto, solo faltaba que se levantara de su asiento y le apuntara en la cara. Sin embargo, ya son muy grandes para eso, y si llegase a levantarse abruptamente tendría un dolor en la columna en vez de una plática acalorada.
ㅡEs más, no soy vieja, solo un poco mayor...
Tanto el abuelo Jiabao como Kirim, decidieron desayunar tranquilamente ignorando la discusión de ambas mujeres de la edad mayor. No es que Kirim no haya intentado detener uno de esos alborotos, porque si, era casi a diario estos escenarios. El problema era cuando intervenía, no apaga al fuego, en vez ponía leña y con un abanico trataba de revivir las llamas.
Una vez terminado el desayuno Jiabao lo miró y dijo:ㅡQuerido hijo, en la tarde podrías traerme los libros de la estantería en mi cuarto. Tengo ganas de leer con este clima.
Kirim accedió, pero primero limpió los vasos y cubiertos usados. No podía dejarlo en manos de sus abuelas, por alguna razón poco misteriosa, cuando ellas se encargaban algo siempre terminaba roto. La decisión más sabia fue sacarlas de la cocina. En especial a Sened, cuando aún podía movilizarse por ella misma.