Fumble

CAPITULO 24

Elena.

—Solo creo que deberías por fin presentarme a ese hombre misterioso que te llevó todo un fin de semana fuera de la ciudad —sugirió Emma con una sonrisa y tuve que forzar una también para no delatar el dolor que avasallaba mi pecho al pensar en su hermano ausente—. Digo, así puedo enviar a Nicholas a golpearlo si te rompe el corazón.

Sorbió un poco su jugo, haciéndole mimos a su hijo en sus brazos. Ansel era un pequeño bebé dormilón que amaba estar en brazos de su madre y que lloraba a sus casi dos meses si no veía a Emma cada cinco segundos estando despierto.

—Nicholas no haría eso.

—¡Claro que lo haría! —chilló, riendo al ver como su esposo sacaba la cabeza de la cocina al escuchar su nombre. Alaia en brazos de Nick con las manos llenas de harina me dio una sonrisa con sus algo torcidos, pero tiernos dientes—. ¿Verdad, cariño?

—¿Yo qué?

—Golpearías al hombre que le rompa el corazón a Elena.

El rostro de Nicholas se enserió.

—¿Alguien te rompió el corazón recientemente, Elena? —preguntó, preocupado, como si supiera algo que yo no.

—¿Chris Evans por no responder mis mensajes en Instagram? —quise cambiar el tema, desviar la atención a un punto que no fuese mi complicada relación con Edward Brown.

Edward.

Ese hombre llevaba dos semanas sin responder a mis llamadas. Su teléfono se encontraba apagado, mi corazón preocupado y Marie enojada hasta el cansancio porque estábamos por darlo por desaparecido de no ser porque Elijah apareció diciendo que no sabía donde estaba, pero que había enviado un correo pidiendo que nos avisara que todo estaba bien, que perdió su teléfono y que pronto volvería.

Lo único que sabíamos era que se encontraba fuera del país, Elijah estaba tratando de localizarlo, pero no obtenía respuestas, Marie tampoco y yo más que preocupada, me hallaba triste por su falta de comunicación. Sabía que estaba bien, lo aseguró, pero nadie aseguraba mi corazón cayendo a pedazos.

—Y ese hombre misterioso —insistió Emma—. ¿A qué se dedica?

—Tiene sus manos en muchos lados.

—¡Elena! Necesito algo más que eso para saber quien es, así no funciona esta relación de amistad.

—Em, no tengo mucho por decir. —Me encogí de hombros, riendo a una Alaia que corrió desde la cocina para ofrecerme una galleta con chispas de chocolate, lo único que Nicholas había aprendido a hacer viviendo con Emma—. Está deliciosa, mi pequeña princesa.

Le lancé un beso, ella saltó emocionada, esperando frente a mí, ansiosa, a que la terminara de comer. Sus ojitos verdes eran luz, iluminaban este lugar de una forma maravillosa. Emma la observaba embelesada al igual que Nicholas, riendo al ver como bailaba de un lado a otro a la espera de algo más que lo que le dije.

—¡Quiero otra! —grité, besando sus mejillas al momento en que se lanzó a mis brazos, riendo con sus pequeñas ondas rebeldes cayendo en mi rostro—. ¿Le darás otra galleta a tu tía Elena, cariño?

—¡Papi! —se quejó desde su lugar, jugando con mi pulsera—. Ota pala tita.

Alaia salió corriendo lejos de nosotras, refugiándose en su padre cuando este suspiró enojado ante las galletas quemadas que sacó del horno.

—¡Temadas! —Alaia se llevó las manos a la cabeza, provocando la risa de todos—. ¡Temadas, papi! —se puso a llorar, frustrada, haciendo que Nicholas tuviera que sacarla de la casa para distraerla.

—Yo...

—Me dirás ahora mismo qué demonios te sucede —me reprendió Emma, haciéndome fruncir el ceño—. Tus ojos, Elena, son demasiado expresivos cuando están tristes. Así que dime qué mierda está pasando o yo iré con Nicholas y de verdad haré que golpeé a ese idiota si fue quien te puso así.

—No quiero involucrarte en esto, aún no es momento de decirte las cosas, cariño —intenté calmarla—. Déjame hacer esto por mi cuenta.

—Elena...

—No ha pasado nada, eso es lo que pasa, absolutamente nada —suspiré—, las cosas están en un punto muerto porque no sé qué demonios sucede. Él se marchó, tenía mil llamadas perdidas en mi celular, pero él no respondió cuando marqué de vuelta. No sé que pasa.

—¿Y si le pasó algo? —Su preocupación no me sorprendió, al contrario, me hizo reír un poco—. Pudo pasar, Elena, hay que poner una denuncia por desaparición y...

—Emma, él está bien.

—¿Y tú como lo sabes si...?

—Porque hablé con alguien cercano a él y eso es lo máximo que diré.

—Lo conozco, ¿verdad? —Me miró, amenazante—. Lo conozco y por eso no me quieres decir quien es.

Apreté los dientes.

—Elena, ¿Elijah volvió a buscarte? —su voz salió preocupada y le sonreí a medias porque si supiera que era Edward quien me tenía así, ni ella misma lo creería—. Respóndeme o llamaré a ese terco y lo voy a insultar aún si no es él.

—Emma, cariño, Elijah solo fue un tropezón que tuve, un desliz que le llaman —intenté bromear, pero su rostro era de total seriedad y me hizo dudar—. El hombre con el que salgo es maravilloso, pero tiene sus momentos al igual que todos.

—Significa peligro, sal de ahí. —Me apuntó—. Tengo un equipo de fútbol americano dispuesto a golpearlo si te rompe el corazón, sabes que Lucas los reuniría a todos para darle su merecido.

Sí, no estaba muy segura de eso.

—Incluso Ed y Elijah lo harían, y si me dices que es alguien del mismo campo de trabajo de ellos, con mayor razón. —Su sonrisa apareció, de esas traviesas que planeaban una pequeña maldad, lo cual era muy tierno porque Emma no tenía una gota de maldad en su sangre—. Ed lo haría trizas, y Elijah ni se diga, eh. Estoy segura que lo sacarían del camino, destruirían su empresa y...

—Emma, cariño, ¿Qué hiciste con mi mejor amiga, la tierna mujer que no mataba ni una cucaracha?

—Sigo sin matar cucarachas voladoras indefensas —refutó.

Solté una carcajada.

—Pero me volví madre y sucede que a veces pienso en alguien rompiendo el corazón de mi pequeña estrella o de mi pequeña galleta de chispa de chocolate y quiero arrancarle la cabeza a ese ser imaginario. —Miró a Ansel en sus brazos, preocupada—. No crezcas, hijo mío, por favor, quédate pequeño y con mami.




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