Edward
Mordí la pizza en mi mano derecha a medida que observaba a Elena llevar un pedazo a su boca, limpiándose la boca ligeramente con el pulgar antes de colocar lo que restaba sobre el plato en su regazo.
No podía recordar la última vez que comí pizza en una cita. Estaba en la escuela eso era seguro. Y a ella no parecía importarle en lo absoluto, sabía que no lo hacía.
Nuestra cita tuvo que resumirse a comida para llevar y plática en el sofá de mi departamento debido a la lluvia que nos inundó las calles nada más pasé a recogerla. Apenas si pudimos llegar a mi casa creyendo que cesaría.
Sin embargo, la conocía, ella prefería esto a cualquier lugar costoso al que hubiese pensado llevarla y en el fondo daba gracias a la lluvia por hacer que nos desviáramos. Sus ojos encontraron los míos, graciosos, al notar mi mirada fija en ella.
—¿Qué? —me enfrentó—. ¿Las mujeres con las que normalmente sales no comen más que ensaladas y esas cosas? —se burló un poco sin ocultar la sonrisa.
Rodé los ojos soltando una carcajada al dejar el resto de pizza en la caja y sacaba la chaqueta del traje que decidí llevar, mi camisa azul dándome un respiro. Elena ya había dejado a un lado sus zapatos de tacón y sus pies descansaban en el sofá mientras cenábamos.
—Las chicas con las que normalmente salgo no hacen ni la mitad de las cosas que tú si —mascullé sonriendo.
Y así era. Elena no era para nada el tipo de mujer con el que regularmente me relacionaba, y sabía porqué. Había intentado escapar de su recuerdo cada día y buscaba que las mujeres con las que estaba no se parecieran en lo más mínimo a ella. Aunque había sido un intento fallido porque no dudaba en compararlas constantemente.
Enarcó una ceja, limpiando sus manos en la servilleta que descansaba en su regazo junto al plato, mirándome con curiosidad.
—Para empezar, ninguna se habría metido en mi oficina de la forma en que tú y Sasha lo hicieron hoy. El miedo a Marie sería mucho más grande que sus ganas de verme —solté provocando que su sonrisa se expandiera.
—¿Nunca me dejarás olvidar eso? —averiguó, aún observándome.
Mis ojos viajaron a la curvatura de su boca y no pude evitar quedarme observándola. Por años anhelé esto, tenerla así conmigo y era difícil creer que fue la que me buscó y no yo.
—Señor Brown, mis ojos están un poco más arriba —señaló inclinandose para elevar mi rostro, el mero roce tomándome por sorpresa, pero su sonrisa me alivió.
Reí al tiempo que escuché las palabras salir de su boca, las mismas que esta mañana lancé en su dirección y que casi nos hacen cometer una estupidez en la oficina. Estaba casi seguro que Marie habría renunciado de habernos encontrado así.
—Teniendo en cuenta que fuiste muy convincente esta mañana sobre él «no sexo» hasta la tercera cita, no creo que tengamos problemas si te miro un poco más de la cuenta —comenté observando sus ojos para poder detallar su reacción.
Cómo lo imaginé, la duda tomó su lugar en sus orbes azules al tiempo que me burlaba. Ella no podía negar la evidente atracción que había entre los dos. Una vez no fue suficiente y luego de esa noche en Las Vegas, lo supe. No habría nadie más para mí. Lo intenté y fracasé, aunque nunca se lo diría así era. Elena me dañó para cualquier mujer. Quise sacarla de mi mente este último mes, pero no lo conseguí.
—¿Cómo estás llevando el manejo de la empresa con todo lo que traes encima? —su repentino cambio de tema me hizo sonreír al notar su nerviosismo.
Sabía que quería mantener la postura que tomó esta mañana y yo respetaría eso.
—Las cosas son complicadas —aseguré sin más—. Por un lado, no puedo dejar de lado Brown Enterprise solo por mis otros proyectos, le prometí a papá que haría lo posible y daría lo mejor de mí por mantener la empresa igual que como la dejó.
Y lo haría.
—No es tarea fácil teniendo en cuenta que su vida era el trabajo y era el mejor en lo que hacía.
—¿Qué pasa con lo demás?
Me sorprendió verla tan interesada al observarme, llevándose la bebida a sus labios sin apartar sus ojos.
—Con Grace Industries son dos negocios que manejar, antes podía hacerlo con mayor facilidad porque papá aún estaba a cargo, pero ahora el control lo tengo yo. Miles de personas dependen de las decisiones que tome.
Elena asintió, comprensiva.
—Pensé que tú y Elijah estaban trabajando juntos en esto. —Sus ojos no mostraban sino interés y amabilidad.
—Así es, aunque Elijah tiene su propio negocio por delante. Realmente solo aceptó la herencia de papá por Emma y por mí, de no ser porque ella no tiene idea del manejo del negocio familiar, Elijah habría desistido y mandado a papá. No necesita su herencia, ninguno de nosotros lo hacemos. —Sus ojos brillaron con comprensión. Elena no la había tenido tan fácil con su padre tampoco—. ¿Qué hay de ti? ¿Tú padre sigue dándote dolores de cabeza?
—Jacob Williams nunca sabrá lo que es ser un buen padre por mucho que pretenda lo contrario. —Pese al enojo con que salieron las palabras, dolor cruzó por sus ojos—. Desde que mamá murió simplemente ha estado más al tanto como si de alguna forma eso fuese a redimir los pecados que cometió.
—La extrañas mucho, ¿no? —Asintió tomando el colgante entre sus manos y dándole un par de vueltas ausente de su acción—. Emma siempre hablaba de lo maravillosa que era. Debió ser muy duro para ti.
—Lo fue. Ella era lo único que tenía. Siempre fuimos nosotras dos contra el mundo, nunca aceptó el dinero que papá mandaba para cubrir el hecho de que se estaba follando a decenas de mujeres en sus viajes. Me sacó adelante sola y la admiro tanto por ello —su voz se quebró, pero no la interrumpí—. Papá pensó que le duraría toda la vida y al final cuando volvió para retomar su matrimonio mi madre ya estaba dos metros bajo tierra.
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Editado: 19.04.2024