Elena
Giré en la silla por tercera ocasión, provocando la hermosa carcajada de Alaia, la cual salió a medida que ella daba una vuelta sobre sus pies, imitándome, cayendo al suelo riendo y mareada.
El rostro de Lauren, su niñera, se iluminó mientras sacudía la cabeza y seguía preparando la cena de la pequeña. Volteé a ver a Emma concentrada en su libro con su mano tocando suavemente su vientre y no pude contener la sonrisa que se deslizó entre mis labios solo con verla.
Ella estaba feliz.
Y a punto de salir de la universidad.
Ella y Nick tendrían que buscar un lugar nuevo pronto, antes de que el bebé llegara. Los papeles que durante años planeamos se invirtieron radicalmente porque en sus planes nunca estuvo tener un bebé y ahora tendría un pequeño corriendo alrededor en menos de nueve meses.
Amaba verla feliz, era la hermana que jamás pude tener y por años quise verla igual de contenta que como estaba ahora. Sus ojos se encontraron con los míos riendo al verme jugar con Alaia.
Si, yo sería la tía alcahueta de sus hijos. De eso no había duda alguna.
Edward probablemente sería el tío al que acudirían si tenían un problema y su hermano...Elijah sería tan alcahueta como yo.
Trataba de no pensar en ninguno de los dos, pero me era imposible. Mientras que Edward no me respondía los mensajes a mí, yo no se los respondí mas a Elijah, el cual dejó de insistir hace dos semanas tras su visita a mi casa. Sasha al parecer le dejó mas que claro que yo no tenía interés alguno en verlo otra vez.
Y me aliviaba. De alguna manera, el no tenerlo revoloteando en mi bandeja de mensajes me hizo replantearme muchas cosas al igual que el último mensaje que envió y que fue mas difícil de procesar que los anteriores.
La disculpa que durante meses esperé, llegó, pero no sentí nada más que alivio, como si de repente ya lo hubiese soltado. El aleteo en mi corazón que aparecía cuando sonaba el teléfono esperando que fuera uno de sus mensajes o llamadas se había ido, sólo quedaba nostalgia por lo que pasó y unas ganas inmensas por dejarlo atrás.
Tal vez todos tenían razón y yo todos estos años confundí mis sentimientos, negándome a ver lo obvio: no éramos el uno para el otro.
Más que pensar en él como seguramente todos asumían, mi mente solo vagaba a la noche en esa habitación de hotel en las Vegas, no dejaba de pensar en el rostro dolido de Edward mientras las palabras salían de mi boca. Me sentía culpable, y además, ansiosa. Anhelaba que me respondiera, que me dijera que lo dejara en paz, pero ese no era él.
Pese a que no lo conocía todo sobre él, sabía que prefería guardarse todo antes de explotar en dirección a alguien.
Me intenté meter de lleno en el trabajo estas dos semanas, pero cuando no estaba en consulta o en urgencias simplemente no podía evitar pensar en él. Durante toda la tarde el deseo de preguntarle a Emma si había sabido algo de su parte me invadió, pero no podía hablar con ella al respecto.
No sabía si tenía idea de los sentimientos de Edward hacia mí, pero algo me decía que no. De saberlo nunca me habría permitido meterme con Elijah sabiendo que él no sentía nada por mí.
El sonido del timbre atrajo nuestra atención, mis pies tomando impulso y caminando a la puerta al ver a ambas mujeres igual de ocupadas. Emma me sonrió en agradecimiento y siguió en lo suyo mientras yo me acercaba a la puerta, abriéndola sin siquiera mirar la mirilla.
Tragué en seco al notar el traje, mis ojos viajando más arriba encontrándose con la mirada sorprendida de Edward Brown.
—Edward —su nombre se deslizó atrevidamente entre mis labios llenando el espacio entre ambos.
Me congelé nada mas verlo, pero su rostro permaneció impasible al darme un breve asentimiento, pasando por mi lado segundos después.
Escuché la risita, luego un beso siendo exageradamente presionado en una mejilla y al voltearme, Alaia estaba en sus brazos siendo la receptora de la radiante sonrisa de Edward solo para ella a medida que la sostenía.
Emma se levantó del sofá y dejando su libro en la mesa caminó hasta su hermano, abrazándolo.
—Buenas noches, Lauren —saludó a la chica en la cocina amablemente. La jovencita sonrió y continuó batiendo lo que sea que estuviera haciendo.
Él ni siquiera miró en mi dirección y sabía que me lo merecía luego de lo que pasó, pero su manera de ignorarme dolió mucho más de lo que imaginaba. Una cosa era no responder mis mensajes, pero esto no me lo esperaba. Lo había arruinado en serio.
—¿Cómo estás? —sus palabras en dirección a su hermana me hicieron girarme y caminar a la cocina para acompañar a la niñera de Alaia. Sonriendo, me acerqué, intentando tragarme las lágrimas que amenazaban con salir sin tener idea del motivo—. Elijah está en Atlanta —le comentó—. Vanessa se encontrará con él para comenzar con sus prácticas.
Ignoré lo que Emma le dijo queriendo irme rápido, pero me fue imposible dejar de escuchar su voz.
—Es un idiota, pero el mejor en lo que hace. Vanessa está en buenas manos. Trabajar con Elijah será mucho mejor que con el idiota de su hermano.
Resoplé sin poder evitarlo. Elijah debería tener mucha suerte si Nessy trabajaría para él. La mujer no iba a aguantar su mierda por mucho dinero que le estuviera pagando. Pero ahora, eso no me importaba.
—Elena, ¿estás bien? —las palabras de Emma me tomaron por sorpresa apenas dándome la oportunidad de asentir—. ¿Se quedan a cenar? Pedí pizza y Nicholas no debe tardar en llegar. Estaba en casa de Erick.
Edward me miró esta vez, nervioso. No iba a ser la causante de que diera por terminada su visita a Emma así que mi cabeza hizo lo suyo y negó en vez de hablar.
—Yo tengo que decir que no, Em. Tengo que irme —respondí al ver que quería refutar.
El sonido de un trueno me hizo callar mientras me encogía pegándome a la barra de la cocina. Odiaba esto. Emma entrecerró sus ojos grises en mi dirección, enojada. No era muy buena idea discutirle a una embarazada.
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Editado: 19.04.2024