Elena.
Edward se acercó a mí por detrás, su sonrisa encontró la mía a través del espejo al verme acomodar mi cabello en una coleta que apartó al abrazarme con su torso desnudo.
Sus manos hicieron su camino en mi cintura, apretando un poco mientras sus ojos soñolientos se encontraron con los míos en el reflejo. Anoche tardamos un poco en dormirnos revisando un par de cosas con respecto a la recaudación de fondos que teníamos entre manos y a la cual no iríamos así que esperaba que no fuese a trabajar tan temprano esta vez.
—¿Dormiste bien? —Su pregunta fue sutil, pero los besos que desperdigó por la línea de mi cuello distaban mucho de serlo.
Asentí al sentir su aliento golpeando en mi oreja. No había salido mucho de su departamento estos días, mucho menos con lo del avión hace dos semanas. Fue algo dificil de mantener porque Emma parecía no querer salir del departamento de su hermano para comprobarlo. Queríamos mantener las cosas solo para nosotros por lo menos por un tiempo, ambos éramos conscientes de lo complicado que se volvían las relaciones cuando otros se involucraban y habíamos vivido durante estos meses en una burbuja de la cual no queríamos salir.
Ni él, ni yo.
—¿Irás a trabajar hoy?
Últimamente aprovechaba cada momento que tenía libre para dedicármelo y no me quejaba, pero las bolsas bajo sus ojos estaban comenzando a preocuparme, porque si bien me dedicaba tiempo, también se acostaba demasiado tarde atendiendo asuntos de la empresa solo para despertar mucho mas temprano que yo.
Sus manos se tensaron en su recorrido por mi piel a medida que iba metiendo cada una por debajo de mi blusa de pijama.
—No tengo ninguna reunión importante hoy. Marie puede hacerse cargo. Tú no tienes turno tampoco, podemos pasar el día juntos. —Sacudí la cabeza mientras me giraba y sentía como me aprisionaba con mayor fuerza entre sus brazos, sus ojos grises brillando con intensidad mientras me observaba esperando mi futuro discurso. El mismo de siempre. Al final terminaba burlándose de mí—. Te escucho—masculló sonriente pasando las yemas de sus dedos por mi espalda por debajo de la fina tela de mi blusa.
—No quiero que descuides el trabajo por mi. —Rodó los ojos, despreocupado—. Ni mucho menos que tengas que compensar de más el tiempo porque te estás consumiendo. El Edward que yo conozco se pasaba horas en la oficina trabajando y no volvía a casa hasta que todo estaba terminado y no me quejo porque quieras darme atención, pero necesitas un descanso, cariño.
Sonrió al ver mi nivel de preocupación.
—Es lo que estoy consiguiendo —refutó.
—No, no lo estás consiguiendo. ¿Crees que no me doy cuenta que despiertas a media noche a trabajar, Edward? Eso no está bien.
—El Edward que tú conocías hacia eso porque no tenía nada importante esperándolo en casa. —Su confesión me tomó por sorpresa haciéndome retroceder un poco para observarlo mejor—. Elena, el trabajo está bien. Marie es perfectamente capaz de hacerse cargo de las cosas junto a Brandon mientras yo no estoy, es su trabajo. El mío es dirigir y tomar decisiones. Antes hacía más trabajo de la cuenta porque quería hacerlo, pero ahora prefiero venir aquí y pasar tiempo contigo. Las personas en la oficina te dan las gracias en realidad.
Lo miré confundida sin saber a donde iba.
—Nunca me habían visto tan feliz. Me dijeron que si antes querían a Edward Brown ahora lo aman.
Bufé poniendo mis manos sobre su pecho desnudo.
—Si son mujeres que te amen en la distancia. No me gusta compartir —dije divertida ganándome una de sus sonrisas—. ¿Qué?
—¿Celosa, Williams? —reí por su nivel de audacia al preguntar. Él sabía perfectamente que muchas de sus empleadas derramaban baba cuando él pasaba por los alrededores sin prestarles atención—. No tienes que estarlo, hermosa. Incluso antes de tenerte mi corazón era tuyo.
Sonreí como tonta por sus palabras sabiendo que iba en serio con cada una de ellas. Edward me había demostrado que me amaba en los últimos meses y poco a poco el sentimiento había crecido en mí. No podía decir que lo amaba porque aún era muy pronto y faltaba mucho por recorrer para nosotros, pero lo cierto era que había llegado a un acuerdo conmigo misma.
Este era el hombre que quería para mí.
Lo quería más de lo que él siquiera lograba imaginar. Era perfecto aún cuando no intentaba serlo. Testarudo algunas veces. Amoroso para compensarlo. Pero nunca dejaba de ser el hombre maravilloso que desde un inicio sabía que era.
—Quiero que me acompañes a Chicago el fin de semana —pedí. Sus ojos encontraron los míos observándome, confundidos—. Jeremiah quiere conocerte.
Elevó su ceja derecha sin comprender.
—Hace dos días hablé con él, me notó feliz y le hablé de ti. Quiere saber quién eres y hacer de hermano mayor ya que nunca ha tenido la oportunidad.
Su sonrisa se ensanchó a sabiendas de lo que probablemente le vendría encima. Él mismo había hecho de contraparte con Nicholas cuando se enteró de lo suyo con Emma. Y conocía a Jeremiah. No se la pondría fácil.
—¿Qué pasó con lo de mantenerlo en secreto?
Sus palabras fueron un susurro mientras mis manos viajaban a su cuello y se paseaban por su cabello. Amaba hacerlo.
—Si aceptas, creo que es mejor que se acabe eso. Quiero que todas sepan que oficialmente ya eres hombre tomado —me burlé, pero una parte de mí hablaba muy enserio—. Y quiero ser yo quien se lo diga a Emma.
Mi amiga de ocho meses de embarazo me mataría por no decirle antes. Claro que ella no había sospechado nada. El embarazo la traía hecha un manojo de nervios y no cabía de la felicidad cada que hablaba con ella, nuestras conversaciones siempre terminando en pláticas sobre el pequeño Ansel y lo poco que faltaba para conocerlo. Con su reciente titulación estaba manejando las cosas con calma, pero sabía que también quería comenzar a trabajar.
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Editado: 19.04.2024