Fuego y redención

Negros

–Bendito sea dios solo fue un susto – dice mi tía mientras pone más hielo en la herida de mi frente, hago una mueca con el ardor.–¿Aún no saben quiénes fueron esos bandidos?– le pregunta a Marcelo quien niega con la cabeza, deseo saber los detalles, quiero saber quiénes son pero no creo que por las mismas razones.

–Daremos con ellos y se hará justicia– dice con indignación mientras sostiene mi mano con dulzura.

–Solo fueron cosas materiales– respondo sin pensar

–y que hay de tu accidente– dice con voz molesta, solo bajo la cabeza, algo dentro de mi no quiere que le pase nada a ese hombre. – salgamos de aqui– se dirige a mi tia– dejemos que descanse– quiero rodar los ojos, es una exageración, apenas fue una caída. No digo nada y los dejo que se marchen.

Hay estoy tirada en el piso con la camisa destapada y el busto mostrándose ligeramente, el hombre; está vez sin capucha, solo que si cara se tapa eentre unas sombras, pone su mano en mi pecho, ahora sin quitarla, acaricia mi piel con descaro, mientras yo espero en silencio, la piel se eriza y sigo desesperada ante su toque, rasga de un tirón mi camisa y lame por encima de mi sostén, se distrae levemente para darle atención a mi cuello, depositando besos mojados por todos lados, quiero gritar.

–Por dios estás sudando– la voz alarmada de Marcelo me despierta del sueño, <por dios que me pasa>, abro los ojos apenada y lo tengo junto a mi tocando mi piel.

– estoy bien– le digo nerviosa– tuve una pesadilla– le digo para tranquilizarlo y asiente con la cabeza, lo veo rodear la cama mientras comienza a desvestirse para acostarse del otro lado, se baja sus pantalones y se arranca la camisa, no es de complexión musculosa, tampoco es gordo, es común. Se mete entre las cobijas manteniendo su distancia.

–Sabes– le digo abriendo un poco la bata– tuve miedo a que algo nos pasara– finjo estar asustada mientras me acerco un poco más a el.

–No te preocupes– responde enseguida– no dejaría que te pasará nada – me dice tomando mi mano.

– Siento que debemos aprovechar el tiempo – está vez me pego más a él buscando sus labios.

–isabela!– me reprende –Debes descansar– me aparta un poco pero insisto.

–Deseo estar con mi esposo– le digo despacio y se aleja con brusquedad

–No me gustan estás conductas– explota molesto– no me gusta que te faltes al respeto.

– No me lo falto– respondo indignada– somos una pareja– le explicó

–Pero yo soy quien debe buscarte – está vez se levanta por completo de la cama – por favor hay que dormir ya– vuelve a la cama dandome la espalda, es inútil, me dejó caer en mi lado con el ego por los suelos y sintiéndome la más impura esposa, sumándole la frustración que siento, los ojos me arden por las lágrimas y las dejo salir mientras lloro el silencio, Marcelo ni siquiera se da cuenta, estoy mal, trate de seducir a mi esposo pensando en otro hombre. No se a que horas me duermo, pero mi mente sigue en aquel sueño.

Despierto y me siento cansada, me arrastró asta Marcelo quien continúa en la misma pocision, me hago la dormida y rodeo su cuerpo con una mano, refriego sutilmente los senos en su espalda, sonrió en silencio cuando lo siento despertar, finjo respirar como si estuviera dormida, se endereza y lo siento rijido, por la posición que tengo los brazos mis pechos deben de estar casi desbordando por el escote de mi pijama. De pronto retira con cuidado mis manos, pienso que eh fallado pero canto victoriosa cuando se gira en mi dirección, mi zona de mujer tiene un cosquilleo, anciosa por ser tocada. Siento las manos de Marcelo tocando mi frente, sus dedos bajan por mi mejilla asta llegar a mis labios, abro delicadamente los ojos y lo sorprendo viendo mi escote.

–Buenos dias– canto con voz soñolienta

–Buenos días – me responde viéndome fijamente con una sonrisa, restiro los brazos bajando un poco la cobija, siento el frío en el pecho.

–Tienes muy marcado aqui– con su dedo señala mis pezones erectos, me hago la tonta levantando la cabeza para ver

–Debe ser por el frio– le respondo fingiendo timidez, lo veo dudar asta que pone su mano sobre y yo estoy tan desesperada que llevo la mano a los tirantes y los bajo dejandome expuesta ante sus ojos–mira– le digo con cuidado de ser rechazada por segunda vez.

–Dejame darles calor– dice está vez y dirije su boca hacia ellos besándolos suavemente, cierro los ojos esperando que llegue a los pezones y nunca lo hace, da besos alrededor, pero no les da la atención que necesitan, me pego más a su cuerpo pero los toquidos en la puerta nos hacen respingar a los dos y no me queda más que cubrirme el cuerpo con la cobija.

–Buenos días– gritan al otro lado de la puerta–Patron lo buscan en la puerta– se dirije ahora solo a él.

–Ahora voy – le responde olvidando lo que estaba haciendo, lo veo pararse de la cama con prisa hacia su guardarropa, nuevamente me giro en la cama con pésimo humor.–¿Irás a misa?– me pregunta mientras elige su ropa, es lo que me faltaba, rezos y alabanzas para cubrir el pecado de la lujuria, estoy faltándole a mi esposo. Una ida al pueblo podria despejar mi mente. Me convenzo a mi misma, iré a misa y voy a olvidar ese hombre que solo me está dañando. Me pongo de pie en cuanto sale por la puerta, ya sola me dirijo al baño para asearme, dejó caer la pijama y lavo mi cuerpo sensible, es imposible que tenga a un desconocido en la cabeza. Mi objetivo se pierde cuando veo a mi esposo muy ocupado en el despacho, me explica que tiene muchos deberes, programaremos para otro día, hoy es la bienvenida del nuevo padre.




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